No hace falta adornar mucho a Granada para atraer la mirada de todo el mundo. Es uno de esos lugares que brilla con una luz propia que no llega a cegar, sino que insinúa que esconde algo precioso en su interior e invita a que apartes el fino velo que te impide verlo. Una vez lo hagas, estarás perdido para siempre, pues el hechizo de Granada es poderoso al hallarse alimentado por la mágica fuerza de su glorioso pasado ancestral. El susurro de los poemas árabes aún reverberan en los lujosos salones, jardines y patios de La Alhambra; el arte se desparrama cuesta abajo desde las casas de Albaicín; y el sonido de la guitarra española parte del Sacromonte para tomar la ciudad entera. Granada es el escenario de un cuento que nunca quieres dejar de vivir y leer.
Sin embargo, lejos de su parte urbana, Granada también te presenta sus tesoros naturales. Por un lado, tienes Sierra Nevada, perfecta para hacer rutas de senderismo, esquiar o recorrer en coche los encantadores pueblecitos que se esconden entre los pliegues de las laderas de sus montañas. Por otro, existe el Geoparque de Granada, reconocido como tal por la Unesco hace tan solo unos meses y cuyo aspecto lunar impresiona a todos aquellos que lo ven por primera vez. Eso es lo que me ocurrió a mí cuando lo sobrevolé en globo.
No sería esa la única experiencia de aventura que viviría en mi reciente viaje por las zonas rurales de Granada y Almería. Y es que, al día siguiente de la experiencia en globo, tuve la suerte de poder recorrer en segway un desconocido paraje cuya historia geológica se remonta millones de años. Se trata del Embalse del Negratín y sus alrededores.
Pero empezaré por lo básico…
Cómo llegar al Embalse del Negratín
Antes de comenzar una actividad tan divertida como recorrer en segway los alrededores del Embalse del Negratín, tenemos que llegar a él.
El Embalse del Negratín se halla a casi una hora y media de Granada, dirigiéndote al noreste por las carreteras N-342 y A-92. Sin embargo, si partes de Baza, lo hallarás muy cerca, teniendo que recorrer poco más de 18 km (unos 25 minutos) por la A-315.
Por último, si te encuentras pasando unos días en Almería, también puedes plantearte hacer una visita al Embalse del Negratín, pues se encuentra a una hora y tres cuartos siguiendo la carretera A-92.
Qué es el segway y cómo funciona
Una vez que ya hemos llegado a las cercanías del Embalse del Negratín toca saber qué es el segway y cómo funciona. El día en el que hicimos la excursión, varios de mis compañeros se enfrentaban a este «cacharro» por primera vez, pero nuestros fantásticos guías no tardaron en explicar el sencillo mecanismo con el que funciona. Yo lo había utilizado un par de veces, en Gijón y la preciosa isla francesa de Ré. Sin embargo, en aquellas ocasiones eran segways de asfalto y en este caso «pilotaríamos» unos con potentes ruedas de 4×4.
Tal y como lo define la wikipedia, el segway «es un vehículo de transporte ligero giroscópico eléctrico birrueda, con dos ruedas laterales, con un autobalanceo que es controlado por ordenador». Dicho así, suena bastante complejo, pero os puedo asegurar que su manejo es bastante sencillo.
Básicamente, consta de una plataforma, en la que debes apoyar los pies, y una especie de eje que viene rematado con un manillar parecido al de las bicicletas. La manera de controlar el vehículo es con el balanceo del peso de tu cuerpo, haciéndolo girar con el manillar. Cuanto más inclines el peso de tu cuerpo hacia adelante, mayor velocidad tomará el segway, mientras que para frenarlo es infalible sacar el culo hacia fuera.
Lo básico es no tenerle miedo o entrar en pánico al coger velocidad, pues si te descontrolas sí que puedes sufrir alguna caída de consideración. Solo tienes que mantener la mente fría y recordar la sencillez de los movimientos que lo dirigen.
La experiencia de recorrer los miradores del Embalse del Negratín en Segway
Tras un cuarto de hora haciendo prácticas con nuestros nuevos vehículos, Lázaro (nuestro guía, y socio de la empresa de turismo activo Ecoactiva) nos indicó que le siguiéramos por un pequeño tramo de carretera que al poco se desviaba hacia una vía asfaltada que se internaba en los infinitos campos de olivos de esta zona de Granada.
Entre risas y caras de velocidad (y alguna de susto), íbamos probando nuestras máquinas por un firme sencillo y plano. Eso pronto cambiaría. En unos minutos dejamos el asfalto para tomar una senda de tierra y piedras, un tipo de terreno que ya no abandonaríamos durante el resto de la tarde. Además, pronunciadas cuestas se sucedían aquí y allá, poniendo a prueba nuestra habilidad con el segway.
Nuestro encuentro con el Embalse del Negratín
Cuando ya conducíamos con cierta soltura, pudimos admirar el paisaje que nos rodeaba. La luz era ideal, pues comenzaba a atardecer y el sol, con sus rayos anaranjados, sacaba bellos colores a aquella mezcla de matorrales y campos de olivos. El cielo estaba totalmente límpido, sin una sola nube que estropeara aquel espectacular día de mediados de octubre. La temperatura era ideal y notamos calor cuando paramos junto al primero de los Miradores del Negratín.
Las vistas eran espectaculares. Ante nosotros se extendía el tercer embalse más grande de Andalucía – recostado sobre el cauce del Guadiana Menor – y sus aguas refulgían con un azul intenso, casi brillante. Alrededor de él, se extendía un paisaje lleno de cañones de colores cambiantes, tanto por la luz como por la textura de la roca y la vegetación que la cubría. A lo lejos, montañas de mayor calibre enmarcaban la bella estampa. Al pararme a pensar sobre el origen de aquel paraje, me sentí minúsculo y liviano. Allí había existido un mar interior hacía millones de años, cuando los hombres no éramos ni un esbozo.
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Dejé el segway y ascendí a la cercana cima de una de las ondulaciones del terreno para tener mejores vistas y disfrutar durante unos minutos, en solitario, de aquel lugar mágico. Aparte de nosotros, no había nadie más en los alrededores. El embalse descansaba de un verano en el que, a pesar de la extraña situación que vivimos, no serían pocos los turistas que se habrían acercado a disfrutar de sus aguas. Y es que en ellas puedes bañarte, practicar el piragüismo o el SUP (Stand Up Paddle). Además, no son pocos los que deciden caminar o pedalear alrededor del Negratín, existiendo varias rutas para senderistas y amantes de la bicicleta de montaña. Sea cual sea tu deporte, te aconsejo que hables con los profesionales y amables chicos de Ecoactiva.
Anocheciendo en el Mirador de Jabalcón
Tras esta parada, continuamos nuestro camino hacia el Mirador de Jabalcón. Sin embargo, antes de llegar a él nos encontramos con Don Pepe, un señor de 82 años que había salido a dar una vuelta para comprobar el estado de sus olivos y disfrutar de una caminata en ese magnífico atardecer. Pepe era un crack, y hablamos con él – mientras nos regalaba ese gran y natural humor andaluz – sobre sus olivos, la vida en el campo y la velocidad a la que avanza la tecnología y la vida.
Poco después de despedirnos de Pepe, llegábamos a nuestra segunda y última parada del día: el Mirador de Jabalcón.
Desde allí, y ya con el sol casi ocultándose tras las montañas, admiramos la gran belleza de esta parte del Geoparque de Granada. El mirador se halla en Zújar, a 1.492 metros sobre el nivel del mar. A los pies del cerro, de nuevo aparecía el Embalse del Negratín cuyas aguas se tornaban más grises al caer el sol. Aunque ese día no vimos ninguno, este mirador es muy utilizado como pista de despegue por los amantes del parapente y el ala delta. Y no me extraña, pues volar como un pájaro sobre una estampa así debe ser algo inolvidable.
Si te van las experiencias más relajadas, siempre puedes disfrutar de los baños termales de Zújar, que ya se usaban en tiempos de los romanos.
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Nosotros no hicimos una cosa ni la otra. Simplemente nos quedamos allí, disfrutando de una vista mágica mientras degustábamos estupendos cavas de Galera combinados con quesos de La Sagra, uvas y tomates cherry. Conversábamos y reíamos, pero en voz baja, como no queriendo deshacer el hechizo que había creado algo de tal belleza. Uno de esas experiencias que quedan grabadas a fuego, y para siempre, en tu memoria viajera.