El viaje que realicé a finales de abril a República Checa me ayudó a descubrir otro bello pedacito de este país admirable. Y es que Praga es una ciudad señorial y todo eso, pero lo cierto es que lo suyo es pedir al menos un par de semanas de vacaciones en el trabajo, alquilar un coche y recorrer los otros rincones del país que tanto merecen la pena.
En este viaje de 4 días, tras recorrer la ciudad de Pardubice y sus alrededores a fondo, pasamos un día en la tranquila localidad de Litomyšl.
Litomyšl me pareció una de esas ciudades en las que me quedaría a vivir una temporada. Llegamos a media tarde, visitamos un curioso museo y una microdestilería de cerveza, donde probamos sus distintas creaciones hasta el anochecer. Después dimos un paseo en la hora azul hasta nuestro hotel (que se encontraba junto a un pub en el que el Rey Juan Carlos I de España se había tomado una pinta de cerveza en su famosa visita a Litomyšl), en el que cenamos antes de salir a descubrir la noche de Litomyšl. La visita a la única discoteca cercana al centro fue toda una experiencia digna de recordar. Fue como si nos hubiéramos subido al DeLorean de Marty McFly y hubiéramos aterrizado en los años 80. Una risa sin fin.
A la mañana siguiente, y tras regresar al siglo XXI, exploramos el casco histórico de Litomyšl, presidido por la plaza medieval más larga de la República Checa.
Es un resumen de lo que vivimos en Litomyšl, pero aquí os dejo los pormenores de una visita que os recomiendo encarecidamente.
Un poco de historia de Litomyšl
La primera referencia escrita sobre Litomyšl data de 981, cuando se menciona una fortaleza propiedad de la familia Slavnik, unos nobles del lugar.
En 1140 se estableció un monasterio y a mitad del siglo XIII era la ciudad más poblada de Bohemia del Este. Durante el siglo XIV, época de esplendor de Litomyšl, se erigieron la mayoría de los bellos edificios del centro histórico de la ciudad.
En los siglos XVIII y XIX, Litomyšl sufrió varios incendios devastadores y una gran inundación, pero a todo ello resistió el castillo de la ciudad, que fue inscrito en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco en 1999.
Tras el paso de la época oscura de la Segunda Guerra Mundial y la ocupación soviética, Litomyšl se reveló como un gran centro cultural en el que las construcciones modernistas han mantenido la armonía con la parte antigua de la ciudad.
Qué ver en Litomyšl
Durante nuestra visita a Litomyšl vimos lugares muy dispares y curiosos (sin dejar de resaltar aquel pub/disco que nunca olvidaré):
El Museo de la locura de Josef Váchal
Cuando el pintor, grafista, ilustrador, escultor y escritor checo, Josef Váchal recibió la petición de su amigo y fan, el profesor y bibliotecario Josef Portman, para que pintara las paredes del interior de su casa con sus ilustraciones, nadie tuvo en consideración a los hijos del profesor.
Cuando entres a la casa museo de Portmoneum, más vale que sea de día en una alegre jornada primaveral, como hicimos nosotros. Las pinturas que encontrarás en el interior de la casa son, cuanto menos, inquietantes. Eso sí, también dignas de ver.
Y es que Josef Váchal sirvió en el frente italiano durante la Primera Guerra Mundial y después se pasó el resto de su vida intentando expulsar los demonios que poblaban su mente cada noche tras ser testigo de tantas atrocidades.
Váchal mezcla en sus espectaculares, vívidos y coloridos dibujos creencias cristianas, asiáticas, demoníacas, místicas y el Art Nouveau. El resultado es explosivo (y asfixiante para quien quisiera vivir allí).
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Los dibujos de la casa fueron acabados en 1924 y restaurados en 1990. Este museo – que se encuentra a 5 minutos caminando del centro y no os debéis perder – fue inaugurado en 1993.
Microcervecera Veselka
Tras la extraña sensación de desasosiego que nos dejaron las pinturas del gran Josef Váchal, necesitábamos algo que nos alegrara el alma. Lo encontramos en la microcervecera Veselka, donde un tipo con un carisma inacabable nos explicó el procedimiento que seguía para elaborar sus distintas clases de cerveza antes de que probáramos todas y cada una de ellas. No penséis mal, solo eran 4… Aunque ninguna de ellas bajaba de los 8 grados de graduación alcohólica.
Entre risas, cervezas y conversaciones nos pilló el atardecer.
Plaza de Smetana (Smetanovo náměstí)
Con sus 490 metros, la Plaza de Smetana es la más alargada de la República Checa. Es, además, el punto neurálgico de Litomyšl. Aquí, junto a la estatua del compositor Bedrich Smetana (nativo de la ciudad), se reúnen todos los ciudadanos la noche de Fin de Año.
Caminamos tranquilamente por ella un domingo por la mañana, cuando la ciudad aún dormía. Un trecho bajo las arcadas, otro trecho por el mismo centro (por donde pueden circular los coches), mientras admirábamos las coloridas fachadas de las distintas casas bajas construidas en estilos renacentista y barroco.
Entre ellas, destacan las número 61 y 62. La 62, conocida como la Casa de los Ciudadanos, data de 1546 y presenta estructuras renacentistas. La 61, el Nuevo Ayuntamiento, es de estilo barroco y fue construida en 1770. Y si hay un Nuevo Ayuntamiento, claramente indica que hubo un Viejo Ayuntamiento. Es el edificio de la gran torre. El más identificable de todos.
El Viejo Ayuntamiento fue levantado en 1418 y su reloj astronómico fue añadido en 1907. Es uno de los iconos de Litomyšl.
El mejor mirador para admirar la Plaza de Smetana en toda su plenitud se encuentra en la terraza del hotel Zlatá Hvezda. Nosotros tuvimos la suerte de poder subir a tomar fotografías desde allí.
La Iglesia del Encuentro de la Cruz Sagrada
Esta gran iglesia restaurada se encuentra casi junto al castillo y en su interior – enorme y sobrecogedor – se celebran conciertos, actos culturales y exposiciones de distinta índole.
Su parte superior, con una terraza exterior, es otro de los mejores miradores de Litomyšl.
El castillo de Litomyšl y los jardines del monasterio
Y dejo para el final los dos monumentos más importantes de Litomyšl. En otro artículo más detallado os contaré esta parte de la visita a la ciudad, pero os adelanto que pudimos ver un interesante museo dedicado al músico Bedrich Smetana, una bodega subterránea en la que los vinos se mezclan con unas esculturas inquietantes, un buen número de salones espectaculares, un precioso teatrillo del siglo XVIII, pinturas murales y unos bellos jardines que no te puedes perder al anochecer.
Os cuento todo esto en el próximo artículo y, si me presionáis un poco (y os portáis bien), quizás también os cuente la experiencia en aquel bar de Litomyšl, en la que tuve unas cómplices de honor… No daré nombres :)