La desembocadura del Guadiana y la isla Cristina
Durante los días que exploré la preciosa provincia de Huelva hicimos un poco de todo. En Ayamonte, junto a la desmbocadura del Guadiana, abordamos un barco que nos llevaría río arriba, entre dos países.
A lo largo del río, veleros de todas las esloras fondean en sus calmadas aguas. Muchos han navegado hasta aquí desde el norte de Europa y se disponen a pasar el invierno en el refugio que proporciona el Guadiana. La oscuridad se nos echa encima cuando llegamos a Sanlúcar del Guadiana.
A la mañana siguiente, y después de un portentoso desayuno, nos aguarda el camino natural del Guadiana. Exuberante en vegetación y colores, se desplaza a la vera del río, formando parte de un entramado de 44 etapas que recorren la corriente desde su nacimiento, en las Lagunas de Ruidera, hasta su desembocadura, en Ayamonte.
Ciervos y jabalíes merodean por los alrededores, y un excremento con restos de cangrejo delatan a una nutria que debió pasar recientemente por la senda.
Al final del camino nos aguarda el autobús para llevarnos a isla Cristina donde disfrutaremos del bien ganado almuerzo. Esta localidad onubense tiene una gran tradición pesquera. Su lonja es la segunda en importancia por venta de pescado fresco en España.
Los rostros desgastados de los marineros reflejan la alegría del fin de la jornada de trabajo mientras descargan sus capturas sobre el muelle. Es este un oficio duro y romántico, quizás en peligro de extinción. Por eso en la lonja de Isla Cristina planean una interesante actividad: la pesca turística. Con ella, dan la oportunidad al visitante de ponerse en la piel de los pescadores, compartir una jornada de pesca con ellos, y, como premio, deleitarse al final con parte de las capturas.
El sol refleja su cálida luz sobre las marismas que rodean la Isla. Aquí unas tradicionales salinas tienen una historia fascinante. Juan, que así llamaban a un alemán con apellido impronunciable que había llegado a estos lares en busca de sal para exportar a su país, adquirió estas minas de sal para su empresa Biomaris. Con el tiempo, no tardaron en llegar los rumores que aseguraban que dicha sal era utilizada para la fabricación de bombas. Cuando el alemán murió, las salinas pasaron a manos de Don Manuel Gómez, y, cuál fue la sorpresa de éste al descubrir que Juan tenía un hermano que resultó ser el espía alemán más importante de la península. Los viajes semanales que Juan realizaba a Lisboa podrían no ser para lo que él siempre pensó.
Vista a Moguer y homenaje al poeta Juan Ramón Jiménez
Moguer es como un enorme destello. Sus blancas casas reflejan la luz cegadora que te hacen sentir que caminas por un cielo.
Edificios de arquitectura colombina surgen aquí y allá mientras deambulamos por sus calles y nos conectan con esas antiguas ciudades coloniales del otro lado del charco. Distintos espacios y mismo mundo. La historia corre por la sangre de estas tierras y la llena de aromas del pasado.
Aquí nació el poeta Juan Ramón Jiménez y no sorprende que en tantas ocasiones este municipio fuera su fuente de inspiración. Su casa, ahora reconvertida en museo, es una visita indispensable. Viajamos en el tiempo a través de sus recuerdos, efectos personales y libros, para introducirnos en el extenso universo del premio Nobel, donde fue siempre Moguer el objeto de sus nostalgias, aquel pueblo que el definió como “la luz con el tiempo dentro”.
En el mesón “El lobito” me siento un bandolero de Sierra Morena. Auténtica reliquia de una antigua posada. Hasta el polvo y la mugre que cubren sus paredes parecen parte del decorado.
Visita a El Rocío
Después de la suculenta comida, donde destacan las carnes y las tostas a la brasa de la gigantesca chimenea, encaramos la última parada del viaje, El Rocío.
Esta aldea de polvo y folklore nos aguarda a orillas de Doñana , y desde sus desnudas calles se observa la belleza única de las marismas. Aquí uno se siente como a las puertas de un bosque hechizado, mirando el paisaje e imaginando las maravillas que en él se encierran. Con las ganas de descubrirlas nos quedamos.
El Rocío es como un pueblo de frontera del oeste hollywoodiense. Con sus anchas calles de suave arena, sus alineadas casas bajas, los maderos en frente de estas para amarrar al caballo, ausencia casi completa de vehículos de motor… Pero imaginando que, en vez de los colonos americanos, el far west lo hubieran poblado sevillanos y onubenses.
Esta localidad se erige, sin duda, como baluarte de la cultura andaluza. Escenario de honor de un espectáculo único, la romería del Rocío, donde la imagen y el alma de lo andaluz son expresadas de manera épica. Un museo al aire libre donde observar las estampas costumbristas más poderosas y coloridas de una Andalucía fuertemente pintoresca, mágica y eterna.
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Hay algo que te atrapa en este lugar. Ese logrado equilibrio entre naturaleza y hombre me da tranquilidad y bienestar. No me da tiempo a hacerlo, pero creo que recorrerla a caballo después de una jornada por el parque nacional debe ser una experiencia impagable.
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En el interior de una choza rociera, con una suculenta cena, despedimos este especial viaje al interior de una tierra , la de Huelva, que, por sus gentes , sus paisajes, pueblos y gastronomía se ha ganado sin duda un pequeño sitio en mi corazón y en la lista de destinos obligatorios para recomendar.
La verdad es que es totalmente cierto, la provincia de Huelva es una maravilla recomendable para todos, y lo tenemos muy cerquita. Abogo por el turismo nacional. Si os decidís a visitarlo os recomiendo un excelente Buscador de Hoteles que uso en todos mis viajes, ya que ofrece servicio excepcional y, sobre todo, los precios más bajos de internet, el buscador ConsigueHotel.com.
muy interesante y deseando de volver