Este fin de semana salimos a pasear por una zona que desconocíamos en la cercana Collserola en Barcelona y resultó ser una de las zonas más frondosas de toda la sierra. Como en la mayoría de ocasiones, agarré el mapa de la Alpina y busqué una zona donde realizar una excursión de pocas horas, a poder ser circular, y que no entramara demasiadas dificultades. Me picó la curiosidad el valle de Sant Iscle en la vertiente este de Cordillera cercano a la población de Montcada i Reixac y Cerdanyola del Vallès.
Nos desplazamos con el coche por la Ronda de Dalt, la abandonamos en la salida de Horta para seguir la carretera BV-1415 con señalizaciones hacia el cementerio de Collserola. Justo al cruzar el collado de Ventosa con el coche observaréis el cambio de vegetación entre una ladera y la otra. La parte de Barcelona se presenta mucho más seca mientras que en la vertiente que mira hacia el Vallés la vegetación es mucho más frondosa.
Descendimos con el coche desde el collado durante unos 200 metros hasta encontrar dos caminos de tierra que se internaban hacia el interior de la montaña a nuestro lado izquierdo. Pudimos dejar ahí el coche e iniciamos la excursión.
Tomamos el sendero que se dirige a la iglesia de Sant Iscle de les Feixes. Se trata de una pista forestal amable, bastante ancha y en la que apenas vimos circular bicicletas y algún corredor. Por tratarse de un domingo diría que la afluencia de gente por esta zona de Collserola es infinitamente inferior a la vertiente más al este de la misma.
El camino desciende paulatinamente y se va internando por el bosque. El torrente de Sant Iscle apenas hace acto de presencia pero sus consecuencias son claramente visibles por la espesa vegetación que encontramos al lado del sendero.
Tras un par de kilómetros aproximadamente llegamos a la iglesia que preside el valle. Sant Iscle de les Feixes es una iglesia románica del siglo XII y está protegida como bien cultural de interés local. La encontramos cerrada y solamente pudimos verla de entre los arbustos y árboles desde el mismo camino. Hoy en día está habitada por monjas del rectorado de Can Catà.
Tomamos un cruce hacia la derecha con una señal indicando Can Fermí para así tomar el PR-35 que realiza el retorno de forma paralela al camino que habíamos realizado. Encontramos esta zona mucho más agreste y salvaje. No tuvimos problemas en absoluto a la hora de orientarnos y en pocos minutos de leve ascenso llegamos a la carretera del cementerio.
El mismo PR-35 realiza una ascensión paralela a la carretera apenas sin tocarla. Para ello deberéis entrar en las dependencias de una residencia llamada Torre Bertran. Si lo hacéis a oscuras o en un día de tormenta este lugar os puede dar un buen susto. Su silueta, su medio abandono, nos transporta a alguna novela de Stephen King y sorprende ver lo bien cuidado que se encuentran los jardines y zonas adyacentes en comparación con el edificio.
Tras abandonar la Torre Bertran nuevamente nos internamos en el bosque donde un pequeño sendero sigue la paralela de la carretera sin apenas verla ni oír coches. A pocos minutos el camino desemboca en la misma carretera con el collado de la Ventosa visible ante nosotros. Desde ahí nos quedaban apenas un centenar de metros para llegar al parking donde habíamos dejado el coche.