Cuando le preguntas a un chino cuál sería su destino idílico para pasar sus vacaciones, el 90% te contestará Yangshuo o Guilin.
Sus innumerables pequeñas y abruptas montañas, que han servido de inspiración a poetas y pintores chinos, emergen de la nada separadas unas de otras por tan sólo unos pocos cientos de metros. A pesar de su poca altura, cuando las miras parecen totalmente inexpugnables por su densa vegetación y su imposible grado de inclinación.
El gobierno chino ha reconocido su belleza y podrás ver sus montañas retratadas en el reverso de los billetes de 20 Yuan.
Varios viajeros nos habían recomendado ir directamente a Yangshuo en lugar de pasar alguna noche en Guilin.
Para llegar a Yangshuo cogimos un vuelo que partía de Xian a las 7.45 am y nos dejó en Guilin tras menos de dos horas. Nos salió igual que el tren -390RMB por persona- pero duró unas 25 horas menos. Desde el aeropuerto de Guilin tenéis que tomar un bus que os deja cerca de la estación de trenes de esta ciudad. Desde el parking de la estación sale un bus a Yangshuo -15RMB, se paga en el bus así que no vayáis con la gente que os intenta vender el ticket más barato fuera- que tarda una hora y media y para en todos lados. También hay un servicio express -18 RMB- que sale desde la estación de autobuses de Guilin (cerca de la de tren).
La pequeña terminal de bus de Yangshuo está situada en pleno centro y pudimos ir caminando a nuestro hotel, el West Lilly Hotel. Os recomiendo el sitio por su relación calidad-precio y situación, a 3 minutos andando de las calles principales y sin el follón de estar ahí. Habitación doble con calefacción, tele, wi-fi gratis y baño propio por unos 3.2 euros por persona al cambio. El chollo más grande que hemos encontrado hasta ahora.
La calle principal del pueblo -con 300.000 habitantes en China casi no llegas ni a la categoría de aldea- es la West Street. Nos paseamos por entre las tiendecitas que venden ropa copiada, souvenirs, telas, abanicos, cuadros y multitud de otras cosas con las que quizá habríamos picado si no fuera porque no podemos cargar nuestras mochilas más de lo que ya lo están.
El número de restaurantes es incluso mayor que el de tiendas y los comerciales de cada uno intentarán llevarse el turista al agua, sobre todo en temporada baja. Hay tanto platos chinos como occidentales en casi todos los lugares.
Personalmente os recomiendo el pato a la naranja de Lucy´s Heaven. Lucy es una tía genial que regenta su propio bar más orientado hacia los occidentales pero con platos asiáticos en el menú. Su zumo natural de naranja es el mejor que he probado en toda China y con ella y Eloy -un holandés de unos 50 tacos que pasaba temporadas visitando a Lucy- tuvimos buenas conversaciones al convertirnos en clientes habituales del local. Gracias a ellos conocimos varias cosas de China, como el hecho de que nadie tiene nada en propiedad inmobiliaria, sino que son contratos de alquiler por 60 o 70 años, siendo el Estado el dueño de todo.
Caminando por la West Street desembocamos en el Li River, uno de los principales atractivos de toda la región. Podéis daros un paseo en una embarcación básica de bambú por 10RMB si regateáis, pero en realidad no es la zona más bonita para navegarlo.
La ciudad era un hervidero de gente debido al Año Nuevo Chino. Eran pocos los turistas occidentales que veíamos por la calle y algunos chinos nos miraban señalándonos entre risas y caras curiosas.
La marcha nocturna en verano parece ser muy intensa aunque siendo invierno varios bares estaban medio llenos y la música occidental invade las tranquilas calles del centro. La bebida está barata y ésto es un buen reclamo para los occidentales más jóvenes que vienen en busca de fiesta como complemento perfecto a los bellos paisajes.
Es un buen lugar para pasear tranquilamente en Otoño -siendo Septiembre y Octubre los mejores meses para visitarlo- pero sin duda el atractivo está en sus alrededores con multitud de actividades para explorar una de las regiones más bonitas del país.
¡Os cuento las excursiones que hicimos en los próximos artículos!
