Llegada y alojamiento en Lisboa

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Tenía Lisboa en el punto de mira desde hacía mucho tiempo y, finalmente, gracias a un viaje planeado a Madeira decidimos hacer una escala de tres días en la capital portuguesa.

Fue uno de esos vuelos madrugadores y todavía no eran las ocho de la mañana cuando ya nos encontramos esperando las maletas en el aeropuerto de Lisboa.

Con la resaca de la comida de las Navidades y las pocas horas dormidas, nos dirigimos hacia la oficina de Correos en el aeropuerto para comprarnos la famosa tarjeta Siete Colinas que permite el uso del transporte público en toda la ciudad de Lisboa por 5 euros al día. Desafortunadamente, la oficina estaba cerrada y optamos por el plan B:

Subirnos al clásico Aerobus que nos dejaba en el centro de la ciudad. Había leído anteriormente por internet que si enseñabas tu billete de la compañía TAP el autobús del aeropuerto te salía gratis pero no fue así y pagamos los 2 euros aproximados que cuesta el billete actualmente.

El aeropuerto se encuentra muy cerca del centro de Lisboa y el Aerobus realiza distintas paradas en la ciudad y en apenas 20 minutos llegamos a nuestro destino.

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Vistas al Castillo de San Jorge desde Rossio

Días antes, a través de Booking, encontramos un bonito apartamento por 60 euros la noche en la zona del Castillo. Así que nos bajamos del Aerobus en la plaza de Rossio, compramos una tarjeta de transportes en las máquinas expendedoras del metro -que milagrosamente entendí a la primera- y nos subimos al primer tranvía en Lisboa con destino al Castillo de San Jorge.

Pasear por Lisboa a las ocho de la mañana en un día festivo es una gozada. Apenas había gente por la calle y la ciudad despertaba soñolienta, con colores ocres y algunas farolas todavía encendidas. La ciudad parecía realizar un proceso de empatía con nuestro estado sonámbulo de las pocas horas dormidas. No obstante, Lisboa y sus adoquines son malos compañeros para las maletas con ruedas compradas en un chino, así que fuimos por la vía rápida y nos dirigimos hacia nuestro destino para instalarnos y visitar la ciudad más ligeros un poco más tarde.

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El apartamento que alquilamos en Lisboa resultó ser todo un acierto. Rui, el chico que lo gestiona, nos recibió en la puerta para explicarnos el funcionamiento y nos entregó las llaves. El apartamento, ubicado en la misma Costa do Castelo, consistía en un dúplex con salón, baño y cocina en la planta principal y una extensa habitación con cama de matrimonio en la superior. Estaba decorada con toques románticos y buen gusto y esos detalles suplieron el hecho de tener que bajar las escaleras de madera para ir al baño y la poca luz natural en el piso.

Iberia Express

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Rápidamente nos aclimatamos fácilmente en nuestro nuevo centro de operaciones en Lisboa donde reponer fuerzas durante las distintas visitas por la ciudad. El apartamento constaba con wifi gratuito, una cocina bien equipada, televisión por cable y calefactores. Echamos de menos vistas hacia la ciudad desde las mismas ventanas aunque a escasos pasos ya podíamos disfrutar de las preciosas vistas al barrio de Alfama a nuestros pies.

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