En el noroeste de Irlanda se encuentra Donegal, un condado de extrema belleza donde grandes caserones aparecen dispersos por interminables campos verdes que se extienden entre dramáticos acantilados. Es una de las gemas ocultas de un país cuyo marketing turístico ha estado centrado, por mucho tiempo, en Dublín y las mitades sur y suroeste.
Al oeste del adormecido pueblo de Donegal nos encontramos los imponentes acantilados de Slieve League, los más altos de Europa y que pueden ser recorridos libremente por un sendero que discurre por sus cornisas.
Más al norte, cerca del extremo noroccidental del país, existe un pequeño pueblo llamado Dunfanaghy. El pasado siglo llegó a ser un importante puerto comercial pero un temporal trasladó arena y otros sedimentos desde el oeste e hizo que no hubiera profundidad suficiente para albergar barcos de gran calado. Desde entonces, el lugar se ha convertido en un tranquilo destino vacacional para muchos irlandeses y algunos europeos que buscan lugares fuera de las rutas turísticas más convencionales.
En sus alrededores tenemos sitios tan bellos como la playa de Tramore, la del mismo Dunfanaghy, el New Lake y los acantilados de la península de Horn Head, además de más de un centenar de muestras arqueológicas de los tiempos celtas. Todo se puede visitar a pie, aunque debido a la estrechez de las carreteras e inexistencia de arcenes, es mejor disponer de un vehículo.
Un poco más alejados podemos encontrar dos parques naturales que no te puedes perder si estás en la zona.
Ards Forest Park
Este parque forestal de unas 480 hectáreas de extensión está considerado como uno de los espacios naturales más bonitos de Irlanda.
Está ubicado sobre la carretera N56, entre las poblaciones de Creeslough y Dunfanaghy. Si dejas el coche en el aparcamiento del parque debes pagar 5 euros pero también puedes acceder por un pequeño monasterio franciscano donde el parking es gratuito.
Cuando te internas en el parque puedes elegir uno de los senderos señalizados.
El Arts Heritage Trail tiene 3,5 km de largo y pasa por lugares de interés histórico y arqueológico. Nos encontraremos con los restos de 4 fuertes en forma de anillo y algunas tumbas megalíticas.
El camino verde y el de la naturaleza se extienden por 3 km y el rojo atraviesa casi todo el parque con 13 km de senderos que cuentan con varios atajos hacia el punto de salida por si te sorprende una de las típicas tormentas del cambiante clima irlandés.
Cualquiera de ellos hará las delicias de los amantes de la naturaleza. El parque de Ards es uno de los pocos ejemplos que quedan del típico bosque irlandés que cubría esta parte del país. Pero no sólo verás bosque. Al ser un parque costero también hay calas tranquilas a las que sólo se puede acceder caminando.
Nosotros no disponíamos de mucho tiempo y nos decantamos por un paseo bastante corto. Tomamos el camino asfaltado que sale desde la parte de atrás del monasterio franciscano y discurre paralelo a la playa Isabella’s. Después tuerce hacia la izquierda, entre arbustos altos, y encontramos varios miradores donde merece la pena pararse a admirar la bahía de Sheephaven.
Justo antes de internarnos en el bosque dimos con la pequeña cala de Lucky Shell. Allí una pareja paseaba a sus perros al atardecer en este lugar idílico que suele estar deshabitado.
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Caminamos por entre un techo de árboles durante unos 20 minutos más hasta regresar al monasterio. Si disponéis de tiempo os aconsejo que hagáis el trayecto de 13 km, que os proporcionará una visión amplia de este bonito lugar.
Glenveagh National Park
Glenveagh National Park es uno de los seis parques nacionales que existen en Irlanda. Situado al noroeste del condado de Donegal, engloba 16.000 hectáreas en el corazón de las montañas de Derryveagh. Antes de ser declarado parque nacional (1975) fue un coto privado para la caza del ciervo, que acabó por extinguirse y ha sido reintroducido en un arduo trabajo realizado durante las pasadas décadas.
Llegamos al aparcamiento a media tarde y nos dirigimos al Centro de Visitantes. Acceder a Glenveagh es totalmente gratuito y sólo deberemos pagar si queremos tomar el pequeño autobús que nos lleva al castillo o realizamos visitas guiadas por el mismo o los bosques.
El Centro de Visitantes ofrece bastante información sobre la flora y fauna que existe en el parque, además de detallar las rutas por las que llevan los distintos senderos. Hay varios trekkings de distintas temáticas y distancias y para echarles un vistazo os aconsejo visitar la página oficial del Glenveagh National Park.
Lagos, montañas, jardines botánicos, ciervos, nutrias, cascadas, miradores e incluso un castillo son muchos de los atractivos de Glenveagh.
Nosotros, por el tiempo del que disponíamos, nos decantamos por hacer el camino, de casi 4 kilómetros, que llevaba al castillo. Es un trazado fácil, sin pendientes y por un sendero de piedras y grava que discurre paralelo al bello Lough («lago» en gaélico) Veagh. El camino asfaltado por el que pasa el bus está a la vista y lleva a los que no tienen ganas de pasear por 3 euros ida y vuelta.
El paisaje es bastante dramático, ayudado por el cambiante clima típico de esta zona del país. Comenzamos a caminar enfundados en abrigos para, un rato después, estar en manga corta con el sol resplandeciendo. Cinco minutos más tarde comenzó a llover. ¡Así es Irlanda!.
No existían árboles, tan sólo flores y arbustos flanqueaban nuestro camino y cubrían las laderas de las montañas que se erigían a nuestra izquierda y tras el lago.
Al llegar al castillo, nos encontramos con los jardines. Debido a la acidez del suelo, aquí han podido crecer sin problemas especies de lugares tan dispares como Sudamérica, Tasmania o China. Es un gusto pasearse por este remanso de tranquilidad.
La visita guiada al castillo cuesta 5 euros. El edificio fue levantado por John George Adair en granito en el siglo XIX. Era su ideal de lugar de retiro victoriano y la verdad es que no se equivocaba. Se erige vigilante sobre el lago y entre dos montañas. La mejor vista del complejo se tiene al ascender el sendero de algo más de kilómetro y medio que lleva al mirador de la montaña. Es bastante empinado y os llevará como una hora de ascensión.
Nos quedamos con las ganas de explorar más a fondo el parque así que os recomiendo que lleguéis lo más temprano posible para aprovechar el día entero en el Glenveagh National Park.