Uno de mis mejores amigos se casó hace tan sólo un mes en la capital chilena, Santiago. Fue una suerte y honor poder estar presente en tan señalado día de su vida gracias al periplo que llevo realizando por el continente sudamericano, pero el chaval -Richard- nos pagó el esfuerzo a todos con creces y nos preparó una gran semana de actividades por los alrededores de Santiago a todos los extranjeros que acudimos a la boda.
El día en que llegaron los amigos de Francia en un avión de Air France fuimos al aeropuerto a recogerlos para poner rumbo a Maitencillo, un pequeño pueblo del litoral chileno que se encuentra a tan sólo hora y algo de Santiago y una media hora de Valparaíso; un lugar en la costa chilena ideal para relajarse.
Richard había reservado dos bungalows en primera línea de playa por unos 70.000 pesos -unos 80 euros- entre los dos. El precio no estaba nada mal teniendo en cuenta de que estaban en primera línea de playa, -de hecho, estaban ya en la arena- tenían barbacoa y cabían unas 12 personas entre los dos.
El pueblo es bastante pequeño y lo exploramos mientras buscábamos restaurante dónde comer y nos aprovisionábamos de bebida, carbón, palas de playa y demás cosas básicas para pasar unas buenas 24 horas en aquel remanso de tranquilidad con vistas al Océano Pacífico.
Fue un día perfecto.
En estas latitudes el agua del Pacífico es bastante fría pero nos dimos un buen baño después de sudar como cerdos jugando al volley. Después comenzamos el fuego de la barbacoa mientras dábamos cuenta de las primeras de las muchas cervezas y copas que caerían esa noche. La playa y el pueblo estaban casi desiertos -justo al final de la temporada veraniega- y disfrutamos el lugar como los únicos reyes de un hermoso reino.
Comenzó la música, la carne se doró y las conversaciones en inglés, francés -yo desconectaba- y español se entremezclaban con el Reggae, Yves La Rock y demás repertorio mientras el ron se enfriaba en la nevera. La decoración de la zona de la terraza con velas, la luna llena y la vista nocturna del mar hicieron el resto para una noche playera en toda regla.
La anécdota de la noche fue la gran partida de dominejkique nos hicimos Richard y yo -gran pareja de dominó de antaño- contra Folicué -francés con ascendencia africana y española- y Erik -cubano cantante de éxito afincado en Francia y que se convirtió en gran amigo después de esta semana-. No me creí lo que me dijo Erik de que en Cuba se juega con fichas ¡hasta el doble 9!. Parece que es cierto pero, aunque se veía que era un gran jugador de dominó, Foli estaba más atento al ron y les dimos pal pelo. ¡Un vicio el dominó!
Al día siguiente, al amanecer, nos despedimos con pena de aquella casa en la que habíamos pasado tan poco tiempo pero tan bien aprovechado. Nos esperaba Valparaíso.
Para mí, mucho mejor lugar que Viña del Mar para quien busque unos buenos días tranquilos de playa.
A los amantes de Maitencillo les aviso que pueden observar fotos muy antiguas de este maravilloso balneario en mi web:
https://sites.google.com/site/fotosparamatrimoniosyeventos/services/comentarios-interesantes/fotosdemaitencillo