Como no hay mal que por bien no venga, la ausencia de viento el día que debíamos dedicar unas horas al aprendizaje del Kite Surf hizo que reprogramáramos nuestras actividades y nos acercáramos a las instalaciones de Món Natura, a pocos kilómetros del centro del pueblo de Sant Carles de la Ràpita.
Situado en la parte inferior de la lengua del delta del Ebro y camuflado entre arrozales y lagunas, Món Natura se ha erigido como uno de los centros de interpretación de la flora y fauna de la zona de mayor importancia en la comarca.
Cruzamos con el coche la estrecha franja de arena que es la playa del Trabucador y aparcamos justo delante del edificio principal. Ramón -entusiasta, genio y figura- se ofreció al instante a guiarnos por el complejo.
Ramón no era un cualquiera. Nacido allí mismo e hijo de pescador, formaba parte de la cofradía de pescadores de las lagunas de Sant Antoni. Y esto que puede sonar algo vanal, claramente, no lo es. La cofradía la componen unos 900 pescadores y cada año sólo se conceden 36 licencias de pesca. Cuando le toque el turno a Ramón -aún no ha ocurrido- estará obligado a pasar cuatro meses en las lagunas, pescando y durmiendo en las instalaciones acondicionadas para ello.
Ser pescador aquí es una forma de vida.
Nos reíamos con la anécdota que nos contaba que solía ocurrir en todos los sorteos anuales. Muchas veces salía un número que correspondía a alguien que ya había muerto o era demasiado mayor para pescar. Hay que recordar que sólo se pesca utilizando las artes tradicionales y éso conlleva un esfuerzo físico importante. Es decir, puedes estar toda una vida sin que te toque o que te llegue cuando ya es demasiado tarde. Ramón tenía mucha fé en su suerte y se reía cuando pensaba en sus posibilidades. Era el optimismo hecho carne.
Encabezando la pequeña tropa, nos llevó a ver las salinas que se habían recreado entre el espacio del Delta y el observatorio de aves.
Las antiguas habían sido sustituidas por una piscifactoría cuyos dueños eran antiguos jugadores del FC Barcelona (Beriguistain, Bakero y creo que Laudrup).
Las salinas son unas balsas artificiales donde el agua del mar se va evaporando gracias al efecto del sol y del viento, con el objetivo de conseguir sal común. Pero en estas aparecían otras clases de sales como la flor de sal, más pura y utilizada en alta cocina.
Después vimos un vídeo sobre el delta en el edificio de Espacio Delta como preámbulo de una de las más bonitas actividades que se pueden realizar en Món Natura: el avistamiento de aves.
En la terraza del edificio del observatorio han emplazado 5 ó 6 potentes telescopios que pueden ser usados por los visitantes. Ramón conocía a la perfección las aves que pueblan las lagunas y nos mostró varias de las 36 especies que se pueden llegar a observar al mismo tiempo.
Los preciosos flamencos, la elegante garza -y la majestuosa garza real– y las águilas pescadoras me impresionaron sobre todas las demás. Nuestro genio las iba localizando sin ningún problema y nos dejaba el telescopio listo, con el ave de turno perfectamente enfocada.
Pasamos un buen rato en aquella terraza mientras el Sol comenzaba a recorrer los últimos estadios de su viaje diario.
Se nos acababa el tiempo porque debíamos coger un tren que nos llevara a Salou esa misma tarde, pero aún tuvimos tiempo de conocer, un poco más de cerca, cómo era la vida de los pescadores de las lagunas.
Ramón nos mostró primero las artes de pesca que estaban expuestas al aire libre para después llevarnos a una de las barcas ligeras con las que estos supervivientes de la historia y las tradiciones se mueven por los canales. Llegados al embarcadero, Juan Carlos y un servidor saltamos a una de las barcas y nuestro guía cogió una de las perchas -palos alargados como los que usan los gondoleros en Venecia- y comenzó a impulsarnos por el estrecho canal.
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Aunque el recorrido fue muy corto, ambos pudimos probarnos en el arte del manejo de las barcas. La cosa es algo complicada pero creo que, si nos toca una de las licencias, algo podriamos aprovecharla.
Nos despedimos de Ramón totalmente encantados y sorprendidos por una visita de la que no sabíamos ni esperábamos mucho. Totalmente recomendable para todo tipo de público que tenga algo de curiosidad por la fauna, flora y tradiciones del delta del Ebro.
Esperemos que las chapuzas y experimentos con gas(esosa) que están haciendo por ahí no se lo carguen!
El Delta de l’Ebre es uno de los paisajes más encantadores que tenemos por aqui :)