Los controles de seguridad en el aeropuerto de Tel Aviv

pasaporte israelMi avión partía de Tel Aviv en dirección a Barcelona con una desagradable escala por Praga. Salía a las 6 de la mañana y ya me habían informado sobre los exhaustivos controles en el aeropuerto de Tel Aviv. Tenía dos opciones: dormir directamente en el aeropuerto o levantarme a las 3 de la mañana. Me incliné por la segunda opción y desde el mismo hostel Sky me reservaron un taxi que por 100 shequels -los pagué directamente en recepción- me llevó al aeropuerto internacional de Tel Aviv.

Llegué al aeropuerto en apenas unos 20 minutos y a partir de ahí empezó el control policial más exhaustivo que he visto en mi vida.

Justo al entrar en el aeropuerto de Tel Aviv una joven oficial me pidió el pasaporte y el billete de avión. Rápidamente observó las estampas islámicas de Siria, Jordania, Egipto, Marruecos y Túnez.

Tras hacerme unas cuantas preguntas sobre mi propósito en tales países, la chica se fue a buscar al que probablemente se trataba de su supervisor. El hombre llegó, se repasó nuevamente el pasaporte y me preguntó nuevamente por el propósito de mis visitas a los países musulmanes coleccionados en el pasaporte y cuando había ido a cada uno de ellos. Mi respuesta era siempre la misma «Holidays» aunque por supuesto no recordaba con exactitud cuando había ido a cada sitio. Al cabo de uno rato, me indicaron un control de metales y maletas por donde debía pasar. Observé que todo el mundo pasaba por ahí y es la primera vez que veo un control policial incluso antes de realizar el check in.

Pasé por el detector rápidamente y me tocó hacer cola para pasar a la siguiente atracción turística del aeropuerto de Tel Aviv: el control manual de maleta.

Un judío con su kipá en la cabeza me indicó que me acercara. Me pidió que abriera mi mochila y me facilitó una caja de plástico donde debía colocar mis pertinencias y vaciar la mochila al completo. Observé que pocos eran los que pasaban este control. A la mayoría le daban un cacheo a la maleta y los dejaban partir. A mi me tocó un buen control exhaustivo. El hombre repasó uno por uno todos los artículos que llevaba. Incluso abrió los calcetines uno por uno. Estaba en mi fase final de viaje y os podéis imaginar el estado de mi ropa que urgentemente pedía una buena lavadora. Cuando vi al hombre abrir mis calcentines pensé: ¡Eso sí que es un arma de destrucción masiva!

Tras un buen rato -más de media hora- el hombre terminó de inspeccionar todos mis artículos. Entre ellos un libro que compré en Hebrón que hablaba sobre el conflicto palestino. No me hizo preguntas. Al menos, en ese momento.

El hombre me pidió que lo siguiera. Me acompañó hasta el check in y ahí mostré nuevamente mi manoseado pasaporte y mi reserva online. Me dieron la tarjeta de embarque y el hombre asió mi mochila y me dijo que la facturarían desde otro sitio. Fuimos hasta un ascensor donde depositó mi mochila junto con otras y seguidamente me hizo entrar en una pequeña habitación con un detector de metales, una mesa y dos sillas. Pasé por el detector sin que pitara y me hizo sentar en una de las sillas.

Empezó la tercera atracción turística en el aeropuerto de Tel Aviv: el interrogario. El hombre repasó uno por uno los países musulmanes que había visitado. Pasó por completo de Perú, India y cualquier otro país asiático. El hombre, por supuesto, se concentró en las razones por las que había visitado Siria, Jordania, Egipto, Túnez y Marruecos. Especialmente estaba interesado en Siria y tras contestarle que estaba de vacaciones y que simplemente quería ver mundo finalmente me dejó ir y pude por fin dejar de sentirme un bicho raro. Con tanto interrogatorio y desconfianza, a uno le vienen incluso dudas de sus propios propósitos.

En fin, finalmente pude pasar por el último control de metales y dirigirme hacia la puerta de embarque. Había llegado tres horas antes al aeropuerto y apenas quedaban 15 minutos para que partiera el vuelo. Me subí al avión, me quité de encima esa desagradable sensación de sentirme observado y me pegué una buena sobada hasta llegar a Praga donde el siguiente avión me dejaría en Barcelona tras pasar tres estupendas semanas recorriendo oriente medio.

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