Viajar en autocaravana te da una libertad de exploración que no puedes conseguir de ninguna otra manera. Ser un caracol y llevar la casa a cuestas te permite una gran independencia a la hora de disfrutar de paisajes, naturaleza e intentar sacar el máximo partido a un destino.
Francia es una gran opción para viajar de esta manera ya que acumula más de un tercio del total de los campings habilitados para autocaravanas en Europa, con más de 10.000.
Comprar un vehículo de estas características suele resultar bastante caro y sale mejor alquilarlo si no lo le vas a dar un uso muy frecuente. En la página de Campanda podrás comparar más de 25.000 caravanas y autocaravanas de todo tipo en más de 30 países, siendo sus puntos más fuertes el hecho de poder conseguir el mejor precio en el mercado y brindar un servicio de atención al cliente en español, sea cual sea el país en el que se realice el alquiler.
Siendo Francia el mejor país europeo para viajar de este modo os voy a proponer una excelente ruta que incluye bonitos paisajes, viñedos, historia, arquitectura milenaria y una sabrosa gastronomía. Poco más se le puede pedir a un viaje.
Os presento un precioso viaje de tres días por el departamento de Tarn-et-Garonne, en la región francesa del Mediodía, la antigua Occitania.
Primera Etapa: Toulouse – Montauban, 54 km
Tras recoger el vehículo alquilado en Toulouse, pusimos rumbo a la capital de la región del Tarn, Montauban.
Esta pequeña ciudad de no más de 60.000 habitantes es conocida como la ciudad rosada debido a que la mayoría de las fachadas de sus edificios monumentales del centro histórico están hechas con ladrillos de ese color.
La iglesia de Saint Jacques y la Catedral de Notre-Dame de L’Assomption son los dos monumentos religiosos más importantes del Montauban y simbolizan el enfrentamiento de los rebeldes y las tropas monárquicas. Aún se puede apreciar la huella dejada por los cañonazos de las tropas de Luis XIII durante el sitio de la ciudad. Su sucesor, Luis XIV, ordenó construir la catedral en piedra blanca para afrentar así a la ciudad rebelde.
El museo Ingres merece la pena una visita. Allí podrás contemplar las pinturas de Jean Auguste Dominique Ingres, la personalidad más importante nacida en Montauban, y las esculturas de Antoine Bourdelle y otros artistas.
Pasea tranquilamente por las estrechas calles del centro histórico hasta desembocar en la emblemática Place Nationale y contempla el atardecer sobre el Puente Viejo, cuyas piedras han soportado el paso del tiempo y las guerras desde el siglo XIV.
Etapa 2: Montauban – Cordes Sur Ciel, 61 km
La carretera que va desde Montauban a la pequeña población de Cordes Sur Ciel discurre entre campos, viñedos, granjas y casas dispersas aquí y allá. Es un paisaje idílico que invita a parar y disfrutarlo con total tranquilidad. Los vinos de Gaillac y la gastronomía son un aliciente a tener en cuenta.
Cordes Sur Ciel se encarama a una colina y tiene el honor de ser la primera bastida –ciudad fortificada-del reino de Francia. Fue erigida por Raimon VII, conde de Toulouse, en 1222. El conde agrupó, tras los muros fortificados, a varias familias que vivían desperdigadas por la zona y que eran hostigadas por las continuas cazas de brujas que los católicos estaban infligiendo a los cátaros.
La fortaleza fue hostigada de manera continua pero esto no evitó que prosperase económicamente debido, principalmente, al comercio de lana, cuero y el pastel, planta que crecía en la zona y era utilizada como tinte azul para tejidos y muchos objetos más hasta la llegada del índigo de tierras americanas.
Cuando uno pasea por las calles del centro histórico parece que ha retrocedido en el tiempo unos 800 años.
Toda la zona es peatonal y las calles estrechas y adoquinadas no tienen viviendas particulares sino que sólo existen antiguas iglesias, puertas de las murallas, palacios góticos de ricos comerciantes, restaurantes, pequeños hoteles con encanto, tiendas de gastronomía, antigüedades y souvenirs, y plazas y miradores desde observar la vasta y policromada campiña.
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Aquí se ocultaron Albert Camus y el padre de Jean Paul Belmondo (un famoso escultor) durante la Segunda Guerra Mundial y es que existen pocos pueblos en Francia más bellos que éste para pasar un tiempo de desconexión.
Etapa 3: Cordes Sur Ciel – Albi, 25 km
Es muy corta la distancia que separa Cordes Sur Ciel y Albi.
Esta pequeña ciudad milenaria ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por las Unesco y sus enmarañadas calles del centro pueden atraparte durante días al igual que las noches de París atraparon al más famoso de los paisanos de Albi, Toulouse Lautrec.
El palacio de la Berbie, integrado en la monumental Ciudad Episcopal de Albi, alberga –desde principios del siglo XX- el museo dedicado al excéntrico, talentoso y prolífico artista francés. Más de 1000 de sus obras se encuentran en esta exhibición, entre ellas los 30 carteles más famosos, casi todos del Moulin Rouge.
En los exteriores del palacio encontramos unos bellos jardines con miradores desde lo que se pueden contemplar los bonitos puentes que se tienden sobre el río. El más importante de todos, el Puente Viejo, lleva soportando los embates de las aguas y el tiempo desde mediados del siglo XI. Aún a día de hoy me sigue pareciendo increíble que obras de hace 1000 años sigan resistiendo en pie.
Después caminamos hasta la cercana catedral de Santa Cecilia, la más grande de ladrillo en el mundo
Rematamos la jornada y el viaje degustando un menú basado en productos de la tierra en el restaurante L’Esprit du Vin, donde su chef David Enjalran nos demostró porque, aun siendo tan joven, ya posee una estrella Michelín. No os asustéis, el precio no es nada escandaloso.
Un viaje por carretera que merece la pena.