En nuestro tercer día de viaje por el interior de España partimos de Cuenca en dirección Consuegra y disfrutamos del despoblado paisaje de la zona y el castillo de Belmonte.
Hicimos una breve parada en el Alcázar de San Juan y de noche llegamos a Consuegra donde pudimos ver a lo alto del monte los molinos bellamente iluminados. Antes de buscar alojamiento decidimos subir a la colina y disfrutar de la vista que ofrecían los molinos a lo alto con vistas a una extensa llanura.
De vuelta al pequeño pueblo de Consuegra nos dirigimos a una casa rural que me habían recomendado a través de twitter. Se llama La Vida de Antes y se encuentra en una bella casa castellana bien acomodada y con todo tipo de detalles. La doble nos salió por unos 65 euros con desayuno bufe a unos 6 euros por persona. La habitación era bonita y con esa extraña manera de ser ecológicos pidiendo que tires la toalla al suelo si quieres que la cambien pero con un jacuzzi en la bañera funcionando a todo trapo. Me pareció un buen sitio y gran trato. No obstante, me dió la sensación que se lo tenían muy creído, probablemente por la escasa competencia de la zona.
El casco antiguo de Consuegra es pequeño y de fácil andar. Por la noche salimos a pasear y a cenar y apenas encontramos a gente por la calle. La plaza España se encuentra en el corazón del pueblo y alberga los edificios más representativos de Consuegra: el ayuntamiento, la casa de San Gumersindo con su estilo castellano mudéjar y los bastimentos.
Cenamos en un precioso restaurante llamado Casa La Tercia. Se trata de un edificio de origen romano en el casco histórico de Consuegra. Antiguamente en su interior se levantaban las termas romanas que luego los árabes transformaron en mezquita y en la época de reconquista el edificio se convirtió en un palacio. Hoy en día podemos encontrar rastros de su historia en su arquitectura y la comida no le va atrás al bonito escenario visual. Nos decidimos por probar entrantes típicos de Castilla: pisto manchego, migas manchegas, duelos y quebrantos regado con buen vino. Nos salió por 50 euros y comimos de maravilla.
Por la mañana fuimos a visitar los molinos de viento. Con el coche apenas tardamos 5 o 10 minutos hasta llegar a la cima de la colina donde se encuentra una hilera de molinos bien conservados y con vistas al infinito. Apenas habían turistas: un autocar de japoneses y otro coche. Los dejamos ir y tuvimos vistas privilegiadas a los molinos sin apenas nadie que molestara al objetivo.
Durante el tiempo que estuve viviendo en Cuenca, me quedé con ganas de conocer Belmonte y la zona de los molinos de viento. Algún día volveré para poder visitarlos.
Saludos