Al bajar del bus en la terminal de Cuenca nos encaminamos al primer taxi que vimos y le pedimos que se dirigiera a la zona del mercado en el centro de la ciudad. Allí hay un par de hostales que sugiere la Lonely Planet. Al llegar vimos que la zona estaba en obras y el taxista nos comentó que no era muy recomendable. La verdad es que la gente que estaba sentada en los bancos y escalones de la plaza tenía unas pintas de lo más inquietantes, miraban al taxi con la mirada fija y unos chicos golpearon la puerta mientras estábamos parados deliberando. Vamos daba menos confianza que un mono con dos pistolas (como dice mi buen amigo Rober).
El taxista se ofreció a llevarnos a la calle Luis Cordero, zona más segura y con varios alojamientos. Preguntamos precio en el típico hostal para mochileros -creo que se llamaba El Café- de habla inglesa y nos cobraban 10 dólares por una habitación con baño compartido. Más que el precio, lo que nos tiró para atrás fue el ver que la terraza-café-bar del hostal estaba lleno de gente rubia con ojos azules tomando cerveza y leyendo sus guías de viaje. Los 3 teníamos la misma máxima -siempre que se pudiera elegir- en cuanto a alojamientos durante el viaje: evitar juntarse con los mochileros de habla inglesa para mezclarse mejor con la gente del lugar.
Subimos la calle hasta la siguiente esquina y encontramos el Hostal Siberia y allí nos quedamos. Lugar muy tranquilo llevado por una mujer simpatiquísima – Edith – que no dudará en daros toda la información que necesitéis sobre Cuenca o el resto de Ecuador que ella pueda conocer. Nosotros tomamos una habitación triple por unos 8 dólares cada uno y contábamos con baño propio y televisión por cable. Además podéis usar la cocina y cuenta con sillones en cada piso para poder descansar o leer fuera de la habitación.
Desde el hostal Siberia tenéis unos 5 minutos andando hasta el río y está en el mismísimo centro de la ciudad.
La zona está llena de restaurantes internacionales y la primera noche hicimos la prueba en un mejicano que estaba justo enfrente del hostal. La verdad es que en Ecuador no saben hacer comida mejicana, así que os aconsejo que no lo probéis.
Las calles del centro de la ciudad esconden multitud de pequeños y bien acondicionados restaurantes que ofrecen decentes menús -compuestos por un plato de sopa con sustancia, un plato de arroz acompañado de carne o pescado y verduras, y un postre y bebida- por unos 2 dólares. Merece la pena pagar ese medio o un dólar más y comer en un lugar así que poner a prueba la efectividad de la vacuna de la hepatitis A y comer en uno de los agujeros donde ves las sartenes con aceite añejo y las moscas volando por todos lados. De ésos también encontraréis por el centro pero el ahorro no merece el riesgo.
También hay lugares de cocina italiana pero, de nuevo, no es un país que se caracterice por su cocina internacional. Os aconsejaría ceñiros a lo que es típico del país.