Trás unos días en la bonita pero ajetreada Cartagena de Indias nos fuimos directos a Taganga, pueblecito costero que elegimos como campamento base para visitar el Parque Nacional de Tayrona. Siendo vecino de Santa Marta, la mayoría de mochileros me lo recomendaron por encima de ésta.
Tomamos un bus en Cartagena de Indias que paró en Barranquilla mientras nos trasladaban a un colectivo de 20 plazas que nos llevaría a Santa Marta. el trayecto debería habernos llevado unas 4 horas según la guía, pero un par de paradas en controles militares más el tiempo de transbordo en Barranquilla -no anunciado por el que nos vendió el billete por 27.000 pesos- alargó el viaje hasta hacerlo interminable. Habíamos partido de Cartagena después de comer y ya era noche cerrada cuando llegamos a la terminal de Santa Marta.
Era un Domingo de Mayo y la única forma de llegar a Taganga era en taxi. Por unos 13.000 pesos el conductor nos dejó en el paseo marítimo del pueblecito de Taganga.
Taganga es un lugar exclusivamente de relajación. El pequeño paseo marítimo conglomera toda la vida del pueblo con sus restaurantes y chiringos de playa. Muchos hippies pasean arriba y abajo con la guitarra y sus manufacturas que intentan vender a los que pasan por allí.
Los habitantes de Taganga viven sobre todo de la pesca, como podréis apreciar al ver la aglomeración de embarcaciones con aparejos que se encuentran en la estrecha franja de arena que representa la playa del pueblo. Algunos de los dueños de las barcas más pequeñas han decidido combinar el servicio turístico con la faena pesquera y os ofrecerán un servicio de taxi para ir a Playa Grande o incluso a el parque de Tayrona.
A pesar de ser un lugar de descanso, mucha gente acude a este lugar por la fama que tienen sus escuelas de buceo. Es el principal punto de la zona para realizar cursos o simplemente dedicarse al snorkelling. Nosotros nos decantamos por esta segunda opción cuando nos fuimos a Playa Grande.
Para ir a la playa personalmente pienso que es mejor que escojáis la ruta a pie que pasa la colina al sur del pueblo. Es un paseo de unos 20 o 25 minutos en el que se asciende la colina -llena de cactus y lagartijas- y la baja del otro lado para llegar a la playa. Las vistas del pueblo desde la colina valen la pena y lo mismo ocurre con las de Playa Grande cuando comenzáis el descenso del otro lado.
La otra opción para los más vagos consiste en tomar cualquiera de los barca-taxi que os ofrecerán en el pueblo. Salen a unos 2.000 pesos por persona y os dejarán en la playa en menos de 10 minutos. ¡Pero os perderéis las vistas!.
Alquilé unas gafas de bucear, tubo y aletas por 8.000 pesos y me pasé casi un par de horas recorriéndome las zonas rocosas de la zona. Merece la pena porque tampoco es que haya mucho más que hacer salvo tirarte al sol como las lagartijas.
Después nos comimos un buen pescadito a la sombra de uno de los muchos restaurantes que atestan la playa y de nuevo al agua y la toalla. Volvimos a Taganga al atardecer para ver una de las puestas de Sol más tranquilas y bellas del viaje.