Viaje a Lanzarote (1): Parque Nacional de Timanfaya

Tuvimos que traernos con nosotros la lluvia de Dublín para descubrir a fondo que la isla canaria de Lanzarote es mucho más que un lugar donde los guiris se dedican a ponerse gamba tirados en la playa por la mañana para meterse después entre pecho y espalda unas tapitas «made in Spain» mojadas con sangría.

¿Para qué engañarnos?.Trás 5 años en Dublín y un verano en el que se batió el record de días consecutivos lloviendo – 43 días – íbamos buscando el sol sempiterno de las Canarias como el que más. Pero al caer las primeras gotas nada más bajar del avión, nos dimos cuenta de que se nos había olvidado dejarnos algo en casa: la lluvia.

Por suerte habíamos alquilado un coche para toda la semana (al precio de 100 Euros para toda la semana con seguro y conductor adicional incluido en la compañía Pluscar) y empezamos a explorar la isla trás un fallido intento de aprovechar la playa el primer día de estancia.

Para mí, amante de la improvisación y de la aventura, era la primera vez en mi vida que viajaba con un pack preparado que incluía los billetes de avión y alojamiento de 7 noches en unos apartamentos bastante decentes. La verdad es que es increíble ver que estas ofertas son a veces más económicas en países como Irlanda o Inglaterra que si partes desde la Península Ibérica. Se pueden conseguir en Dublín por precios que van desde los 250 euros a los 400, dependiendo de la temporada y la calidad del alojamiento.

Lanzarote es una isla volcánica que te hace sentir como si estuvieras caminando por la Luna. El paisaje general está compuesto por rocas polimórficas de diferentes tonalidades de grises, marrones y negros, salpicado por pequeñas casitas blancas – generalmente de una sola altura, preservando la uniformidad y la atmósfera de la isla – y un par de agrupamientos turísticos más importantes en la zona del Puerto del Carmen y Arrecife.

La primera parada de nuestro periplo por la isla fue el Parque Nacional de Timanfaya.

Saliendo con el coche de Puerto del Carmen tomamos rumbo a Mácher y después Yaiza para, poco después – la distancia más lejana entre dos puntos en lanzarote apenas rebasa los 60 kilómetros – pasar el cartel con el famoso demonio de la Isla que anunciaba la entrada al Parque. A partir de ese punto desaparecen la escasas casitas blancas del paisaje y entras en la Luna.

La carretera de doble sentido es estrecha y carece de arcenes para evitar que los coches se detengan en puntos distintos a los habilitados por los guardas del Parque. Aunque entiendo la razón, no podía dejar de sentir la atracción que ejercían sobre mí aquellas montañas y rocas lunares y me habría gustado parar el coche en cualquier sitio y aventurarme por mi cuenta en aquel paisaje de otro mundo.

Existe una primera parada voluntaria para aquellos que quieran montarse a los lados de las jorobas de un camello. No lo hice porque ya monté en Jaisalmer (India) y ésto no tenía nada que ver: un recorrido de pocos metros, 2 personas por camello a los lados en sillitas y el animal a trote cochinero. La verdad es que el resultado no parecía nada apasionante. Así que condujimos unos metros más hasta el puesto de control donde se abona una entrada de 8 euros por persona. Desde allí, ascendiendo unos metros, se llega a un restaurante famoso por sus pollos asados al calor del aire caliente que sube de las entrañas de la tierra. El autobús que hace el tour – de, aproximadamente, unos 30 minutos – sale desde ahí.

La voz que habla por los altavoces del autocar te va contando cosas como las crónicas de un cura que narró el terremoto del siglo XIX, la historia evolutiva del parque y los tipos de vida animal o vegetal que allí se encuentran.

Iberia Express

Lo dicho: hay que visitarlo porque es de una extrañeza y belleza excepcional, pero sin duda ganaría muchísimo si pudieras tener más libertad a la hora de explorarlo. Aunque claro, ya nos conocemos, y en unos pocos meses acabaría todo el parque lleno de mierda por los desperdicios de gente desconsiderada y esa misma gente despeñándose por los volcanes.

Y lo primero sería una tragedia…

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