Uno de los mejores recuerdos que tengo de mi época por Dublín son los sábados de paseo por el mercado de Temple Bar en el corazón de la ciudad. Debido a los viernes y a las cervezas que el día implicaba solía faltar varias veces a mi cita pero si mi cabeza clareaba los sábados por la mañana trataba de no perderme el placer de pasear por el Temple Bar Food Market.
A finales de los noventa, Irlanda empezaba a disfrutar de la riqueza cultural y culinaria que aportaban sus nuevos inmigrantes. En esa época, este mercado era el único lugar donde uno podía encontrar una tortilla española, un chorizo o quesos italianos. Eran otros tiempos en que los inmigrantes europeos trabajaban en el McDonalds y los más oscuros todavía no habían llegado para reemplazar a los primeros y mandarlos al call center. Algo pareció a lo que ocurrió en Estados Unidos durante los últimos dos siglos pero a marchas forzadas.
En este mercado especializado en productos orgánicos hoy en día encontrarás todo tipo de comida. Se trata, sin duda, de un paraíso para cualquier gourmet que se precie. Existe todo tipo de mermeladas caseras, panes, productos porcinos curados en casa, sushi, tortillas, ostras, quesos salidos de la leche de las mejores ovejas, vacas y cabras del país, el mejor salmón e incluso especialidades en chocolate.
Hoy en día, el mercado abre los miércoles de 11 a 3 de la tarde y los sábados de 10 de la mañana a 5 de la tarde. Ideal para llegar con hambre y tomarse un brunch con todas las de rigor.
Una de mis rutinas favoritas tras la visita, era sentarme en una parada de ostras venidas de Galway. Un par de vinitos y una docena de ostras para compartir con un buen amigo era, sin lugar a dudas, un regalo para empezar el fin de semana y, encima, sin resaca.