El pequeño pueblecito de Súa -situado en la región de Esmeraldas, al noroeste de Ecuador- está totalmente dedicado a dos actividades fundamentales: la pesca y el turismo.
Durante la mayor parte del año es la pesca la que permite que continúe la vida para los escasos habitantes de Súa que, en su inmensa mayoría, son bastante pobres (económicamente hablando, porque la alegría que desprenden es la típica de las gentes caribeñas).
Sin embargo, durante las vacaciones estivales, Semana Santa y otras festividades, el lugar está en ebullición por los turistas llegados de otras partes del país o del extranjero. No en vano, Esmeraldas es una de las zonas de playas más famosa del país.
Podréis encontrar alojamiento a lo largo de casi todo el paseo marítimo y en algunas otras calles cercanas a la playa, y los precios variarán, como es habitual, según la temporada y la calidad del lugar.
Nosotros llegamos a éso de las 5 de la mañana con noche aún cerrada y pocos gallos haciendo acto de presencia. Vagamos con nuestras mochilas por las calles desiertas pasando por algunos hostales, cabañas y complejos algo más elaborados sin ver ni una sola luz. Llegando ya casi al paseo marítimo -en segunda línea- vimos un hostal que sí tenía luz en una de sus ventanas. Después de 7 horas de buses y yendo con la madre y hermana de nuestra amiga francesa Myriam, no me lo pensé dos veces y aporreé la puerta del Hostal Steffani. Al poco salió un chico larguirucho con ojos legañosos pero la sonrisa puesta de buena mañana (más tarde descubriríamos que no se la quitaba nunca). Le dijimos que buscábamos alojamiento y se fue a por su padre.
Julio es la cabeza de una familia afroecuatoriana de creencias evangelistas que se desvivirán por tu comodidad en su humilde casa. Nos ofreció un precio que nos pareció muy bueno –4 dólares por persona y noche- por habitaciones triples que no compartimos con nadie. A ver, el lugar es muy muy básico, entran mosquitos por la noche -pero el ventilador los mantiene bastante a raya- y hay problemas con los cortes de agua en cuanto a la ducha. Pero sinceramente, prefiero dar mi dinero a la familia de Julio que al complejo de bungalows que hay en primera línea de playa y que ofrece mucho mejor cara y sólo cuestan 6 dólares la noche. Tened en cuenta de que fuimos en Abril y los precios en los meses de veranos serán siempre más elevados. Nosotros estábamos prácticamente solos en el pueblo.
En la tranquilidad de la vida de Súa, tuvimos largas conversaciones con Julio, un hombre de una bondad increíble que había aprovechado un préstamo del Gobierno a interés muy bajo -concedido sólo a las personas más pobres del país- para acondicionar esa vieja a casa con el fin de acoger viajeros. Evangelista y de firmes creencias religiosas, dedica todo su tiempo a su negocio y a cuidar de su familia: mujer, hijo, nuera y nieto. Su hijo vende marisco y pescado en el pueblo y otras localidades de los alrededores para ayudar a sacar adelante a la familia en la época en que casi no hay turismo.
Sin duda una bonita forma de ayudar a los que lo necesitan y que hará tu estancia aún más placentera. ¡Un abrazo Julio!