Comenzaba el invierno neozelandés cuando nuestro avión aterrizó en Christchurch procedente de Melbourne, dejando atrás la fantástica Australia.
Tras pasar un par de días en la ciudad fantasma de Christchurch pusimos rumbo Suroeste para acercanos a la cima más alta y venerada de todo Nueva Zelanda: Aoraki, el Monte Cook.
En mi anterior visita del año 2004 no pudimos ir por falta de tiempo y me moría de ganas por ver ese peculiar pico cubierto de nieve sempiterna que aparece en tantas postales a lo largo y ancho de las dos islas.
El Aoraki -le dieron su nombre maorí en 1998- con sus 3.754 metros es el pico más alto del país y forma parte de una de las leyendas maoríes más respetadas por sus creyentes.
Dice la leyenda que 4 hijos de Rakinui -el Padre Cielo- se fueron en canoa a recorrer la Madre Tierra -Papatuanuku- pero se quedaron encallados en una de las barreras de coral de la zona y no pudieron moverse de allí hasta que llegó el invierno y los vientos polares congelaron a los hermanos junto a la canoa, vlviéndolos roca.
La canoa formó la isla Sur de Nueva Zelanda, Aoraki -el más alto de los hermanos- pasó a ser el Monte Cook-nombre dado por los ingleses en honor al explorador James Cook- y sus hermanos los picos que conforman los famosos Alpes del Sur que se extienden a lo largo de casi toda la isla Sur.
Salimos de Christchurch por la tarde a ritmo tranquilo e hicimos noche en un prado cerca de Geraldine.
A la mañana siguiente nos pusimos en marcha muy temprano y dejamos la carretera 79 para incorporarnos a la 8 hasta el Lago Pukaki. Justo aquí hay un desvío hacia el Norte y paramos en el mirador antes de tomarlo. El lago Pukaki es una maravilla enorme de aguas de un azul glaciar y desde su lado Sur se puede ver el Monte Aoraki.
Ya no nos separaríamos del lago hasta llegar al pueblo del Monte Cook, a tan sólo 7 kms de donde comienzan los senderos hacia las montañas y acaba la carretera.
Fue en esa intersección con la 8, cerca del mirador del lago, donde recogimos a nuestro querido Greg, el autostopista belga que nos acompañaría por los próximos 2 días y nos desvelaría los secretos de su vida nómada y fructífera gracias al tema de la reforestación.
Justo a la entrada del pueblo de Monte Cook nos desvíamos a la derecha para recorrer 8 kms de gravilla que llevan al mirador del Tasman Glaciar. Desde allí divisamos Aoraki y parte del glaciar que alimenta a un lago a pies del mirador. Cocinamos pasta con nuestro camping gas en una cabaña muy básica y pasamos media tarde.
Después decidimos ir al pueblo Cook para buscar dónde dormir. El pueblo no tiene nada salvo un hotel lujoso, un Youth Hostel y una especie de fábrica minera que no creo que siga en funcionamiento.
Nos quedamos un rato en el hall del hotel y su tienda de souvenirs -que hace las veces de oficina de información turística- más por el calorcito que hacía que por otra cosa.
Hay un camping de pago muy cerca del pueblo pero decidimos irnos a pasar la noche al mismo lugar en el que habíamos comido. El bueno -y loco- de Greg decidió dormir en su tienda igloo a pesar de nuestra oferta para que compartiera la van con nosotros. Dijo que si tenía frío nos llamaría durante la noche pero que sus ropas de abrigo eran sublimes.
Por la mañana podíamos oir el castañear de sus dientes desde Lima. El chaval nos confesó que apenas había podido dormir pero no había querido despertarnos. Le compensamos con un desayunito caliente de tostadas y leche y nos fuimos a hacer uno de los trekkings cortos de la zona.
Tati, Greg y yo nos abrigamos bien para ir en dirección al Aoraki por una senda que descubría vistas espectaculares al doblar cada recodo. Lagunas, puentes colgantes sobre ríos bravos creados por el deshielo y vegetación formada por arbustos coloridos.
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Apenas encontramos turistas y Greg y yo alcanzamos el final de la senda a los pies de una pequeña laguna gris de agua helada salpicada por enormes bloques de hielo y cuya superficie estaba cubierta por una fina capa del mismo.
Tras hacer el tonto con piedras y demás llegó el internacional pique entre hombres de «¡A que no tienes cojo.. a meterte en gayumbos en este lago!«.
Dos minutos más tarde Greg y yo estábamos metidos en el agua hasta los muslos con cara de dolor intenso mientras nuestras piernas pasaban del moreno al rojo y del rojo al violeta en cuestión de segundos.
Una turista alemana nos sacaba fotos con la cámara de Greg mientras se partía la caja y pensaba que estábamos fatal. No es para menos. La estupidez del hombre no tiene límites.
Creo que yendo bien preparado, con comida, buena ropa de abrigo -o en verano, sí, mejor en verano- y equipamiento de nieve la zona merece muchísimo la pena y me habría encantado perderme por esos parajes 2 ó 3 días pero nos quedamos con ese gusto a aperitivo sabroso que suele ser preludio de un banquete inimaginable.
Igualmente disfrutamos de una buena caminata al aire puro y unas maravillosas vistas del pico más alto y sagrado de Nueva Zelanda. El que pasó de niño a montaña sagrada. Aoraki el Grande.
Me hace feliz el haber sido un invitado de tu sitio web. En realidad me gusta la indicacion que has propagado en ella
Si es que somos como niños!jaja. Por supuesto que si tienes varios días para pasarlos allí, tienes montones de sendas para perderte por los Alpes del Sur. Hazlo!. Recomiendo ir en verano a Nueva Zelanda (nuestro invierno). UN saludo
No hay mejor frase si quieres conseguir que un hombre haga algo!! jejeje. El lugar es espectacular… si logro ir creo que le dedicaré varios días!