Porto Santo y Madeira son como la cara y la cruz, como la luna y el sol.
Voy a matizarlo: más que opuestos son complementarios, y por eso viajar al Archipiélago de Madeira debe llevar aparejado hacer una escapada a Porto Santo, de al menos un día, preferiblemente también una noche.
¿Qué hace tan especial a Porto Santo respecto a Madeira? Donde Madeira tiene montañas pegadas hombro con hombro, Porto Santo tiene alturas menos impresionantes pero también respetables. Donde una tiene bosques tupidos, jungla tropical, la otra tiene campiña. Mientras Madeira tiene piscinas naturales, playas de callaos o artificiales, a poco más de 40 km de distancia Porto Santo tiene la playa.
Índice de contenidos
La Playa de Porto Santo
Son 9 km ininterrumpidos de una playa que es difícil ver abarrotada, aunque a Porto Santo la conozcan los locales como “la playa de Madeira”.
No sólo sirve para tomar el sol, con moderación, sino que la arena tiene propiedades terapéuticas. Puede que no sea como el lodo del Mar Muerto, pero la calcita que contiene ayuda en enfermedades reumáticas y similares. El agua también es saludable, sin tratarse de un balneario, claro está.
Pasear por la orilla es terapéutico para el cuerpo y la mente. Si además, al final de la playa de Porto Santo, te detienes a comer en el Restaurante Ponta da Calheta, lo será para el estómago.
Los Miradores de Porto Santo
Porto Santo es una isla pegada a una playa y eso se aprecia perfectamente desde los puntos de vista que ofrecen sus miradores. Los miradores de Porto Santo no se encuentran muy elevados (la mayor altura de la isla son los 517 m del Pico do Facho) pero al ser la propia isla bastante llana en el suroeste, lo que se aprecia bien es su extensión.
El Miradouro da Portela se encuentra al norte de la playa y junto a él hay un pequeño campo donde se pueden ver unos curiosos artefactos: molinos de viento móviles,
Al contrario de esos gigantes blancos que nuestro Don Quijote imaginó animados por espíritus belicosos, los pequeños molinos de viento móviles de madera eran movidos por los portosantenses, conforme cambiaban las corrientes de aire, para una mayor eficacia en su labor.
De esos narigudos y achaparrados edificios con ruedas llegaron a verse hasta 41 por los campos de Porto Santo, pero hoy sólo quedan 5 en buen estado de conservación, restaurados por sus propietarios, y uno de ellos es un bar que me hubiera gustado visitar (porque debe ser de los bares más pequeños del mundo, no porque sea yo de visitar bares ni me interese probar alguno de los 22 tipos de licores diferentes que se producen en la isla).
Al sur de la playa se encuentra el Miradouro das Flores, un alto que ofrece prácticamente vistas de 360 grados sobre Porto Santo. A la izquierda, la casi totalidad de la extensión de la isla, con el Pico de Facho enorme en la distancia, la capital de Porto Santo, Vila Baleira, y, por supuesto, la playa y Calheta, con el Islote de Cal frente a nosotros.
Casa tradicional de Porto Santo
Mucho paisaje y pocas casas ante nuestros ojos, la mayoría modernas (la población fuera de temporada es de menos de 6.000 personas, pero se multiplica por 5 en temporada alta), pero si queremos ver cómo es una casa tradicional de Porto Santo, debemos ir a la Casa da Serra.
La Casa da Serra se encuentra en la Serra de Dentro, pasada la Serra de Fora (verídico), a unos metros de la ER111, camino de la Ponta do Miguel.
Abierta al público por su propietario, el Sr. Lomelino, que ejerce de guía infatigable, es gratuito el acceso a la Casa de Serra y además tenemos la oportunidad de probar algún producto típico que nos ofrezca.
Un jardín con vistas a la montaña y al mar es el prólogo exterior a unos interiores cargados de historia. No sólo materiales y técnicas tradicionales de construcción, también aparecen objetos del día a día y auténticas piezas de museo, como el primer teléfono que llegó a la isla en los años 50.
Pincha aquí para hacer tu reserva.
Naturaleza prehistórica
Muy cerca de la pista del pequeño aeropuerto de Porto Santo se encuentran unas curiosas dunas. Lo son por dos motivos, ya que por un lado no están a la orilla del mar sino por encima de este y por otro no son simplemente masas de arena.
Acércate a las dunas y obsérvalas de cerca. Verás que están plagadas de pequeños fósiles de animales, esas conchas son todo lo que queda hoy de la vida animal sepultada por la arena tras la formación de la isla.
Otro punto de interés para los aficionados a la geología es el Pico Ana Ferreira, donde se observan las columnas pétreas de mugearita.
Estas rocas magmáticas son los restos de una cámara volcánica desgastada por la erosión, y es un raro espectáculo puesto que las líneas rectas no abundan en la Naturaleza.
En toda la isla sólo hay 19 taxis así que si te quieres mover por ella en temporada alta más allá de Vila Baleira, las opciones son caminar, bicicleta o alguna empresa de tours como Lazermar, la que yo utilicé.
Severiano Ballesteros diseñó el campo de golf de la isla, así que si te gusta darle golpes a la bola, aquí lo harás en un recorrido inspirado por un campeón
Árboles y aves: Jardín Botánico “Quinta das Palmeiras”
Si es curioso encontrarse con un oasis en un desierto, no lo es menos descubrir palmeras en una isla cuya principal fuente de agua es básicamente una planta desalinizadora.
Pero la terca mano de un hombre empeñado en crear aquí un vergel se mantuvo durante 8 años sin torcer. A base de traer agua, fue creando las condiciones para plantar todo tipo de especies vegetales, aunque las más obvias desde la distancia son las palmeras.
Además, una pequeña selección de aves sobrevive en el jardín botánico de Quinta das Palmeiras, principalmente loros, cacatúas y faisanes, algunos de ellos apadrinados por visitas u organizaciones.
La Casa de Cristobal Colón
Si Porto Santo fue descubierta por azar, por marinos que encontraron aquí refugio de una tormenta en 1418, otro marinero que vio su vida favorecida por el azar tuvo en Porto Santo temporalmente su residencia.
Hablo de Cristobal Colón, el hombre que buscando un atajo encontró un continente. Casado con Filipa Moniz Perestrelo, hija del Gobernador de la isla, vivió en Vila Baleira, la capital de la isla, durante unos años mientras exploraba el África Occidental.
La mano de ese hombre que apunta desde Barcelona al horizonte se nota en los objetos y expositores disponibles en la Casa Museo de Cristobal Colón en Porto Santo. Notas sobre sus viajes, antecedentes históricos y biográficos nos sitúan en el comienzo de la época dorada del descubrimiento de un Nuevo Mundo.
Adicionalmente, restos rescatados del naufragio del galeón Sloot ter Hooge (de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales) ponen un doble contrapunto a la vida de Colón, al presentarnos a una tercera potencia marítima involucrada en las exploraciones del momento, no exentas de riesgo.
Porto Santo es en resumen una pequeña isla que se recorre rápidamente en coche o fácilmente en bicicleta. La playa de Madeira es una calurosa escapada, en forma de kilométrica playa, en la que pasar un par de días o tres de contraste frente a la jungla exhuberante y montañosa que rodea a Funchal.
Porto Santo es accesible de dos maneras, en avión y en barco. El avión – un pequeño turbohélice de apenas 20 plazas – llega desde el aeropuerto de Funchal en sólo 15 minutos.
El ferri es más barato pero tarda unas 2,5 horas en hacer el recorrido hasta Porto Santo , así que hay que armarse de paciencia o confiar en – y es muy probable – ver cetáceos para entretenerse por el camino.
Este es Porto Santo en Google Maps.