Cuando uno escucha la palabra «carnaval» su imaginación vuela a la locura del sambódromo de Río de Janeiro, la suntuosidad de los trajes de las reinas de Tenerife o las desternillantes letras de las chirigotas de Cádiz contrapuestas a la sobriedad de las máscaras venecianas. Desde hace 10 días, a mi cabeza también acudirán los recuerdos de la increíble fiesta carnavalesca que viví en Düsseldorf.
¿Quién dijo que los alemanes no saben divertirse?. Durante el fin de semana de carnaval, la agradable y próspera ciudad de Düsseldorf se convierte en una celebración que inunda todas sus calles del centro y algunos barrios de la ciudad.
El colofón de la fiesta se produce el lunes de carnaval con un desfile en el que participan más de 60 carrozas, bandas de música, bailarines, y demás gentes anónimas que han puesto el esfuerzo de todo un año al servicio de la diversión de sus paisanos.
Sin embargo, existen otros actos durante el fin de semana que también son más que dignos de mención. Durante mi primera visita a Düsseldorf tuve la suerte de participar en dos de ellos.
Desfile de drag queens
El de Düsseldorf es un carnaval diferente. Eso está claro y es una de las razones por las que gusta tanto. El desfile de drag queens que sponsorizó Air Berlin en la famosa y céntrica discoteca Nachtresidenz es un acto que atrajo a cientos de personas hasta llenar los dos pisos del local.
Nosotros llegamos algo tarde y nos costó una barbaridad abrirnos paso hasta las escaleras cercanas al escenario. Tuvimos suerte y pudimos disfrutar de un puesto de observación privilegiado. ¡Y comenzó el espectáculo!.
El largo show fue divertidísimo (duró más de 3 horas) y tuvo un poco de todo: playbacks, actuaciones musicales en directo, desfile de «modelos» e incluso números de acrobacia que nos dejaron perplejos.
El público, disfrazados del primero al último, estaba totalmente entregado y vitoreaba a cada artista que subía al escenario.
Sobre las 9 de la noche, tras haber bebido y cenado algo en la discoteca, salimos de allí y nos fuimos a las cercanas calles del centro histórico. En esta zona se concentra un gran número de pubs y pequeños restaurantes y es el lugar de marcha por excelencia en Düsseldorf. A las 10 de la noche rebosaba de gente con ganas de divertirse. Nosotros decidimos no ser menos y disfrutamos de bailes y copas en una ronda que nos llevó a bares de todo tipo.
A las 3 de la mañana caía rendido en mi cama esperando que mi despertador tuviera, al día siguiente, el poder mágico de arrancarme de los brazos de Morfeo.
Carnaval en Königsalle
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El domingo me desperté mucho mejor de lo que pensaba y me encontré totalmente recuperado de la noche anterior tras una buena ducha y el magnífico desayuno que devoré en el restaurante del hotel Steigenberger Park.
Me puse de nuevo mi pobre disfraz de Minion, cogí la cámara de fotos y salí a la famosa calle Königsalle. La ubicación de mi alojamiento era óptima para vivir el domingo de carnaval en Düsseldorf.
La calle Königsalle, cortada por un canal que discurre por el medio de sus dos lados, es considerada por muchos como el bulevar comercial más elegante de toda Alemania. Los locales comerciales son ocupados por marcas de artículos de lujo y grandes cantidades de dinero son gastadas aquí cada día.
Pero en esta mañana de domingo ninguna de las miles de personas que pasaron por allí lo hicieron para comprar.
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En su brazo izquierdo, viniendo de la Jan-Wellem Platz, habían montado llamativos puestos de comida y bebida cuyos altavoces emitían una música que contagiaba a los carnavaleros. Königsalle se había convertido en un auténtico desfile informal de disfraces realmente trabajados.
Me interné entre la muchedumbre y casi fui arrollado por un carro de combate tirado por fornidos vikingos. Para reponerme del susto un personaje vestido de naipe -el 8 de corazones concretamente- me ofreció una taza de té al tiempo que me invitaba a integrarme en una extraña celebración de no-cumpleaños. Allí estabaAunqu Alicia, venida del País de las Maravillas, junto con la Reina de Corazones, el 9 de este mismo palo, el conejo loco y el abuelo que siempre anda mirando el reloj. La perfección del disfraz te llega a transportar al cuento. Acepté un trozo de tarta encantado mientras todo el mundo nos tiraba fotos.
Un poco más allá un hombre parecía haber salido de casa con la ducha a cuestas y dos mujeres lucían un fantástico disfraz a medio caballo entre el tradicional corte veneciano y la fantasía de magos de un mundo imaginario.
Había muchos más disfraces llamativos y otros más comunes. Aunque la mañana era soleada, el frío de Düsseldorf hizo que triunfaran los típicos atuendos consistentes en monos con cremallera tipo leones, vacas, tigres, osos, pollos, gallinas y demás animales de granja. Mejor llamar menos la atención y estar bien calentito.
Llegó la hora de comer y los puestos dedicados a apagar el hambre de tanto personaje disfrazado no daban abasto. Salchichas y cervezas eran las estrellas del evento.
Yo me marché sobre la 1 a ver el resto de la ciudad, que dormitaba tranquila mientras el centro se convertía en el corazón de la fiesta pagana.
Cuando regresé, sobre las 8 de la tarde, las huestes carnavalescas, aunque algo mermadas en número, seguían dándolo todo en Königsalle. Se notaba que el lunes era día festivo en Düsseldorf.
Yo ya no tenía fuerzas para más y fui a descansar esperando el desfile del lunes como un niño el día antes de que lleguen los Reyes Magos.