Generalmente Doha suele ser un destino de escala donde la gente aprovecha para visitar la moderna capital qatarí antes de desplazarse a su destino final. De hecho, si lo hacéis con Qatar Airways os ofrecerán un tour gratuito de unas tres horas. Si queréis más información la encontraréis en nuestro anterior artículo dedicado a las visitas imprescindibles en Doha.
No obstante, Qatar bien merece pasar alguna noche. No sólo para conocer sus espectaculares hoteles por dentro y contemplar sus rascacielos iluminados durante la noche sino también para disfrutar de sus playas apenas pisadas por el turista o darse un auténtico festival de adrenalina cabalgando en 4×4 sobre las dunas de su extenso desierto.
De hecho, Qatar y la península arábiga por extensión, es un enorme desierto donde la gente habita en las grandes ciudades y el interior ha quedado prácticamente a merced de la naturaleza. En este ecosistema seco y de temperaturas extremas las dunas son las auténticas protagonistas y existen varios tours con los que os llevarán a contemplar preciosas estampas de un desierto sin contaminación visual.
Nosotros nos subimos con la agencia Gulf Adventures, con guía en castellano, que nos llevó a recorrer una buena parte del desierto en 4×4, pegarnos un buen baño en las cristalinas aguas del Golfo Pérsico y recuperar fuerzas a base de un buen festín de productos de la región en una haima debidamente acondicionada.
Nos vinieron a recoger en el hotel y en una hora aproximadamente salimos de Qatar. Es en esos momentos cuando uno despierta y es consciente de hallarse en una ciudad medio artificial donde la ciudad es un adherido recientemente al escenario que realmente reina en Qatar, el gran desierto. Doha es la ciruela en almíbar que colocas sobre el gran pastel, en este caso de arena fina e interminable. A pocos kilómetros de abandonar Doha, el gran desierto de la península arábiga aparece con toda su extensión. Un desierto blanco, de arena fina, con extensas dunas donde apenas aparece la vegetación.
En otros países donde he visitado el desierto. Este no suele aparecer tan de repente. Normalmente existe una progresión paulatina donde la vegetación va mermando a medida que el clima es más extremo. Hablo de lugares como el desierto de Marruecos, el desierto de Túnez, el desierto de Rajasthán, el desierto de Senegal, el desierto de Jordania o el desierto de Perú.
En Qatar, el desierto en su máxima extensión ya se encuentra a tus pies, aunque esté camuflado con grandes rascacielos o jardines regados a diario.
Con los 4×4 antes de iniciar la travesía siguiendo el llamado Safari al Mar Interior repostamos y deshincharon las ruedas para una mejor conducción sobre las dunas. Nuestro piloto nos avisó de que íbamos a disfrutar de lo lindo, metió reggaeton a tope en su equipo de música y a ritmo de Me gusta la gasolina empezamos a subir y bajar dunas que parecían verticales, horizontales, diagonales y de todo tipo. Bajadas a lo loco, subidas a todo gas, derrapes en paralelo con la arena devorando por completo las ventanas. Fue una experiencia de las que gritas cada cinco minutos y ya estás esperando la siguiente para pegar otro grito.
Por supuesto, las fotos desde el interior del coche apenas salieron bien al movernos tanto y al encontrarnos con tanta arena frente al parabrisas.
Tras más de una hora de conducción sobre las espectaculares dunas llegamos a lo alto de un terraplén donde disfrutamos de unas preciosas vistas al Golfo Pérsico y a lo lejos los Emiratos Árabes e Irán.
Seguidamente bajamos hasta la costa donde nos esperaba un mar calmado en contraste con la adrenalina que llevábamos encima tras la aparentemente temeraria pero hábil y segura conducción sobre el desierto. Al menos yo me dejé ir sin dudarlo a las manos expertas de nuestro piloto que sabía bien lo que llevaba entre manos.
Un baño a una temperatura ideal nos entró de maravilla y seguidamente nos dirigimos a una haima donde engullimos todo tipo de productos elaborados ahí mismo, con su barbacoa, especies, ensaladas y bebidas. Para las chicas comentar que en estas playas alejadas de Doha no es necesario llevar el burkini para bañarse en el agua. No encontramos a nadie en la playa y era uno de esos enclaves que colocas por arte de magia en otro destino del mundo y estaría repleto de hoteles gigantes y tiendas de souvenires. Uno de los encantos de visitar un país todavía lejos de una masiva explotación turística.
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Me quedé con las ganas de submergirme y descubrir su fondo marino, sin duda tenía pinta de estar a níveles del mar rojo en Egipto o similares.