Unas decenas de metros al este de la Catedral de Glasgow (también conocida como la Catedral de San Mungo o la de San Kentigern) se levanta una pequeña colina que, dada la orografía plana de Glasgow, ofrece las mejoras vistas de la ciudad. Eso sí, las compartirás con las más de 3.500 tumbas de la gente que vino a buscar su descanso eterno a la Necrópolis de Glasgow. Bueno, en realidad se dice que aunque haya unas 3.500 lápidas y mausoleos, pero son 50.000 las almas que reposan en la bella Necrópolis de Glasgow.
Yo tuve la suerte – desgracia para la mayoría – de encontrarme la colina de la Necrópolis totalmente cubierta por un manto de nieve. El frío era intenso, pero el aspecto tétrico, melancólico y misterioso del lugar hizo que su interés se multiplicara por 10 a mis ojos.
Caminé entre las tumbas de las zonas más elevadas de la colina totalmente en solitario y abriéndome paso, equipado con unas buenas botas de montaña, con la nieve casi hasta la rodilla. Pasé algo más de una hora en el lugar, porque el frío era intenso. Aunque no cogí ningún guía (dudo que nadie quisiera haberme guiado en un fin de semana como aquel), hay tour organizados por la asociación llamada «The Friends of Glasgow Necropolis«.
Sin embargo, a pesar de no haberme empapado de las curiosas historias de los muchos personajes – tanto célebres como desconocidos – que allí están enterrados, reconozco que disfruté de la experiencia en solitario como un chico con zapatos nuevos.
Para compensar la falta de rigor histórico en mi visita, aquí os dejo un pedacito de historia de la Necrópolis de Glasgow.

Índice de contenidos
Historia de la Necrópolis de Glasgow
La Necrópolis de Glasgow no nació siendo un cementerio.
En el año 1650, la Merchants’ House (Casa de los Mercaderes) compró las tierras de esta colina. Como su parte oeste era rocosa y no se podía construir sobre ella, se plantaron abetos y fue conocida como el Parque de los Abetos (Fir Park). Sin embargo, en 1804 los abetos del parque comenzaron a morir y fueron reemplazados por sauces y olmos, convirtiéndolo en un típico parque victoriano que era una de las zonas verdes más importantes de Glasgow.

En 1825 se puso la primera piedra del monumento a John Knox (teólogo y escritor que lideró la Reforma protestante escocesa en el siglo XVI) que aún hoy corona la Necrópolis.
En 1831 la Merchants’ House convocó un concurso público para que la gente diera ideas de cómo convertir la colina en un cementerio digno de admiración.
Finalmente, la decisión se llevó a cabo en 1832, cuando se enterró aquí a Joseph Levi, un joyero judío que tuvo el honor de ser el primer inquilino de este cementerio. Desde el principio, se quiso que aquí se pudiera enterrar a gente de todas las religiones y clases. En 1833, corroborando esto, se enterró a la primera mujer cristiana, Elizabeth Miles.
Hoy en día, la Necrópolis de Glasgow tiene una extensión de 15 hectáreas. Hay unas 50.000 personas enterradas y unas 3.500 tumbas construidas de hasta 5 metros de profundidad, con muros de piedra y separaciones de ladrillos.
La Necrópolis de Glasgow fue uno de los pocos cementerios de la época que mantuvieron un historial de la gente enterrada, incluyendo edad, profesión, sexo y causa de la muerte.
Visita a la Necrópolis de Glasgow
Crucé el puente que llevaba de la catedral a la Necrópolis con total parsimonia. Una placa de hielo hacía que fuera lo más aconsejable si no quería acabar estampado contra el suelo.
El lugar tenía un aspecto fantasmagórico, con la nieve cubriendo todas las tumbas y monumentos, y tan solo unos valientes ascendiendo as cuestas que llevaban al corazón del cementerio.
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Subí hasta la parte más alta – donde la nieve era más profunda – mientras admiraba lo que sobresalía de esas estatuas y esculturas creadas por arquitectos y escultores de los siglos XIX y XX de la talla de Alexander ‘Greek’ Thomson o Charles Rennie Macintosh.
Leía nombres en las lápidas de gente totalmente desconocida. Siempre me han llamado la atención los cementerios. Me habría gustado saber la historia de la gente que yacía allí. A qué dedicaron su vida, qué estaban pensando o viviendo cuando les llegó la muerte… Si aprovecharon al máximo este divino – y efímero – tiempo que se nos ha concedido sobre la tierra… Son lugares que invitan a la reflexión, incluso aunque las vistas no sean tan bellas como las que tenía yo ese día, con toda la ciudad nevada. A mis pies, el río Clyde aparecía como un puñal grisáceo que cortaba en dos el manto blanco de Glasgow. Glasgow Green (el parque más grande y famoso de la ciudad) era ese día Glasgow White y el frío intenso me hacía llorar los ojos.
Un lugar que debe de ser precioso en primavera, pero que me pareció de lo más atractivo en ese modo invernal.
La Catedral de San Mungo (Catedral de Glasgow)

Al descender de la parte alta de la Necrópolis de Glasgow regresé al puente y entré en el patio delantero de la Catedral de Glasgow.
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Esta joya del gótico fue construida en 1136, siendo, por tanto, una catedral católica, anterior a la Reforma. Sin embargo, tras el triunfo del protestantismo en las islas británicas, la catedral adoptó este culto, salvándose así de la destrucción. Fue toda una suerte, porque es una de las dos únicas catedrales medievales que quedaron intactas en Esocia tras la Reforma.
Aunque el edificio principal es del siglo XII, se hicieron varias reformas en los siglos venideros (como las torres, que son del XV). Las enormes vidrieras con obras contemporáneas y una cripta del siglo XIII conserva los restos de San Mungo, el patrón de Glasgow.
En este mismo lugar, William Turnbull, obispo de Glasgow entre 1448 y 1454, fundó la Universidad de Glasgow en 1451. Nueve años después, la universidad se trasladó fuera del recinto de la catedral, a un lugar cercano a la calle High Street, antes de instalarse definitivamente en su lugar actual: Gilmorehill (1870).
Información práctica para visita la Catedral de Glasgow
Horarios:
De octubre a marzo:
Lunes a sábado: 10:00 a 15:30.
Domingo: 13:00 a 15:30.
De abril a septiembre:
Lunes a sábado: 9:30 a 17:00.
Domingo: 13:00 a 16:30.
Precio de la entrada:
La entrada es gratuita y hay tour guiados que llevan una hora.
Son gratuitos también, aunque es recomendable dejar una propina generosa.