Durante el mes de abril recorrí una parte del vasto país que es Etiopía. Como suele pasar en África, sus gentes me maravillaron por encima de paisajes o monumentos, aunque Etiopía tampoco anda manca de estos dos atractivos.
Siendo fiel a mi idea de viaje, dejé de visitar algunos lugares más emblemáticos desde el punto de vista arquitectónico e histórico para poder disfrutar algo más de tiempo de la maravillosa naturaleza africana y perderme por zonas rurales donde intentar profundizar en el conocimiento de las gentes más humildes. Si hubiera tenido tiempo ilimitado, habría intentado abarcar todo. Pero así es la vida.
Tras la experiencia dura y agotadora, aunque realmente enriquecedora, de patear las montañas del norte en plena temporada seca, ni mi mente ni mi cuerpo daban para mucho más. Al acabar aquel trekking en las montañas Simien, descansamos algunos días en Gondar y, acto seguido, seguí hacia el sur para regresar a la capital del país, Addis Abeba.
En Addis me sentí como en casa. Acogido por nuestra amiga Seble, me tomé unos días para decidir hacia dónde dirigirme. La opción de Harare, una ciudad de corte árabe y distinta al resto del país, me seducía, pero el largo trayecto en autobús y el calor que podría encontrarme allí me hicieron pensármelo dos veces.
Al final, leyendo mi guía, decidí ir en busca de alguna zona verde. Necesitaba olvidarme de la aridez del norte y el sur se planteaba ante mí como un lugar fresco donde las caminatas discurrían por senderos de bosques donde la rojiza tierra desaparecía para dejar paso a un suelo cubierto de hierba, hongos y raíces.
El trekking de Dodola fue mi elegido.
Shashemene en el camino hacia Dodola
La ciudad de Dodola se halla unos 300 km al sureste de la capital del país, Addis Abeba, y la única forma de llegar a ella es mediante el servicio de furgonetas que salen del sur de Addis.
No hay forma de llegar directamente, así que habrá que hacer una parada en Shashemene. Este lugar, situado a unas 4 horas de Addis, merece un artículo en sí.
Shashemene, el centro de transporte más importante del sur de Etiopía, es un claro ejemplo de ciudad africana de tamaño medio. Es un lugar de tránsito donde el caos parece apoderarse de todo. En el gran descampado, que hace las funciones de estación de autobuses, se aglomeran cada día gentes con diferentes objetivos. Los pasajeros hacen cola esperando al destartalado vehículo que les lleve a su destino; muchos vendedores de todo tipo de alimentos, refrescos y cachibaches deambulan de aquí para allá intentando colocar sus productos a los pacientes viajeros; y los niños, que buscan ganarse unos birrs (moneda etíope) indicando a los pasajeros cuál es el transporte que están buscando en medio de aquel tinglado.
El resto de la ciudad es bastante fea y sucia, llena de comercios decaídos y puestos de reparación de vehículos.
Eso sí, hay un reducto diferente a dos kilómetros del centro. Se trata de una comunidad rastafari en la que las fiestas con DJ están a la orden del día y el ambiente es más relajado, ayudado por el fumeteo de hierbas psicotrópicas que te hacen ver la vida de otra manera. Además puedes aprender un poco más sobre los rastas en el museo dedicado a ellos que hay en este barrio. Y es que los rastas nacieron como adoradores del emperador etíope del siglo XX, Haile Selassie. Ahí queda eso.
Pasé un par de noches de tránsito en Shashemene y, aunque fui feliz viendo fútbol (¡por primera vez en un mes!) en el bar de al lado de mi hotel, tuve muy mala impresión del lugar cuando lo pateé un poco.
Salí de Shashemene tomando una furgoneta que, en algo menos de una hora, me dejaría en la calle principal de Dodola.
Dodola y el trekking
Dodola es mucho más pequeña que Shashemene pero reconozco que tampoco llegó a gustarme ya que me resultó imposible pasear sin que todo el mundo me mirara.
Mi recomendación es que intentéis organizar el trekking nada más llegar y ni siquiera paséis una noche en ella.
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La furgoneta me dejó en la calle principal, una de las pocas asfaltadas de Dodola. En ella se encuentra el único hotel al que se hacía referencia en mi guía, el Bale Mountain Motel. Allí pregunté por la oficina en la que organizan los trekkings a los bosques cercanos.
Dodola se encuentra muy cercana a las famosas montañas Bale. Las Bale forman parte de un parque nacional de gran renombre y es considerada como la mejor zona de trekking de Etiopía.
Hace varios años, una asociación alemana vino a esta zona para ayudar a los etíopes a sacar cierto partido, de una forma sostenible y respetuosa con la naturaleza, a sus posibilidades senderistas.
En los bosques de alrededor de Dodola construyeron una red de refugios de montaña con instalaciones básicas pero suficientes. Estufas de leña, literas, utensilios de cocina, mantas y un lugar común acogedor esperan a los excursionistas al final de cada jornada de viaje.
También inculcaron a los etíopes de la zona su filosofía sobre la naturaleza y la seriedad en cuanto al negocio. Ya se sabe que los alemanes son trabajadores brillantes, aunque ahora mismo no les dejéis que os fabriquen unos coches.
Gracias a ésto, Dodola es uno de los pocos lugares de Etiopía donde encontrarás los precios de cada actividad impresos en un panfleto y, lo mejor, son fijos. Creedme: esto es un alivio para el viajero después de tener que regatear constantemente por casi todo.
Hay varias opciones de trekking. Podéis realizarlo caminando y llevando vuestras cosas, o a lomos de un caballo, con otro portando vuestros bultos. Un guía especializado os acompañará durante todo el camino.
La duración también depende de vosotros y puede ir desde una a cinco noches.
Mi amigo Manu llegó un día antes que yo y optó por el caballo, así que, teniendo información de primera mano, me decanté por hacerlo andando. No sólo es la opción más barata sino que, además, hay muchos senderos realmente estrechos por los que el caballo tiene cierta dificultad para avanzar.
A la mañana siguiente salía al camino principal acompañado por mi guía Samuel y cargando mi propia mochila. En el próximo artículo os narro cómo fue la experiencia.