En mi reciente viaje por el mágico, pintoresco, auténtico y bello condado inglés de Cornualles hubo un lugar que se quedó grabado en mi memoria y corazón: St Ives. Quizás fuera por el aura melancólica típica de las pequeñas villas costeras que, al pasar el verano, quedan en un silencio introspectivo. O quizás fuera por sus desiertas playas, por su verde costa, sus callejuelas llenas de pequeñas tiendas, su vena artística o por las palabras del gran Tony Farrell, el hombre que nos contó la verdadera historia de un lugar cuya idiosincrasia va mucho más allá de ese superficial ambiente festivo que se apodera de él durante los meses de verano.
Yo creo que, en realidad, fue por una mezcla de todo eso.
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Un poco de historia sobre St Ives
La fundación de St Ives ya preludiaba que se convertiría en un lugar mágico. Y es que esta localidad toma el nombre de Santa Ia de Cornualles, una mártir irlandesa que, en el siglo V o VI, cruzó el mar de Irlanda para evangelizar a las gentes de Cornualles. Eso sí, no cruzó ese mar de cualquier manera. Dice la leyenda que se quedó apartada del resto del grupo de evangelizadores que viajaban a Cornualles. Atrapada en la costa este irlandesa, vio una hoja en el mar y la tocó con una vara. La hoja no se hundió y, además, fue ganando tamaño. Finalmente, su envergadura fue tal que esta princesa irlandesa cruzó el mar montado en ella.
Hoy en día, la principal iglesia de St Ives, construida a principios del siglo XV, está dedicada a ella.
Esta zona de Inglaterra, siempre fue poblada por gente de indómito espíritu. St Ives se ha levantado contra el gobierno inglés en varias rebeliones, de carácter religioso y político, a lo largo de los siglos.
Hoy en día, St Ives vive, sobre todo, del turismo, pero antes eran la pesca y la minería las principales fuentes de riqueza. No en vano, en 1890 aún era el cuarto puerto pesquero más importante de toda Inglaterra. Eso le contaban sus mayores a Tony Farrell, nuestro interesante guía que nos desentrañó la historia y secretos de St Ives.
El orgullo y la añoranza de los viejos y mejores tiempos pasados afloraban a sus ojos cuando nos contaba que su padre había presenciado capturas de 6 millones de sardinas de una sola vez. La pesca era tan abundante que los turistas evitaban acercarse a St Ives durante la época de faena, ya que tenían que conservar todo aquel pescado y el olor, tanto en St Ives como en los alrededores, era profundamente desagradable.
El paso del tiempo hizo que la extracción de pescado y estaño ya no fuera tan rentable, convirtiendo a St Ives en una localidad turística que vive el verano como si se fuera a acabar el mundo, para descansar en invierno.
Sin embargo, St Ives tiene algo que ofrecerte en todo momento.
Qué ver y visitar en St. Ives
Tour guiado por las calles de St Ives
Lo primero que hicimos para tener una buena idea de St Ives es tomar uno de los tours que ofrece la gente local. Nuestro guía fue Tony Farrell, un hombre cuya familia se ha dedicado siempre a la minería y la pesca, los dos pilares económicos de St Ives hasta la segunda mitad del siglo XX.
Encontramos a Tony en la oficina de turismo de St Ives y, tras las presentaciones de rigor, comenzó sus interesantes explicaciones mientras recorríamos los puntos más emblemáticos de la ciudad.
La iglesia dedicada a Santa Ia (del siglo XV) fue la primera parada, para bajar luego al muelle en el que nos contó la larga e importante historia pesquera de St Ives. Él mismo había sido pescador, además de profesor de Literatura Inglesa y arqueólogo, y lamentaba la pérdida casi total de esa tradición, sobre todo cuando nos mostraba el interior del viejo caserón de pescadores, situada junto al bonito puerto pesquero, una especie de club social para los hombres del siglo pasado. Allí se reunían a jugar a las cartas o al dominó (aunque estaba prohibido hacerlo apostando dinero), fumar, tomar algo y hablar de la pesca, la minería y otras cosas de hombres. De hecho, estaba prohibida la entrada a las mujeres, y los niños, aunque tolerados, no eran bienvenidos.
Tony también nos habló del arte. Y lo hizo, sobre todo, en la puerta de la Tate Gallery de St Ives.
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Tate Gallery de St Ives
La Tate Gallery no abrió una sucursal en St Ives por casualidad.
Y es que el bello entorno de St Ives, con sus playas, calas, acantilados y la vegetación, inspiró a varios artistas que decidieron fijar su residencia allí. Es el caso de los pintores Alfred Wallis, Ben Nicholson y Christopher Wood, y los escultores Naum Gabo y, sobre todo, Barbara Hepworth, una de las mejores artistas británicas del siglo XX.
El edificio de la Tate de St Ives está situado en un enclave inmejorable, casi suspendido sobre la playa de Porthmeor, bañada por las aguas del Atlántico.
En el interior del edificio, de un blanco tan fulgurante como el de la fachada, pudimos admirar esculturas y pinturas de artistas británicos del siglo XX. También alberga exposiciones temporales. Se trata de una visita obligada para los amantes del arte.
Museo y jardín de esculturas de Barbara Hepworth
Barbara Hepworth tenía una personalidad poderosa e indomable, lo cual le convirtió en una de las artistas más admiradas por las mujeres de medio mundo.
Pude aprender algo más sobre ella y su obra visitando su casa-museo (gestionada por la Tate Gallery de St Ives).
Barbara quería transmitir su arte de esa manera, y fue ella la que manifestó su voluntad de que su casa se convirtiera en un legado artístico tras su muerte. En la primera planta hay una serie de objetos y fotografías sobre su vida, mientras que en la segunda y el jardín hay tres o cuatro decenas de sus esculturas. Me llamó la atención la facilidad con la que la artista trabajaba un buen número de distintos materiales. Una escultura estaba hecha de madera de teca procedente de Birmania, otra de madera ugandesa, y aquella de mármol.
A Barbara le encantaba trabajar al aire libre y mirando al mar. Por ello el jardín es la parte más espectacular del museo. Varias esculturas lo decoran y en él se encuentran dos pequeñas construcciones: una casita en la que solía retirarse a descansar cuando no quería ser molestada y su estudio. El estudio me puso los pelos de punta, pues, por orden de la artista, está tal cual se encontraba el día de su muerte. Herramientas, batas de los ayudantes, esculturas a medio hacer… Hasta las hojas de un viejo calendario se encuentran estancadas en ese 20 de mayo de 1975, cuando una Barbara Hepworth ya enferma de cáncer moría en un incendio causado por su propio cigarrillo al caer dormida. Una persona tan carismática no podía irse de este mundo de forma menos trágica.
Practicar el surf
Dentro de mi visita a la ciudad conseguí sacar un par de horas para tomar unas lecciones de surf en la Escuela de Surf de St Ives. No era la primera vez que lo probaba, pero no lo practicaba desde hacía años y debo reconocer que di bastante pena sobre la tabla.
Sin embargo, la playa de Porthmeor es un buen lugar tanto para iniciarte en el mundo del surf como para mejorar tu nivel si ya controlas algo. Dos horas de curso con el gran Giacomo me sirvieron para retomar algo de lo aprendido en Lanzarote, Tenerife, Euskadi y Cantabria y volver a tener algunas buenas sensaciones sobre una tabla de surf.
El surf es un deporte que engancha, así que no dejéis de probarlo si venís a St Ives.
Recorrer las tiendas
A las calles del casco antiguo de St Ives se asoman pequeñas tiendas típicas de lugares vacacionales: pastelerías con los mejores productos de la ‘cornish pastry’, chocolaterías, tiendas de regalos, boutiques de ropa… Y, cómo no, acogedores pubs (que se note que estamos en Inglaterra).
Paseé por ellas sin rumbo fijo y observando a la gente, algo que siempre me gusta hacer para conocer algo más de la cultura local.
Clases de dibujo en la Escuela de Pintura de St Ives
La Escuela de Pintura de St Ives nació de la bella promesa de dos jóvenes oficiales ingleses que luchaban en las terribles trincheras del frente occidental durante la Primera Guerra Mundial. Borlase Smart y Julius Olsson R.A. juraron que si sobrevivían a aquel infierno, algún día vivirían y pintarían en St Ives.
En abril de 1938 verían su sueño cumplido con la apertura de la escuela.
En su 80 aniversario fue un honor recibir en ella una clase práctica de dibujo. Yo siempre he sido nefasto en este arte, pero lo cierto es que el profesor me motivó y enseñó tanto, y la modelo que posaba para nosotros tuvo tanta paciencia, que el resultado no fue tan malo y me acabé llevando mi «obra de arte» a casa. Esta es una de las actividades más originales que puedes realizar en St Ives.
Cómo llegar a St Ives
En cuanto al tema práctico, aunque yo viajé en tren desde la estación londinense de Paddington a la de Truro, lo cierto es que también puedes volar al aeropuerto de Newquay, principal aeropuerto comercial del condado de Cornualles. Hay vuelos internos entre los aeropuertos de Londres y el de Newquay, y también puedes volar directamente desde España si lo haces desde Alicante, gracias a la ruta que ha abierto la compañía irlandesa Ryanair. Por ejemplo, un vuelo de ida y vuelta de Alicante a Newquay en noviembre (de jueves a domingo) sale por 28€. Una ganga por si quiero volver, pues yo vivo en Alicante.
Si te encuentras en Londres y tienes que elegir entre tren y avión para ir a Cornualles, te recomiendo que elijas el avión (si no hay mucha diferencia de precio), pues el tren tarda casi 5 horas y no siempre es fiable.
Una vez te encuentres en Newquay, solo te llevará unos 45 minutos recorrer los 51 km que le separan de St Ives. El bonito trayecto se lleva a cabo por las carreteras A3075 y A30.
Dónde dormir y comer en St Ives
Hay un buen número de restaurantes y hoteles de calidad en St Ives, pero os recomiendo los que yo conocí.
Para dormir, pocos lugares mejores que el St Ives Harbour Hotel & Spa. Está situado sobre una preciosa playa y cuenta con spa, pistas de tenis, restaurante y otros lujos. Descansé plácidamente en él.
En cuanto a los restaurantes, no dejéis de probar el pescado de Porthminster Cafe, la cocina elaborada de Pedn Olva y las ricas hamburguesas hechas con la mejor carne de ganado de Cornualles (aunque también hay propuestas vegetarianas) de Blas Burguer Works.