Las colinas del parque nacional de Monfragüe y la tranquila y hermosa ciudad de Plasencia nos esperaban en nuestro primer día en el evento que Nomaders nos había preparado en Extremadura.
Nos levantamos en la hospedería Monfragüe y tras degustar un sensacional desayuno de buffe libre que incluía de todo nos subimos al autocar y fuimos en dirección Plasencia disfrutando de las hermosas y desoladas vistas al parque nacional de Monfragüe.
Los kilómetros que unen Torrejón el Rubio con Monfragüe cruzan una parte del parque nacional a través una carretera serpenteante. Se trata de una zona natural, despoblada, con apenas cuatro casas desperdigadas. El río Tajo a su paso por Monfragüe corta las suaves y colinas y va formando pequeños fiordos cubiertos de vegetación.
La escarcha congelada se aprecia en el duro invierno extremeño. En algunas zonas del parque se observa la lenta reforestación que se está gestando con múltiples palos que protegen a las futuras encinas, eucaliptos y alcornoques que darán color al escenario.
A lo lejos se aprecian las montañas nevadas de la sierra de Gredos y las montañas de Béjar con el contraste de los cercanos alcornoques y encinas ya altivas que se levantan en la llanura del parque a pocos kilómetros de Plasencia.
Plasencia me sorprendió gratamente. Cuando esperas poco de un lugar por ignorancia suele llevarte más de una sorpresa y eso mismo es lo que me ocurrió al llegar a esta ciudad, para mi todavía desconocida del territorio extremeño.
La ciudad goza de un casco antiguo fácil de maniobrar con agradables plazas, un estilo de vida tranquilo y sosegado y una arquitectura digna de aparecer en los listados de patrimonio de la humanidad de la Unesco. No en vano, la misma Plasencia se ha unido junto con Trujillo para ser candidatas a tal honor en el futuro.
La ciudad está amurallada y conserva sus muros en buen estado. Las puertas a cada lado han sido restauradas con interesantes motivos de hierro y el corazón de la ciudad alberga no una sino dos catedrales que marcan el carácter histórico de Plasencia. La catedral vieja deja ver su estilo románico y posterior renacimiento plateresco en su fachada. Asimismo, es una de las tres catedrales de españolas que ofrecen un cimborrio en su figura y a lo alto reposa la curiosa escultura de un melón.
La plaza mayor de Plasencia ofrece un amplio espacio donde pasear. En ella encontramos el Palacio Municipal con la curiosa escultura del abuelo Mayorga colgada de la torre del edificio.
Si pensáis, tras estas líneas que he disfrutado de Plasencia recorriendo sus calles tranquilamente, os equivocáis. Cuando llegamos a Plasencia la agencia turística L&P Travel nos tenía preparada una estresante y divertida gincana por las calles de Plasencia. Al más puro estilo team building event de empresas, nos dividimos en pequeños grupos y recorrimos las estrechas calles del casco antiguo de la ciudad en busca de distintos retos y motivos destacados para cerrar los objetivos que nos marcaban.
La gente tranquila de Plasencia nos miraba como bichos raros mientras corríamos en medio de la Plaza Mayor o nos metíamos de lleno en la catedral o circulábamos como locos por la muralla contando los torreones. Y las prisas no eran para menos, la oficina de turismo de Extremadura ofrecía a los ganadores una noche gratis en una hospedería con cena incluida.
Desafortunadamente, mi grupo no fue el ganador y el premio se lo llevó Javier, Judith y Carmen -¿no tuvo suficiente esta chica con el premio Bitacoras de este año? :)-
Lo mejor de la gincana vino en la prueba final. Ya descansados y sin prisa nos fuimos a disfrutar de unas estupendas tapas en tres locales céntricos de Plasencia:
La Pitarra del Gordo y la cafetería Español en la misma Plaza Mayor y el Succo en una calle transversal a la plaza nos sirvieron para descansar y degustar de auténticas tapas de Plasencia: La Patatera -prueba de calidad de la matanza, tocino, patata cocida y pimentón-, palomita -corteza con empanadilla rusa en su interior-, zorongollo -una sabrosa mezcla de pimiento, jamón y cebolla-, jamón con panceta e incluso paella.
Por supuesto, lo regamos todo con el buen vino de la tierra que supo a gloria después de recorrer la ciudad a toda pastilla.
Tras la ruta de bares por Plasencia descansamos del estrés de la gincana paseando por la ciudad y tomando un café en el precioso Parador de la ciudad que se ubica en el interior de un convento bellamente reformado. Aunque la jornada había sido agotadora el día no terminaba aquí y todavía quedaban nuevas aventuras por los alrededores de Plasencia que vendrán en un nuevo post.
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Se nota la experiencia en contar viajes,sin duda. Ese vocabulario descriptivo…
Yo estuve en otoño en Plasencia y me pasó como a ti, me sorprendió gratamente porque no esperaba que fuera un pueblo tan bonito!
Por cierto, aunque no ganaras la gymkana, parece que lo pasasteis bien.
saludos
Buen destino para visitar en España.
pues con la horita que nos dieron antes de la cena me dio para el post! seran los años de experiencia y los mas de 2,000 post que lleva uno en la mochila! :)
Buena crónica, creo que has cogido la esencia de la ciudad. Nos lo pasamos genial, hay que repetir.
Vaya bloguero de pro, durante el viaje posteando como es debido, muy bueno, si señor!
Eres un crack. En la próxima gymkana ganamos ;)
Buen post!