
Viajamos para conocer a las personas. Cada día lo tengo más claro. Si la meta inicial en los viajes es descubrir nuevos paisajes, patear ciudades desconocidas o disfrutar de la gastronomía de la zona, la nota final de un viaje no vendrá supeditada únicamente por los lugares descubiertos sino por la gente que hemos conocido durante el viaje y el impacto que han dejado a nuestro paso. Y si tengo que poner nota a mi reciente viaje a Baja California Sur en México, no puedo más que darle un notable. Y bien alto.
Tras dos semanas seguidas viajando por Estambul y Rumanía, sin apenas tiempo para descansar en el sofá de casa entre viaje y viaje, emprendía un nuevo vuelo para cruzar el charco y poner los pies y el cogote bajo el sol de México, concretamente en la región de Baja California Sur.
Preparé la mochila en apenas 20 minutos, con seis kilos en la espalda y, con más estrés que emoción, me dirigí a la estación de AVE donde me esperaba JD, autor del blog Viajar, comer y amar con quien iba a disfrutar de una semana de viaje por México gracias a la invitación ofrecida por la oficina de turismo de Baja California Sur y la aerolínea Aeroméxico. Tras el AVE vino un largo vuelo desde Madrid subidos al avión de de 13 horas que nos dejó en la enorme capital del país.

Baja California resultó ser un destino mucho más sorprendente de lo imaginado. Apenas frecuentado por españoles -la mayoría de turistas de la zona vienen de Norte América- la gente nos acogió con una calurosa bienvenida. Nuestro particular acento con detalles como /zenizero/ o el inevitable uso del verbo «coger» se convirtieron en algo tan exótico para los locales como para nosotros pudieran ser las jaibas con salsa de papaloquelite.
Pequeños detalles de este tipo son ideales para entablar conversaciones y acercarse a la vida diaria de los locales. Y son esos momentos que a veces nos parecen alejados de lo más transcendental de un viaje, como ponerse a jugar a la lotería en medio de la plaza del pueblo, compartir unas risas con las chicas de la gasolinera que se transformaron por un momento en auténticas car wash girls solo para nosotros, charlar con propietarios de pequeños puestos de comida en la carretera… Son esos momentos precisamente -aunque al principio pensemos que se alejan de lo fundamental- los que finalmente acaban por aumentar la nota final del viaje y llevarnos una buena sonrisa de vuelta a casa.

Empezamos nuestro recorrido en el Cabo de San Lucas en la vertiente sur de Baja California donde las bravas olas del Pacífico se unen con las aguas más calmadas del mar de Cortez. Esta espléndida zona de resorts y fiesta continua se convirtió en un fácil y tranquilo inicio de viaje con el excelente Hotel Finisterra como campo base y punto de partida de nuestras primeras aventuras por México.
Un roadtrip con un coche alquilado nos llevó por las zonas más salvajes del territorio. Nos desplazamos por la costa este, donde la carretera da paso a caminos de tierra poco exploradas, quemadas por el sol y barnizadas con la arena del mar. Los cactús eran prácticamente los únicos habitantes de la zona y las extensas playas desiertas competían por ser las más bonitas y sugerentes.

Seguimos con un merecido relax en la artística Todos Santos. Un pueblo mágico envuelto por un sorprendente oasis en medio del desierto de cactus que engloba la mayor parte de Baja California. El Hotelito fue el lugar ideal para descansar y tomarnos unas merecidas margaritas mientras explorábamos esta interesante localidad frecuentada por artesanos, pintores y unas playas vírgenes que afortunadamente no han sufrido especulación alguna. Y, de pronto, uno se alegra de que el Pacífico sea todo lo contrario de lo que su nombre indica, y sus olas salvajes y crecidas alejen a los turistas de los verdaderos paraísos naturales.
Nuestro destino final en este viaje fue la capital de la región, La Paz. Con su interesante y renovado malecón con vistas a la extensa bahía pudimos disfrutar de la estupenda gastronomía de la zona con productos del mar a muy buenos precios.
En esta zona se desarrolla la mayoría de actividades ecoturísticas de la región de Baja California y pudimos deleitarnos de una estupenda jornada de snorkel y kayak en el área protegida de la Isla Espíritu Santo junto con la agencia BOA. Fue en esa misma joya natural donde nos despedimos de México con muy pocas ganas de volver a la vida real. Qué lejos quedaba ese día que corría como un loco del aeropuerto para casa para preparar la mochila y partir nuevamente con destino México.

No todos los viajes te dejan un recuerdo intenso y unas ganas terribles de rebuscar entre las fotografías para rememorar los momentos vividos. Este es uno de ellos. Y por supuesto, como solemos hacer en cada ocasión, iré desgranando las experiencias y lugares conocidos durante el viaje en las próximas semanas.