
¿Te imaginas sobrevolar Barcelona, una de las ciudades más grandes de España? Y no me refiero a verla fugazmente, en la distancia y desde una pequeña ventanilla ovalada (de un plástico rayado o con inoportunas manchas) cuando tu avión se dispone a aterrizar en un aeropuerto a las afueras de la misma.
No, no es eso. Me refiero a la experiencia de volar en helicóptero sobre Barcelona durante diez minutos, realizando una ruta desde la que verás sus principales monumentos a vista de pájaro, aunque sea de metal. Y de un tamaño similar al de un monovolumen. Y ruidoso. Y te encantará.
Una tarde a principios de Octubre, junto con otros blogueros de viaje, me encaminé hacia las instalaciones de la empresa Cathelicopters, situada en el Moll adossat, dentro de la zona portuaria de Barcelona, con Montjuic a sus espaldas y el Mediterráneo dominando las vistas desde sus oficinas.
Entre los ventanales y el mar, un pequeño helipuerto (el único de este tipo en España dentro de una ciudad) del que despegan sus aparatos. A uno de ellos me iba a subir al poco rato.


Antes de hacerlo nos dieron unas instrucciones de seguridad, para el improbable caso de que hubiera algún fallo técnico. Dejamos nuestras mochilas en las taquillas correspondientes, porque el espacio dentro del helicóptero es limitado, y empuñando cámaras y móviles (sólo para hacer fotos, por supuesto, y activando el modo vuelo, nada de llamadas de “estoy en un helicóptero, chavales”) salimos a la pista.
El Eurocopter Ecuriel AS355 F2R acababa de aterrizar, dejando a los clientes del vuelo anterior (compañeros blogueros), y nos esperaba con sus hélices aún girando. El ruido no era ensordecedor pero, pese a los protectores auditivos (tapones en mi caso), la vibración y el sonido del rotor se escuchaban perfectamente y contribuían a la excitación del momento. En el vídeo que grabé decidí dejar el sonido original en lugar de añadir música sobre el mismo, así que podréis haceros una idea.
Un helicóptero como ese Ecuriel admite seis pasajeros además del piloto. De la parte delantera se apropiaron Víctor (Machbel) y Guille (Minube), pero no hay nada que objetar pues ambos son mucho mejores fotógrafos que yo. En el lado de babor (¿veis? uso terminología aeronáutica) estaba Sele (El rincón de Sele), yo en el de estribor y entre ambos dos blogueros extranjeros (cuyos nombres no recuerdo, sorry).

El piloto aumentó la potencia del motor y unos segundos después comenzábamos a movernos y a hacer unos giros, muy cerca del suelo, siguiendo un protocolo habitual de seguridad. Cuando el piloto, Roger, se convenció de que todos los indicadores estaban en verde, comenzó realmente el SkyTour.
Saliendo del Moll, sobrevolamos el puerto, dejando la ciudad a nuestra izquierda y poco después giramos para situarnos sobre el casco urbano. Desde las alturas, se distinguen perfectamente las dos facetas urbanísticas de Barcelona: el caos de su Ciutat Vella, la Barcelona antigua de barrios como el Raval o el Gótico y las ordenadas cuadrículas de El Ensanche, ideadas por Ildefonso Cerdá.


Durante los siguientes diez minutos, que pasaron volando (doble literalmente) volamos, como veis en las fotos y en el vídeo, cerca de lugares conocidos, famosos o icónicos de Barcelona como World Trade Center, puerto comercial, Barceloneta, playas de Barcelona, puerto y villa olímpicos, Fórum, Torre Agbar, Sagrada Familia, Eixample, Diagonal, Camp Nou, Plaza Europa y el Anillo Olímpico de Montjuic.


Con Cathelicopters, el coste de volar en helicóptero sobre Barcelona es de 95 Euros por persona. Como podéis ver por la posición del sol y los problemas con su luz para las fotos y el vídeo, os recomiendo intentar sentaros delante o en el lado de babor (nosotros despegamos a las cinco y media de la tarde, a principios de Octubre). Creo que conseguiréis mejores panorámicas de la ciudad.
Gracias a Minube, la Agencia Catalana de Turismo y Cathelicopters, he incorporado “volar en helicóptero” a mi experiencia aeronáutica (junto con “saltar en paracaídas” y, como hizo Sergi, “volar en avioneta” sobre Nazca, en Perú). Creo que aún me faltan otras cinco: una ascensión en globo aerostático, el silencio de la cabina de un planeador, sentarme en la “no cabina” de un ultraligero, la experiencia de volar en ala delta y hacer parapente.
Todo es ponerse, ¿no os parece?