Si saltar en paracaídas a 4.000 m de altitud es un chute de adrenalina que vives a más de 200 km/h, volar en paramotor es casi, casi, la experiencia contraria. No te sentirás como si estuvieras recibiendo un masaje en un cuarto iluminado sólo por la luz de las velas, pero estarás encantado con la parsimonia y la lentitud de todas las maniobras.
Esa lentitud es lo que te permitirá disfrutar con mayor comodidad del paisaje que sobrevuelas y de la propia experiencia. Al contrario que en la caída libre donde los tiempos – que se miden en en decenas de segundos – los marca la altitud de salto y la inevitable gravedad, aquí el tiempo en el aire sólo depende del consumo de combustible del motor.
Nada de velocidades de coche deportivo, el sencillo motor de un paramotor (originalmente se usaron derivados de motores para uso agrícola) sólo permite velocidades de entre 24 y 60 km/h, según modelo. Pero, aunque haya sus respectivos récords, el paramotor no es un deporte de velocidad, de llegar rápidamente del punto A al punto B, sino de sobrevolar y disfrutar el paisaje sobre el punto A, el punto B y el recorrido entre ambos. De hecho, a veces no hay ni punto B.
El paramotor nació de un concepto tan sencillo y original como incorporarle un motor y una hélice a un parapente (definido, rápido y mal como “un paracaídas de diseño modificado para planear y volar usando las corrientes de aire, no para amortiguar con seguridad la velocidad de caída aunque también cumpliría esa función en caso de emergencia”), pero colgado literalmente a la espalda del piloto.
Supongo que habréis visto las imágenes (y si no, ahí está Google), de señores a los que les ha crecido una joroba con forma de hélice encerrada en un armazón protector. Esa es la primera variante del paramotor y con ese motor, generalmente de 2 tiempos, se consigue un empuje que permite aumentar la sustentación del parapente y ganar altura.
Si el equipo de parapente cabe en el maletero de un coche, el equipo de paramotor (parapente + hélice) lo hace literalmente en la parte de atrás de una furgoneta. Incluso cuando aparecieron los modelos en que se incorporaba un pequeño chasis con ruedas (similar en tamaño a un kart), el concepto de movilidad no cambió. Los modelos más grandes, un termino relativo, son los biplazas y algunos de ellos ya requieren un pequeño remolque pero la autosuficiencia se mantiene: puedes llevarte a cualquier parte todo lo que necesitas para volar.
Fue en uno de estos en el que yo tuve mi primera experiencia de vuelo en paramotor, en un trike (triciclo) biplaza, en un campo de vuelo junto al CAV (Circuito de Alta Velocidad) de Albacete.
En aquel campo de vuelo (si es que esa es la expresión correcta porque campo, campo, era campo y vuelo, vuelo, se volaba) estabamos un grupo de amigos blogueros (Cristina de www.viajaenmimochila.com, Ainara de www.elmundoatravesdeunvisor.com, Txema de www.viajarsindestino.com, Oscar de www.oscarcastedo.com e Ignacio y Sandra de Minube) que gracias a Minube y la APEHT (Asociación Profesional de Empresarios de Hostelería y Turismo) de Albacete ibamos a disfrutar esa experiencia de vuelo.
Aunque estuvimos varios días en Albacete (estad atentos a Minube TV para cuando salga el vídeo que ellos grabaron), el vuelo en paramotor se nos ofreció como actividad original más que como opción turística para quien visite Albacete. Pero lo bueno del paramotor es que cualquier campo, cualquier ladera, pueden ser un punto de despegue y aterrizaje.
“Pon los pies aquí, sobre los pedales, pero no los muevas” fue una de las dos instrucciones básicas de seguridad que recibí tras abrocharme el cinturón de seguridad del asiento delantero del paramotor. No me costó nada hacerlo pero con la otra norma tuve mis dudas, mantener los brazos cerca del cuerpo y dentro de la estructura del aparato.
Y es que, sentado en un trike biplaza con motor Rotax, para buscar la estructura del aparato tenía que levantar la vista y casi doblar el cuello para encontrar la barra sobre mi cabeza. Pese a llevar puesto, como es de recibo, un casco, no tenía la sensación de estar en ningún aparato hecho por el hombre. Delante de mí no había ningún obstáculo artificial y me sentía como si me desplazara en la palma de un gigante, extendida por delante de él mientras caminaba sin prisa pero sin pausa.
No notaba ninguna vibración del motor, aunque sí el ocasional zumbido del mismo con mayor o menor potencia según el piloto realizaba alguna maniobra que así lo requiriera. Delante y debajo de mí se extendían los campos de Albacete, a las afueras de la ciudad, de secano unos, y siendo regados al atardecer otros. No era un vuelo sobre espectaculares paisajes de Albacete, que los hay, sino para probar esa experiencia, esa otra forma de volar.
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Me gustó mucho. Como dije antes, no parecía estar dentro de una estructura, como ocurre en aviones y helicópteros. El paisaje es un todo que te envuelve, una gigantesca pantalla en la que te proyectas, a la que la mente llega antes que el cuerpo, y estás, literalmente, colgado de las nubes.
(Nota: En el vídeo, las tomas del paramotor desde tierra corresponden al vuelo de Oscar Castedo, a espera de que les pida las mías – y es que lo dejé para el final – a los compañeros que me grabaron a mí)
Hola Diego:
Me alegro de que te haya gustado la descripción porque, te lo aseguro, la experiencia a mi me encantó. Repetiría con los ojos cerrados. Bueno, no, los volvería a tener muy abiertos ;)
Un saludo,
J
Me ha gustado mucho cómo cuentas la experiencia, en especial esto: «…me sentía como si me desplazara en la palma de un gigante, extendida por delante de él mientras caminaba sin prisa pero sin pausa.»
Me alegro de que os gustase. Un abrazo.
Diego (el piloto).
Hola Alicia:
Si superaste el vértigo y te subiste a un globo, creo que el paramotor es perfectamente asumible para ti :)
¡Ánimo!
J
Hola Judith:
La verdad es que me encantó el «slow flying», es una maravilla poder regodearte en el paisaje, en el movimiento pausado del paramotor y en la nueva perspectiva de la que gozas, sin prisa alguna. Al contrario que el salto en paracaídas, que a mucha gente le eriza el vello sólo al oír nombrarlo, el paramotor es una experiencia relajante. ¿Me estoy repitiendo con respecto a lo que digo en el post? Probablemente si :P
Un saludo,
J
PD: Le he puesto música porque el ruido del motor era muy soso (yo no paré de sonreír durante el vuelo) ;)
Otro reto que añado a mi inventario aventurero (aunque creo que en paramotor el vértigo puede jugarme una mala pasada)
¡Qué pasada! No me lo esperaba tan tranquilo para nada, tendré que probarlo que yo soy muy asustadiza y esto parece una experiencia muy guay.
PD: ¿Le has puesto música para que no se te escuchara gritar? :P