Una de las principales razones por la que no puedes dejar de perderte por la región de Cantabria es la gran diversidad natural y paisajística que existe en un área más bien reducida que se puede cubrir con facilidad en coche.
No sólo es el paisaje lo que cambia sino que, como comprobamos aquel Miércoles de Mayo, también el clima puede ser totalmente diferente.
Una lluvia fina pero incesante nos había recibido en Santander y acompañado en Comillas durante nuestra visita a El Capricho de Gaudí. Sin embargo, en la zona del teleférico de Fuente Dé -en los Picos de Europa- el día amanecía soleado, tal y como nos mostraba Cristina en una foto que había sido tomada con la webcam situada en las bonitas cumbres.
Nuestra querida Maribel -gran conductora y mejor persona- nos recogió en la puerta de la obra de Gaudí en Comillas y nos llevó a San Vicente de la Barquera. El pueblo del que procede David Bustamante -aunque creo que ya pasó un poco la fiebre de los triunfitos- es una bellísima localidad pesquera que besa las aguas del Cantábrico y casi es abrazada por las montañas de los Picos de Europa.
Allí íbamos a realizar una visita a uno de los restaurantes y cocinero más laureados de Cantabria: el Annua. La labor de Óscar Calleja como autor gastronómico ha sido reconocida con una prestigiosa estrella Michelín y desde las entrañas del Annua atrae a los amantes de la cocina no sólo de Cantabria, sino de muchos lugares de España e incluso de fuera de nuestras fronteras.
Está situado justo frente al estuario de San Vicente de la Barquera ofreciendo unas vistas impresionantes a los comensales que degustan sus creaciones en un salón acristalado que parece que quede suspendido sobre el mar. En un día claro incluso se pueden divisar las cercanas montañas.
Aunque el día era gris, Fernando -dueño del Annua- y Óscar nos recibieron con una cálida sonrisa ya dentro del restaurante y resguardados del frío.
En el salón acristalado Óscar nos explicó que la cocina del Annua tiene como principal protagonista a la ostra pero también se basa en una fusión de productos del Cantábrico -tanto carnes como pescados, aunque más centrado en este último- e incluye ingredientes traídos de todas las partes del Mundo.
El Annua -que opera desde Junio 2008 y cierra anualmente de Diciembre a Febrero- carece de carta y ofrece menús que introducen 2 ó 3 variaciones cada mes. El precio está entre 55 y 68 Euros (bebida no incluída).
Para aquellos que quieran comer a la carta de forma más económica se creó el Nácar Bistro. Situado en el salón contiguo al Annua, en el Nácar puedes disfrutar de un menú degustación de alta calidad por 28 Euros.
Continuamos la agradable charla en la mesa, contemplando cómo el bravo Mar Cantábrico llevaba a cabo una de sus múltiples demostraciones de poder.
Probamos tres tipos diferentes de ostras regadas con un buen vino blanco mientras Fernando nos contaba más cosas sobre el restaurante y su reciente estancia de 6 meses en Filipinas. Apunté datos sobre una zona del planeta de la que todo el Mundo me habla maravillas y la cual desconozco por completo.
Después bajamos a ver las pequeñas piscinas donde tienen las ostras que van a ser consumidas. Allí se dejan unos días para que pierdan la sal que acumulan. El proceso puede llegar a llevar hasta una semana.
La idea inicial era llevarnos en lancha a la zona donde se cultivan las ostras pero el clima y el mar no nos lo permitieron. Annua ofrece excursiones de este tipo de manera puntual, pudiendo degustar las ostras in situ, recién sacadas del mar.
Nos despedimos de nuestros magníficos anfitriones para poner rumbo a los Picos de Europa.
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Conforme íbamos avanzando por el desfiladero del Valle de Liébana otro mundo se abría ante nosotros.
Dejábamos atras las aguas del mar y las grises nubes cargadas de agua para adentrarnos en una naturaleza que explotaba de color bajo los rayos de un Sol que aquí sí parecía tener derecho a manifestarse en total esplendor.
La estrecha carretera nos llevó pegados al sinuoso río que alimenta a la multitud de especies vegetales que pueblan el desfiladero.
Recorrimos tan sólo 70 kilómetros desde San Vicente de la Barquera a la base del teleférico de Fuente Dé y, sin embargo, todo era diferente. Incluso la comida.
El restaurante que allí se encuentra tiene unas dimensiones considerables, siendo su principal activo-en un día soleado como el que disfrutamos- la terraza con vistas a las imponentes montañas que la rodean.
Cuando llegamos un grupo numeroso de turistas británicos se tostaban al sol sentados o tumbados en las mesas de madera. Muchos ya podían ser inlcuidos en el menú como buena gamba roja del Mediterráneo. Sigo pensando que en el Norte de Europa los protectores solares se consideran inventos del diablo.
Con las ostras del Annua como único alimento desde el desayuno, nuestros estómagos demandaban algo consistente. Deseo concedido.
El cocido lebaniego consiste de una espesa sopa de caldo rojizo -debido al chorizo- y fideos, seguido de una bandeja repleta de garbanzos, morcilla, tocino, chorizo, berza, zanahoria, carne y una especie de patata rebozada al huevo.
Es un plato sabrosísimo y, como diría Arguiñano, con fundamento.
Comí lo que pude -las raciones en el Norte son dignas de cualquier abuela que se precie- mientras contemplaba las cumbres nevadas a las que accederíamos en breve con el teleférico. Aunque no estaba en nuestro programa de viaje, me apetecía muchísimo bajar tan soberana comida, además de con el té con orujo que me trajeron, con un buen paseo por la montaña. Y por segunda vez en una tarde mágica: deseo concedido. No hay más que frotar la lámpara.
Pero esto ya es otra historia.
Cantabria, a parte de unos paisajes preciosos una gastronomía inigualable :)
Gracias por la info Olga! Gracias a tu gente por tratarnos tan bien! Preciosa Cantabria!
Lo que describes como «especie de patata rebozada» recibe el nombre de relleno y consiste en añadir a huevo batido miga de pan duro remojada en leche, ajo y perejil picados y, en algunos casos, tocino menudo. Se forma con esta masa una especie de croquetas de buen tamaño que una vez fritas se incorporan en el último momento al cocido para que den un hervor.
Gracias por difundir mi hermosa y limitada -en cuanto a superficie- pero infinita tierra: Cantabria!
De nada David, gracias a ti por cambiarlo. Un saludo
Hola Jandro!! Pues tienes toda la razón! Muchas gracias por el apunte!
Estaba convencido que se decía lebaniego, no te lo deben haber explicado bien.