A camino entre Dakar y Saint-Louis, en la gran costa Atlántica de Senegal, se extiende el desierto de Lampoul en la región de Sahel. Sus dunas llegan a superar los 30 metros de altura y terminan en un largo recorrido frente al océano.
Tras visitar el lago Rosa, final mítica del rally parís – Dakar, llegamos a la población de Lampoul donde nos subimos a un 4×4 que nos dejó en unas haimas en medio del desierto. No esperéis encontraros en el corazón del Sahara donde apenas parece existir vida vegetal a 360 grados. En Lampoul crecen eucaliptos y arbustos que parecen encontrar agua del lugar más insospechado. Los propios habitantes de Sahel han ido plantando eucaliptos para evitar lo que parece una irremediable invasión de la arena a los pueblos cercanos.
Al llegar al desierto procedimos a realizar el clásico recorrido en dromedario atravesando dunas y disfrutando de las bellas y extensas vistas a nuestro alrededor. No llegamos a ver el mar, a pesar de encontrarnos a unos 6 kilómetros de él, apenas realizamos un paseo de media hora para tener un contacto con la zona y el desierto de Lampoul.
Por el camino nos encontramos a un par de locales ascendiendo dunas a base de saltos con la fuerza de sus cuádriceps. Una visión que me sorprendió y por lo visto eran un par de senegaleses aficionados al deporte nacional del país, el más famoso entre todos y no es precisamente el fútbol sino la lucha libre que más tarde conoceríamos muy de cerca -y con el taparrabos puesto incluido!-.
Las carpas y haimas en las que nos alojamos estaban mucho mejor acondicionadas que en otras donde había dormido anteriormente (en el desierto de Marruecos, Túnez o Rajasthan). Se trataban de tiendas de un espacio de 4 camas cada una y con un confortable baño occidental con retrete y lavadero que se podía acceder desde la puerta trasera de la tienda.
Disfrutamos de una buena cena consistente en frijoles con verdura y cuscús con carne de cebú -bastante similar a la ternera- y olivas. El clásico té en el desierto estuvo amenizado con yembes y una hoguera bajo las estrellas. La luna mostraba su esfera más perfecta y es en lugares alejados de la civilización como en el desierto donde te sientes más cerca del infinito universo donde habitamos y eres consciente de la pequeñez de nuestras andaduras.
Durante la noche me escapé de la tienda y seguí a la luna con la cámara con la bonita estampa que ofrecía tras la alargada figura de los eucaliptos y el perfil redondeado de las dunas.
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Si os encontráis en Sahel durante noviembre no os podéis perder el festival de música que tiene lugar en esta zona del país. En el desierto de Lompoul se reúnen todo tipo de artistas ofreciendo un gran espectáculo.
Gran artículo Quique! Este es uno de mis viajes pendientes y tal y como lo has contado aún me apetece más!!