Durante mi reciente viaje al Altiplano de Granada y la Alpujarra de Almería, tuve la suerte de regresar a una de las ciudades más bellas del sur de España. Baza es el municipio más extenso de la provincia de Granada y se ubica en el norte de la misma. Aunque la urbe en sí posee un gran número de atractivos arquitectónicos y monumentales – legado directo de su dilatada historia -, tampoco se quedan mancos los paisajes con los que la Madre Naturaleza ha decidido premiar a esta parte de Andalucía. Y es que a mano quedan las cumbres de más de 2.000 metros de altura del Parque Natural de la Sierra de Baza, así como el mar de cárcavas de marciano aspecto del Geoparque de Granada y los verdes oasis de la Vega de Baza.
Pudimos disfrutar de todo ello con tranquilidad, pues tuvimos la fortuna de establecer nuestra base en uno de los más encantadores alojamientos rurales de Granada. Y es que a escasos kilómetros de Baza se hallan las casas-cueva de Al-Jatib, en las que probé por primera vez la vida troglodita (y debo decir que me gustó muchísimo).
Desde allí visitaríamos lugares tan bellos e interesantes como el pueblo de Castril, el Embalse del Negratín y otros muchos. Sin embargo, como no podía ser de otra manera, nuestra primera visita del viaje la hicimos en Baza. Pero no fue una visita convencional.
Una iniciativa histórica muy original
La ciudad de Baza fue fundada por los bastetanos en el siglo VI a. de C. Este pueblo íbero le dio el nombre de Basti, siendo la capital de Bastetania, un vasto territorio que abarcaba parte del este de Andalucía y el sureste manchego-murciano. La ocupación romana de Hispania convirtió a Basti en un gran centro comercial, cayendo en el año 713 en manos árabes, quienes le cambiarían el nombre a Medina Bastha. Volvería a manos cristianas cuando las tropas de los Reyes Católicos la reconquistaron, tras siete duros meses de asedio, en 1489.
Esta gran mezcla de pueblos y culturas ha hecho que Baza esté repleta de joyas históricas de distintas clases. Así lo avalan su Alcazaba, los Baños Árabes, el completísimo Museo Arqueológico de Baza, el Convento de Santo Domingo o sus numerosas iglesias de renombre, como son las de Santiago, los Dolores y la iglesia Mayor de Nuestra Señora de la Encarnación.
Sin embargo, como ocurre en tantos lugares, hay distintas maneras de disfrutar de todos esos atractivos. Puedes cogerte una audioguía e ir paseando por las calles de la ciudad. O ir mirando Google Maps en tu móvil, y en cada punto de interés abrir la Wikipedia. ¿Pero qué mejor forma de conocer Baza que explicada por los personajes ilustres que la habitaron?
Esa es la base de la idea que se le ocurrió a los chicos y chicas que forman la agrupación ‘El Caserón de la Loca’. Ellos querían que la gente pudiera callejear por Baza y fuera encontrando jeques árabes en sus baños, o al famoso Abad Navarro cerca de la iglesia Mayor… O mejor aún, a la auténtica Dama de Baza, vivita y coleando, en el museo arqueológico, junto con un Cervantes que también tiene una extraña y lejana relación con la ciudad.
Si además tienes en cuenta que los fantásticos actores y actrices de la agrupación dan vida a todos esos personajes con una alegría, gracia y arte inacabables, el resultado no puede ser otro que una de las visitas más originales que puedas hacer en cualquier ciudad de España.
Viviendo la visita teatralizada por Baza
En una fresca noche de finales de octubre, nuestro autobús nos dejó en el barrio de Santiago, justo al lado de los Baños Árabes, que sería el punto inicial de nuestra visita teatralizada por Baza.
Los Baños Árabes
Allí ya nos esperaba una de las criadas del gran jeque que poseía aquellos baños. Después de reprendernos por haber llegado tarde, nos condujo al interior de ese lugar que data del siglo XIII. A pesar de que nos pedía sobriedad y silencio, no pude parar de reír con sus comentarios mordaces e ingeniosos que iban dirigidos tanto a nosotros como al jeque y a la otra sirvienta.
Así, con esa gracia innata que parece crecer con mayor espontaneidad por esta parte de la península ibérica, nos condujo a través de las tres salas principales de los que fueran majestuosos baños árabes de Baza. Estos, estaban relacionados con la antigua mezquita (hoy, iglesia de Santiago).
El mejor momento de la visita nos lo regaló la sirvienta (o aguadora) que no había despegado sus labios en todo el rato. No lo necesitaba, salvo para cantar, pues cogió una pequeña guitarra (pienso que era un ukelele) y nos cantó un par de bellísimas canciones árabes que hicieron que viajáramos en el tiempo con cada acorde. El té y los dulces arábigos hicieron de perfectos complementos para ese momento tan especial.
El Abad Navarro
Nos costó escapar del embrujo de la música y voz de aquella chica, pero al poco de salir de nuevo a las estrechas y silenciosas calles del barrio de Santiago, otra extraña figura se nos acercó con un antiguo farol en sus manos. Era el sereno, una figura que erraba por las calles de la Baza del siglo XVIII, al igual que hacía nuestro siguiente acompañante de la noche: el insigne Antonio José Navarro, más conocido con el nombre de «El Abad Navarro».
Este estudioso de la vida llegó a Baza en 1763, cuando es nombrado Examinador Sinodal del Obispado de Guadix-Baza. Ocuparía el cargo hasta su muere (1797) durante esas tes décadas se emplearía a fondo en estudiar la historia, geografía, botánica, mineralogía y cualquier otra cosa relacionada con Baza. Fue un hombre de iglesia, pero sobre todo de saber. Su ansia de conocimiento no tenía fin y su formación ilustrada y progresista le llevó a más de un encontronazo con ciudadanos y miembros de la Iglesia.
El Abad de Baza (sería nombrado abad en 1790) fue galardonado con el título de Académico de la Historia, Socio Correspondiente del Instituto de París y era miembro de varias Sociedades de Amigos del País.
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Sin embargo, aquella noche se presentó ante nosotros embozado en una capa y con su gran lupa (con la que observaba insectos y minerales de los campos de Baza) en la mano derecha. Él nos habló sobre las bondades de Baza y cómo era la vida en la ciudad durante su época. Una época lejana, pero no tanto como la que vivió nuestra siguiente acompañante…
La Dama de Baza
Y si la labia del Abad nos había hecho reír y aprender a la vez, la belleza de la Dama de Baza nos dejó absortos.
Apareció ante nosotros junto a la réplica que se halla en Museo Arqueológico de Baza. La actriz estaba pertrechada con el vestido y todos los adornos de la famosa escultura ibérica del siglo IV a. de C. No le faltaba ningún detalle. Después, con su candorosa voz nos narró su historia.
La Dama de Baza fue encontrada el 22 de julio de 1971 en la necrópolis de la antigua Basti. Se trata de una escultura bastetana policromada que se encontraba dentro de una cámara funeraria. La persona allí enterrada fue de gran relevancia, pues así lo indicaban las armas quemadas – solía ser una ofrenda a los grandes guerreros, pero también pudo ser para una persona de gran poder – y el ánfora púnica que le acompañaban (conectaba con el exterior por un embudo, por el que se vertían ofrendas líquidas). Por todo ello se cree que la Dama de Baza pudo ser una especie reina-sacerdotisa.
La escultura original se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional de España (Madrid), pero la de Baza es una réplica exacta.
Además de la Dama de Baza, en el MAB (Museo Arqueológico de Baza) se exhiben auténticos tesoros arqueológicos de las distintas culturas que ocuparon Baza, desde el Neolítico hasta la Edad Media.
El Quijote y el Cascamorras
En una sala contigua del museo, nos esperaba la última sorpresa de nuestra visita teatralizada por Baza. Se trataba, ni más ni menos, que del talentoso Don Miguel de Cervantes. Encarnado por el mismo – y tan fabuloso, que no lo reconocimos – actor que había dado vida al Abad Navarro unos minutos antes, el creador de El Quijote nos explicó qué hacía en aquella sala del museo a esas horas de la noche.
Y es que hay dos cosas que relacionan a El Quijote con Baza. Por un lado, el licenciado Márquez Torres – natural de Baza – fue el primer lector (1615) de la segunda parte de la obra más famosa de la historia de las letras españolas. Él fue quien la aprobó y defendió. Una especie de primer editor de la época.
Y por otro lado, en el capítulo 11 de ese segundo libro de El Quijote, Cervantes presenta la figura del Cascamorras en el siguiente párrafo: «Estando en estas pláticas quiso la suerte que llegase uno de la compañía, que venía vestido de bogiganga, con muchos cascabeles, y en la punta de un palo traía tres vejigas de vaca hinchadas». El Cascamorras es el epicentro de la fiesta homónima, que se celebra cada año en Baza y Guadix y fue declarada de Interés Turístico Internacional.
La noche del 5 al 6 de septiembre, el Cascamorras – que va vestido como un bufón o arlequín – es despedido de Guadix con la misión de apoderarse de la Virgen de la Piedad de Baza. El resto de la apasionante historia de las fiestas mayores de Guadix y Baza os la explicaré en un artículo íntegramente dedicado a ella.
Y música para acabar
Finalmente, y como broche de oro de una divertidísima visita teatralizada por Baza, conocimos a todos los actores que la habían hecho posible y fuimos testigos de un último número musical. Se trataba de unos fandangos de Baza (o fandangos cortijeros), que solían cantarse en las fiestas de los cortijos de la zona. Para tales bailes se utiliza el traje alpujarreño o cateto, como fue el caso.
Nos despedimos de toda esa maravillosa gente con tristeza. Queríamos más. Habrá que volver.
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