«A la mañana siguiente, cuando el viajero se asomo a la Plaza de la hora y entró de verdad y para su uso, en Pastrana, la primera sensación que tuvo fue la de encontrarse con una ciudad medieval, una gran ciudad medieval»
Estas palabras dedicó el gran Camilo José Cela, ganador del Premio Nobel de Literatura, a Pastrana, villa por la que pasó en su famoso periplo por la provincia de Guadalajara. Y digo famoso porque de las notas que tomó durante aquel peregrinaje a la antigua usanza (caminando y con un hatillo a la espalda), saldría el libro de Viaje a La Alcarria, una de las obras más celebradas y recordadas del gran Don Camilo.
El año pasado, más o menos por estas fechas, tuve la fortuna de poder seguir parte de la ruta de Don Camilo, pero con muchas más comodidades. No llegué a Pastrana a pie, sino montado en un pequeño autobús que nos acompañó durante todo el fin de semana.
Sin embargo, las sensaciones que describe Don Camilo en esas dos frases introductorias yo también las sentí al asomarme a ese entramado de calle medievales que es Pastrana. Pero no adelantemos acontecimientos.
¿Cómo llegar a Pastrana?
Pues, salvo que quieras caminar tanto como Don Camilo, lo más normal es hacerlo en coche.
Para llegar a Pastrana desde Madrid por carretera, debes coger la A-2 hasta Guadalajara. Después, toma la N-320 dirección Cuenca, hasta la salida 239, que te lleva a Pastrana.
La opción del autobús también es válida desde Guadalajara.
Personalidades famosas de Pastrana
En las crónicas históricas de Pastrana, dos nombres resaltan por encima de todos los demás (y no, ninguno de los dos es Camilo José Cela): Teresa de Jesús (que se convertiría en Santa Teresa de Jesús) y Ana de Mendoza de la Cerda y de Silva y Álvarez de Toledo, más conocida en Pastrana como la Princesa de Éboli.
La fundadora de las carmelitas descalzas vivió durante largos años en Pastrana y de hecho, no tuvo una buena relación con la Princesa de Éboli, ya que fueron coetáneas y esta última quiso ser monja de la orden de Santa Teresa, causando el disgusto de esta ya que la princesa no parecía muy dispuesta a abandonar la mayor parte de sus privilegios mundanos.
De hecho, la Princesa de Éboli acabaría escribiendo una biografía tergiversada de Santa Teresa que fue prohibida durante diez años por la Inquisición.
La Princesa de Éboli tuvo diez hijos con Ruy Gómez de Silva – ambos están enterrados en la Colegiata de Pastrana -, noble portugués y valido del poderoso monarca español Felipe II.
De hecho, tras fallecer su marido, se habló de un posible romance entre la princesa y Felipe II, cosa que pareció desmentirse – o todo lo contrario – cuando Felipe II ordenó la reclusión de la princesa en su palacio ducal de Pastrana (duquesa de Pastrana era uno de sus títulos nobiliarios). No salió de él hasta su muerte (en 1592), pasando 11 años de encierro.Y fue allí, en la Plaza de la Hora que se encuentra frente al palacio ducal, donde comenzaríamos nuestra visita a Pastrana, aunque fuera solo para comprobar lo que había afirmado Don Camilo: «Pastrana es mucho pueblo para patearselo en un día»
Qué ver en Pastrana
«Pastrana es una ciudad con calles de nombres hermosos, llenos de sugerencias: calle de las Damas, del
Toro, de las Chimeneas, calle de Santa María, del Altozano, del Regachal, calle del Higueral, del Heruelo, de Moratín»
Pincha aquí para hacer tu reserva.
Pero no son solo los nombres de las calles las cosas bellas de Pastrana.
El palacio ducal fue construido en el siglo XVI y su fachada renacentista es obra de Alonso de Covarrubias.
Desde el palacio, coges una de esas calles de bonito nombre a las que se refería Don Camilo y subes hacia la Colegiata de Nuestra Señora de la Asunción, del siglo XIV.
Pasamos casi de puntillas por su interior de tres naves para bajar hacia la cripta y satisfacer lo antes posible el morbo de observar las tumbas de los Duques de Pastrana. Me pareció imposible que los personajes protagonistas de la historia que nos había contado, se encontrasen al alcance de la mano, pero solo sus huesos y en ataudes de mármol o piedra.
Satisfecho el tema del morbo, me quedé maravillado al contemplar los preciosos tapices flamencos de finales del siglo XV. El párroco del lugar nos explicaba la historia de cada tapiz que, principalmente, representaban batallas entre cristianos e infieles. El nivel de detalle y el color intenso de los mismo me dejó totalmente cautivado.
También visitamos el Convento de San José, fundado por Santa Teresa de Jesús y caminamos por las calles medievales de Pastrana, en las cuales se construyeron, en su momento de esplendor (siglos XVI y XVII) conventos (San Francisco y San Pedro), palacios (de la Inquisición y los Burgos), plazas (del Deán y de Toros) y casonas nobles (como la de Moratinos, donde vivió una temporada el escritor Leandro Fernández de Moratinos).
Tan solo estuvimos una tarde en Pastrana y pude comprobar que Don Camilo tenía razón. La próxima vez espero poder tener el tiempo necesario para ver Pastrana como se merece: con detenimiento e inhalando el aire de la Historia.