Hace unas semanas tuve la suerte de poder visitar la población riojana de San Vicente de la Sonsierra y la Bodega Carlos Moro, situada a escasa distancia del centro urbano de San Vicente.
El viaje, aunque tuvo al vino como principal protagonista, fue también un descubrimiento de los paisajes y el patrimonio cultural de esta preciosa zona del norte de La Rioja.
San Vicente de la Sonsierra, Briñas, Briones o Labastida son solo algunas de las acogedoras y bellas poblaciones en las que puedes establecer tu base de operaciones para disfrutar de las siguientes actividades culturales y al aire libre que te recomiendo.
Índice de contenidos
- El Sendero del Ebro: de Briñas a San Vicente de la Sonsierra descubriendo paisajes y patrimonio
- Sendero a los Eremitorios de Gobate
- Sendero al Alto del Toloño, Monasterio de Santa María de Toloño y Mirador de la Sonsierra
- Arte y patrimonio en la Bodega Carlos Moro
- Ruta literaria del libro de Andrés Pascual, ‘A Merced de un Dios Salvaje’
El Sendero del Ebro: de Briñas a San Vicente de la Sonsierra descubriendo paisajes y patrimonio
Con algo menos de 16 kilómetros de longitud y un desnivel acumulado que apenas roza los 40 metros, el Sendero del Ebro es una de las mejores, y más sencillas, caminatas que puedes disfrutar en la zona.
Puedes partir del mismo centro de la pequeña población de Briñas. Allí, en la Plaza de la Constitución, la iglesia de Nuestras Señora de la Asunción se erige, desde el siglo XVII, como dueña y señora de todo, acaparando las miradas de locales y turistas con su impresionante arte de sillería.
Desde allí, debes tomar el camino que discurre junto a las aguas del Ebro, que fluyen aquí mansas, para regocijo de los patos y cisnes que chapotean alegremente en ellas.
La ruta te lleva entre choperas y vegetación de ribera hasta arribar al Puente de Briñas, que lleva facilitando el paso a las gentes de la zona desde el medievo.
Después, el sendero zigzaguea, paralelo al Ebro y cruzando el río Caz, entre viñedos, lagares, choperas y chozos (o guardaviñas) del siglo XIX. Estos chozos, hechos de piedra, eran utilizados por los trabajadores de los viñedos para vigilar los campos o protegerse de las inclemencias del tiempo.
Finalmente, y caminando sobre un tramo de antigua calzada romana, llegas al centro de San Vicente.
Una ruta perfecta para conocer parte de la cultura del vino y los paisajes riojanos en unas 4 horas.
Sendero a los Eremitorios de Gobate
Otra ruta – más corta y sencilla que la del Sendero del Ebro, pero que me encantó casi por igual – es la que parte del Barrio Arribas, enclavado en la pequeña población de Rivas de Tereso, y te lleva a los eremitorios de Gobate.
Los eremitorios de Gobate son viviendas rupestres excavadas en la roca, que servían de hogar a un ermitaño hasta el momento de su muerte. Quizás eso explique las tumbas antropomórficas que se encuentran en ellas.
El sendero es ancho y las vistas, con la sierra de Toloño y los campos de vides adornándolas sin complejos, extraordinarias. Sin embargo, es cierto que las indicaciones podían ser algo mejores y la senda se desdibuja en las proximidades de los eremitorios, difíciles de encontrar entre los arbustos.
Cerca de allí, a menos de 5 minutos de caminata, se halla la ermita de San Bartolomé de Orzales, que fue usada como escondite por los bandoleros de la sierra y guerrilleros anti-napoleónicos.
Sendero al Alto del Toloño, Monasterio de Santa María de Toloño y Mirador de la Sonsierra
Tras el paseo por los eremitorios, tomé de nuevo el coche para acercarme al aparcamiento desde el cual comienza el sendero que te lleva a la cima del Alto del Toloño. Este recorrido de unos 4-5 km (de ida, y otros tantos de vuelta) sí exige una mejor condición física y, sobre todo, un tiempo que yo no tenía. Me habría encantado poder subir al Alto del Toloño y admirar las ruinas del monasterio de Santa María del Toloño, que coronan la cima desde el siglo IX, cuando fue construido por hermanos de la Orden de San Jerónimo.
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Sin embargo, sí que pude disfrutar de unas maravillosas vistas desde el Mirador de la Sonsierra, situado a 860 metros de elevación y a escasa distancia, en coche, del aparcamiento del sendero a la cima del Alto del Toloño.
Bajo mi fascinada mirada se extendían interminables campos de viñedos, los pueblos de San Vicente de la Sonsierra – con su imponente castillo – y Briones, entre otros, y el serpenteante cauce del Ebro. Todo en una combinación de colores tal que se asemejaba a la obra de un pintor loco.
Arte y patrimonio en la Bodega Carlos Moro
Al pasear entre los magníficos viñedos – dispuestos en ordenadas terrazas que refulgían en verde y púrpura (de las uvas) bajo el sol – de la Bodega Carlos Moro, además de disfrutar del paisaje y el aire puro, también pude admirar algún chozo centenario y lagares aún más antiguos.
Además, en el calado de la bodega, entremezcladas con los barriles perfectamente alineados, unas bellas y originales esculturas del artista Carlos Villoslada muestran la relación entre la cicatrización de las heridas, el aprendizaje de las mismas, la vida y el vino.
Para ello, el artista trabajó sobre 14 cepas de 35 años de edad, que hoy forman la exhibición permanente ’14 Latidos’.
Ruta literaria del libro de Andrés Pascual, ‘A Merced de un Dios Salvaje’
Y dejo para el final, como hago con los postres que más me gustan, una de las mejores experiencias culturales y sociales que he vivido en los últimos años.
La ruta literaria del libro ‘A Merced de un Dios Salvaje’, del conocido autor riojano Andrés Pascual, fue la mejor manera de acercarme a lugares tan hermosos como la ermita románica de Santa María de la Piscina – ejemplo mejor conservado y más completo del románico riojano -, el imponente castillo de San Vicente de la Sonsierra, la Cofradía de la Vera Cruz de San Vicente y los viñedos de la zona.
Además, fui acompañado de un grupo de personas invidentes liderado por el gran chef – y mejor persona – Ángel Palacios, creador del magnífico proyecto ‘Cocinar a Ciegas’. Con su iniciativa, Ángel enseña a otras personas que, como él, tienen problemas de visión, a manejarse con soltura entre los fogones de la cocina. A ellos les traslada su conocimiento, tanto de trucos básicos como las últimas tendencias. Todo ello acompañado de risas, emociones y mucho cariño.
Por el fantástico menú que degustamos tras la tertulia con Andrés Pascual, puedo dar fe que el proyecto de Ángel es todo un éxito. Una cena exquisita tras una charla de Andrés que despertó y exaltó mis perennes ganas de escribir una novela.
La recaudación de tan sabrosa cena en el restaurante La Vieja Bodega se donó a la Fundación Síndrome de Dravet, una de esas enfermedades catalogadas como ‘raras’ y que es protagonista en la novela de Andrés. Pude conocer a Pilar y su marido, los padres de Raúl, el niño real que inspiró a Andrés para crear al personaje homónimo en ‘A Merced de un Dios Salvaje’. Escuchar hablar a Pilar con tal entereza y pasión fue tan emotivo que el salón entero rompió con un atronador aplauso al finalizar su intervención.
Tras dormir 3 horas esa noche y llevar por el mundo desde las 5 de la mañana, debo reconocer que llegué a la cena muy lejos de mi mejor capacidad de atención. Sin embargo, Andrés es una persona que te atrapa con su discurso. Natural, cercano, simpático, amable, ocurrente y motivador, son solo algunos de los adjetivos que me vienen a la cabeza cuando recuerdo la intervención de Andrés aquella noche.
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Tuve la suerte de sentarme a su mesa y, entre plato y plato, pude descubrir, también, su vena viajera. Conectamos de manera instantánea. Uno de esos regalos que te ponen los viajes en la vida. Amigo Andrés, has ganado un nuevo fan.