El barrio de La Alfama engloba la esencia nostálgica, poética y canalla de Lisboa. Con sus ropas colgando, las cuestas con vistas impredecibles, callejones sugestivos, tabernas oscuras y luces tenues al caer la noche sigue hipnotizando al viajero, pero también noté que existe un cierto peligro de extinción tal y como anunciaba el periodista Rafa Pérez hace un tiempo.
La Alfama también es fado y las luces al atardecer invitan a ello. La brisa del Tajo sobre las ocres paredes parece lanzar una tonada triste y las sábanas colgadas abanican la partitura.
La Alfama es la cuna de la música más característica de Lisboa: el Fado. Nació en este mismo barrio que, además, cuenta también con un interesante museo para conocer la historia de este canto triste pero que a su vez puede darte unas horas de sonrisas y diversión.
Es lo que nos pasó a nosotros. Paseando por las calles de La Afama nos entró el apetito de escuchar fado y buscamos entre sus locales el lugar idóneo para hacerlo.
Evitamos los lugares más profesionales. No solo por sus precios que en algunos casos escapaban nuestro presupuesto. Entendimos que el fado es el canto de la calle, de sentimientos universales y donde los clientes también se apuntan a la alegría y a las lágrimas.
En la calle Rua de Sao Pedro encontramos un lugar llamado Esquina de Alfama y resultó ser lo que andábamos buscando.
En este restaurante, mientras disfrutas del espectáculo, ofrecen comida a precios asequibles (platos de bacalao a unos 15 euros) siempre y cuando evites los habituales entrantes que depositan en tu mesa y luego cobran si los tocas o chupitos tras la cena (que costaron la friolera de siete euros cada uno).
En la Esquina de Alfama te da la sensación de estar entre familia. Aquí no encontraréis a profesionales del fado. Nos sorprendió ver cómo el camarero, la abuela, el nieto y su novia, el dueño y el chico de la puerta entonaban su particular visión del fado portugués, alegre, triste y pegadizo.
Los cantantes amateurs demostraron buena voz, buenos propósitos y sobre todo, muchas ganas de pasarlo bien cosa que contagia rápidamente. Un grupo de brasileños a nuestro lado se conocían las letras y se apuntaban a la fiesta mientras uno se queda embobado y va dando palmas cuando toca o mezcla las tonalidades del fado con el sabor del bacalhau grelhado en la boca. Un verdadero placer que a buen seguro volveré a repetir algún día.
Sin duda! fue estupendo! Un buen lugar para recomendar Victor!
Cómo me gusta el fado.debe ser una pasada ver algo tan íntimo y amateur en persona. Gracias por compartir la experiencia.
Que maravilla
Una de las cosas que nunca he hecho en mis visitas a Lisboa. La próxima voy fijo!