Hay dos sitios en los que creo que se puede palpar mejor que en ningún museo o libro cómo es la vida normal, no la que se publicita en folletos y revistas, de la gente del país al que se visita. Hablo de las estaciones – de autobús y tren – y de los mercados.
Y si queremos ver el mejor mercado de Tashkent, entonces tenemos que acudir a Chorsu Bazaar, donde encontrarás las mercancías que los uzbekos usan en el día a día, incluyendo los ingredientes para cocinar, alternando con una representación de productos de artesanía y vestuario que servirían como souvenirs para turistas.
Algunas cosas han cambiado – las bolsas de plástico para las compras sería una de ellas – desde que hace dos mil años en esta zona de los suburbios, donde vivían los artesanos establecidos en Tashkent, se desarrollara un mercado en el que granjeros locales, nómadas y mercaderes de otras tierras compraban e intercambiaban sus productos.
En las alforjas de viajeros de lejanos sultanatos, imperios y reinos, viajaban también las noticias, cotilleos y leyendas de la Ruta de la Seda, con nombres impronunciables para los locales. Maravillas y terrores compartían sitio en las palabras, los diálogos y las cortesías del regateo para conseguir un buen precio.
Pese a decadencias, guerras y olvidos, la ciudad siguió creciendo y hoy en día el mercado está relativamente enmarcado entre lo que queda en pie del viejo Tashkent, el edificio del Planetario, el Circo, la madrasa de Kukeldash y la mezquita de Djuma.
La zona principal se encuentra bajo y en los alrededores de la cúpula verde que vemos según salimos de la estación de metro. Hay otra zona de venta de productos, más centrada en textiles, a la izquierda de la valla que la bordea y que debemos recorrer para llegar a la entrada principal.
Subiendo los escalones, donde podemos encontrar las típicas figuritas de cerámica uzbeca, accedemos al mercado de frutas y verduras, con productos frescos que los granjeros de los alrededores de la ciudad cultivan para vender aquí.
Enormes sacos de alargadas cebollas se apilan en seis alturas en un extremo mientras los pasillos que separan los puestos son recorridos por amas de casa, con vestidos largos y pañoletas cubriendo el pelo, en busca de los productos más adecuados. Desde limones a uvas, de frutas a vegetales, todas las variedades posibles en Asia Central tienen allí su representación.
Y si uno anticipa que la compra se va a hacer voluminosa y pesada, siempre puede recurrir a los hombres-carrito, que por un módico precio acompañarán durante todo el tiempo que sea necesario al comprador o compradora y empujarán un metálico carro de ruedas con las bolsas de mercancía adquirida.
En otras cúpulas, también verdes, se encuentran las zonas dedicadas a los productos cárnicos, con despieces, olores y visiones que no son aptos para ojos acostumbrados a las higiénicas bandejas blancas plastificadas de nuestros supermercados.
Como comenté cuando hablé de esta zona para cambiar vuestro dinero por soms uzbecos, Chorsu Bazar se encuentra al norte de la ciudad y se puede llegar en taxi – que no os debería costar más de 3000 soms desde cualquier parte del centro – o en el recomendable Metro de Tashkent, tomando la Línea 2 (Azul) y parando en Chorsu.
Hayas cambiado moneda en el mercado negro de Tashkent ya o no, la visita a Chorsu es una de las pocas cosas indispensables que hacer en la capital de Uzbekistán.
Fotos | Avistu