Prosiguiendo nuestro viaje tras los pasos del gran Camilo José Cela por la Alcarria castellana, llegamos a Brihuega, separada de Torija – que fue nuestra primera parada y el punto de inicio del periplo de Don Camilo – por tan solo 15 km.
Cuando el Nobel llega a Brihuega, la describe así:
«Brihuega tiene un color gris azulado, como de humo de cigarro puro. Parece una ciudad antigua, con mucha piedra, con casas bien construidas y árboles corpulentos. La decoración ha cambiado de repente, parece como si se hubiera descorrido un telón»
Era 1946 y la Brihuega que me encontré yo en el 2016 seguía manteniendo ese aire medieval e histórico.
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Real Fábrica de Paños
Comenzamos nuestra visita a Brihuega por la parte norte de la villa, tropezándonos al poco con la fachada de la Real Fábrica de paños, una exquisita muestra de la industria del siglo XVIII.
Desde el siglo XIII, la población de Brihuega – situada junto al valle por donde fluye el río Tajuña – se dedicó a la producción textil. Los rebaños de ganado pacían tranquilamente en este jardín de la Alcarria. Tras el apoyo de la población a la causa borbónica en las guerras por el trono, Fernando VI decidió premiar a sus habitantes con la fundación de la fábrica.
Se levantó dentro de un recinto amurallado y llegó a ser una de las fábricas de paños más importantes de la zona, llegando a tener un centenar de telares. Durante la Guerra de la Independencia fue saqueada por los franceses, pasando en 1840 a manos privadas hasta el estallido de la Guerra Civil.
Hoy en día, lo más bonito del lugar es el jardín que se encuentra a su espalda. Es un lugar perfecto para el retiro y posee un mirador que da al valle del Tajuña.
El Viajero – como se autodenominaba Don Camilo en su libro – debió contemplar una imagen parecida en 1946. Los campos dorados se extendían bajo nosotros, con parches de verdes árboles aquí y allá. Quizá en aquella época el bosque ganaba la partida a los sembrados, pero lo que es seguro es que el cielo lucía tan azul como esa mañana.
Iglesia de San Felipe
Salimos del embelesamiento de los jardines y pusimos rumbo a la cercana iglesia románica de San Felipe. Erigida en el siglo XIII, su bonita portada del románico de transición atrajo la mirada de Don Camilo.
Entramos a su interior para refugiarnos del calor reinante. La iglesia es de 3 naves, separadas por cinco arcos sostenidos por livianas columnas. Una de las pilas de agua bendita parecía realmente antigua. Hicimos algunas fotos y salimos de nuevo al cálido día.
Puerta de la Cadena
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Nos acercamos a la vieja Puerta de la Cadena, acceso a las callejuelas más antiguas de Brihuega. Don Camilo, al pasar por aquí, escribía lo siguiente:
«Al lado de la fonda, el viajero se encuentra con la puerta de la Cadena, por la que se mete en el pueblo. La puerta de la Cadena tiene una hornacina con una Purísima, y debajo una lápida de mármol blanco que dice: 1710-1910. La Villa de Brihuega en el segundo centenario de su memorable bombardeo y asalto. Y más debajo todavía, otra lápida de piedra de la que sólo se entiende parte. El viajero copia las letras en papel. Tarda bastante, porque a veces se equivoca. La gente le rodea. Al viajero le hace una ilusión tremenda que lo tomen por un erudito»
También yo tomaba notas de lo que nuestra guía iba explicando, pero sin causar ningún tipo de curiosidad a los viandantes, más allá de la que sintió un grupo de ancianos que aprovecharon el potente tono de voz de nuestra guía para unirse al grupo y aprender algo más de la historia de su propio pueblo.
Se trata de una de las cinco puertas que antiguamente daban acceso al recinto amurallado del pueblo. Aún se pueden encontrar alguna de las almenas de piedra.
Plaza del Coso, cuevas y fuentes
Bajando por una de las calles llegamos a la famosa Fuente de los Doce Caños. Aquí, el agua aún fluye fresca y la gente mayor recuerda la leyenda que afirmaba que si una moza bebía agua de sus doce caños, encontraría un buen marido. Ninguna de las mujeres de nuestro grupo lo hizo. Imagino que temiendo que fuera verdad.
A pocos metros de la fuente se halla la Plaza del Coso, antiguo centro de la vida social de la villa. Ahora, aquí se encuentra el Ayuntamiento, enfrentado a una antiguo edificio que sirvió de cárcel en los tiempos de Carlos III.
También aquí se encuentran las viejas Cuevas Árabes, de más de 1000 años de antigüedad. Bajamos por sus grutas oscuras y frescas, que mantienen una temperatura constante independientemente de la que haga fuera. En ellas se conservaban, tradicionalmente, alimentos, vino y aguardientes. Dimos cuenta de un buen vino guardado allí y salimos de nuevo a la superficie.
La casa de Manu Leguineche
Una de las casas de Brihuega me llamó poderosamente la atención. De fachada de un naranja chillón, domina los campos y el castillo de la Piedra Bermeja. Aquí, en la llamada «Casa de los gramáticos», pasó el gran Manu Leguineche la última etapa de su vida. Se dice que la casona perteneció a Margarita de Pedroso, amor platónico del poeta Juan Ramón Jiménez. Además, la plaza lleva su nombre.
Desde finales de los ochenta, aquí pasó largas temporadas el que, para mí, ha sido uno de los mejores reporteros de la historia de España.
Aproveché que el grupo se había adelantado para observar en silencio la casona. Me imaginaba a un Leguineche absorto en el bello paisaje que le rodeaba. Con tanto para contar, pero sin prisa por hacerlo. Contemplando este jardín alcarreño que es Brihuega, sentía que todo lo demás podía esperar.