Llegas a Guatemala procedente de Madrid después de casi 12 horas de avión y, por esas cosas que nos recordó la peli de Willy Fog, resulta que la hora local es casi la misma que cuando saliste de España. Eran las cuatro y media de la tarde y conseguimos estar despiertos un rato más para minimizar los efectos del jetlag. Sentados en el hall del hotel repasamos nuestro programa con nuestra querida guía Luisa.
Fue así como supe que durante la primera mañana de viaje probaría por primera vez la modalidad del canopy (o tirolina). Había pasado por varios países donde también se practica bastante pero, por unas razones u otras, al final nunca me había atado a un cable que te transporta, suspendido en el aire, por algunas centenas de metros.
Me desperté a las 4 de la mañana y esperé ansioso a que las primeras luces del alba entraran por el gran ventanal de mi habitación en el Holiday Inn de Ciudad de Guatemala. Como protesta por mi impaciencia el día llegó cargado de nubes. Desayuné rápido, montamos en nuestra furgoneta y el gran Byron se dispuso a conducir los 155 kilómetros que separan la capital del país del departamento de Sololá donde se encuentra el parque ecológico Chuiraxamoló.
La localidad donde se encuentra se llama Santa Clara y la mejor forma para acceder al parque es en transporte privado o formando parte del algún tour.
Llegamos a Chuiraxamoló sobre las 9 de la mañana y Alex nos esperaba cerca de la caseta principal del parque. Tras las presentaciones de rigor comenzó a explicarnos las características del parque ecológico con una jovialidad y ánimo que contagiaba al más mustio del lugar.
El parque ecológico Chuiraxamoló, creado en 2003, está situado en un enclave natural envidiable. Cerros, selva, volcanes y el imponente e inmenso lago Atitlán, alrededor del cual se concentra la vida en multitud de pequeños pueblos con nombres de apóstoles. Sobre la vida en el lago os hablaré en el próximo artículo.
Esta obra de arte natural hace que el parque pueda ofrecer una gran variedad de actividades al visitante. Para los más aventureros tienen el Canopy y rapel, ofertando observación de aves, paseos en bicicleta de montaña y trekking para los que no son tan amigos de los chutes de adrenalina. Tiene, además, zonas habilitadas para realizar acampada.
Una gran ventaja que diferencia a Chuiraxamoló de otros parques del estilo -tanto en Guatemala como en otros países cercanos y famosos por estas actividades, como Costa Rica- es el precio. Al ser un parque municipal puede presumir de ser el más barato de Guatemala. Para realizar canopy tienen dos cables, uno de 150 metros de largo y otro de 400 metros (con 200 de profundidad). Lo que pagas por probar ambos es 100 Q (algo menos de 10 Euros al cambio) para turistas extranjeros, 50 Q para nacionales y 20 Q para locales. El rapel cuesta sólo 30 Q para los extranjeros.
Otra característica que lo diferencia de la mayoría -y, para mí, lo hace mejor- es que el cable del canopy no va de árbol a árbol sino de cerro a cerro.
Tras la charla informativa nos pusimos el equipo (pantalones largos, casco, guantes, arnés y polea) y comenzamos a caminar la escasa distancia que nos separaba del primer cable de 150 metros. La senda nos llevaba entre los árboles de un espeso bosque hasta que se abrió un pequeño claro en alto. Allí unas cuantas familias locales estaban sentadas en círculo mientras una especie de predicador les hablaba de Dios y sus bondades a voz en grito. En un momento dado una guitarra se unió al coro y el éxtasis comenzó a apoderarse de los parroquianos. Los españoles trajeron el catolicismo al Nuevo Mundo y ahora está mucho más arraigado allí que en España. La prueba que nos faltaba la encontramos tan sólo unos metros más adelante. Tres mujeres jóvenes rezaban arrodilladas, dando con su frente en el barro marrón en movimientos monótonos de balanceo. Luisa nos comentó que pedían por sus familiares y ellos mismos.
Tras esto volvimos al mundo pagano y llegamos a la primera plataforma. Uno a uno fuimos lanzándonos por el cable adoptando la postura tradicional: brazos estirados cogiendo el instrumento que contiene la polea y piernas semiencogidas. Primera regla de oro: nunca se os ocurra poner las manos en el cable. En ese caso, ni siquiera los guantes os protegerán de una buena herida.
El trayecto pasó como el rayo. Se alcanza una buena velocidad y apenas pude fijarme en el paisaje con el chute de adrenalina que me hizo gritar y reír. Todo al mismo tiempo.
La ruta que lleva hacia el segundo cable es algo más larga y la zona boscosa más espesa. Con el equipo puesto no tardé en comenzar a sudar y admito que me alegré cuando por fin divisamos la segunda plataforma. La niebla había ido avanzando durante el día y ahora una densa bruma ocultaba a nuestros ojos gran parte del paisaje. Parecía que la niebla se tragaba el cable. Alex me explicó en ese momento que había otra forma más divertida de hacer el vuelo. A lo Superman. Es decir, te enganchan a la polea por la parte baja de la espalda y tú saltas de la plataforma como Superman.
Decidí probar la sugerencia de Alex y esa sensación -que dura unos segundos- de creer que te vas de boca sobre el bosque no tiene precio. Esta vez sí observé las copas de los árboles ahí abajo y la niebla se apartó un segundo para dejarme contemplar el grandioso lago Atitlán. Estaba emocionado cuando el ayudante de Alex me frenó en el otro extremo del cable. Me senté a contemplar el vuelo de mis compañeros Sele e Inés (mirad el vídeo que grabó Inés), que lo disfrutaron tanto como yo.
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Me habría gustado disponer de más tiempo para volverme a lanzar sobre aquellos bosques impenetrables y probar el rapel. Lo apunto para la próxima visita.
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Qué bueno Jordi! A Costa Rica le tengo ganas yo también…y 800 metros son muchos metros!
Yo tuve la experiencia en Costa Rica y la verdad que es brutal. Uno de los tramos tenia 800 metros, que se dice pronto…
En Guatemala estuve hace 5 meses y en Atitlán vimos otro que me tentaba, en la Reserva Atitlán (le dediqué un post). Sin embargo, iba con el niño y no me atreví. Otra vez será…
Wow! … y perderse por la niebla! … inquietante