Mi abuela y el Cid Campeador son las personalidades más importantes que ha dado la ciudad de Burgos. En ese orden. Quien quiera reclamarlo que me mande el formulario con sus datos y veré si es revisable, pero me temo que no.
Fue allí, en pleno centro histórico (Calle San Lorenzo), donde mi bisabuelo se convirtió en un conocido pastelero, querido por todo el barrio y, sobre todo, por su mujer y sus ocho hijos. Burgos se convirtió en nuestro centro de celebraciones familiares de gran calado. Mi querida abuela nos dejó hace un par de Navidades -a los 97 años- pero los 90 lo celebramos en su ciudad natal y he vuelto otra vez desde aquella.
También fue Burgos desde donde salí, un día de Julio, con cinco de mis mejores amigos en la primera etapa de nuestro particular Camino de Santiago. Una historia que ninguno olvidamos.
Burgos es una ciudad monumental. Antigua capital del Reino de Castilla, uno parece que está viajando en el tiempo cuando, viniendo del paseo del Espolón, cruza bajo el Arco de Santa María y desemboca en la Plaza del Rey San Fernando, dedicada al rey Fernando III el Santo (1199-1252), monarca que impulsó la construcción de la archiconocida catedral de Burgos.
El Arco de Santa María es, en sí, una obra de arte. Fue una de las doce puertas de la antigua ciudad medieval, siendo su fachada mucho más sencilla hasta la remodelación que sufrió en la primera mitad del siglo XVI como tributo al emperador Carlos I de España.
Muy cerca de la plaza de San Fernando se encuentra la joya de la ciudad: la catedral de Burgos.
Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1984 su construcción fue iniciada en 1221 y consagrada en 1260. Un gran número de reformas tendrían lugar durante los siglos postreros hasta crear lo que hoy en día es considerada como una de las máximas representaciones del arte gótico en Europa.
No soy un gran fan del arte religioso pero la grandiosidad exterior de la catedral, con su piedra blanca reluciendo al Sol de la fría mañana de otoño, me atrajo con el poder de cien gigantes. En su interior quedé boquiabierto. Son tres las naves principales del edificio cuyas columnas y techos parecen labrados hasta el mínimo detalle de realismo. La luz entraba, derramándose en varios colores, por una gran vidriera en forma de rosetón.
Multitud de capillas fueron añadidas a la estructura original durante los siglos XIV y XV, destacando entre ellas las de los Condestables y Santa Tecla. También destaca el cimborrio y el famoso Papamoscas, la figura grotesca -casi demoníaca- que se encuentra justo sobre el reloj de la catedral y abre y cierra la boca cuando suenan las horas en punto.
Aquí está enterrado Don Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido como el Cid…O Charlton Heston. El héroe de la reconquista cristiana fue el protagonista del más conocido cantar de gesta de la literatura castellana. Legendaria es la imagen de aquella película Hollywoodiense en la que Charlton Heston recorre la playa de Valencia amarrado, en posición vertical, a la silla de su fiel caballo Babieca. Su cuerpo fue entonces enterrado en la ciudad de Valencia pero fue trasladado a la catedral de Burgos en 1921, donde yace junto a su amada Doña Jimena.
La estatua del Cid decora el centro de la ciudad desde la década de los 60 del pasado siglo.
Recordando la épica gesta del valiente don Rodrigo salí al claustro de la catedral. Allí mucha gente posaba para tomarse la clásica foto, aunque cada rincón de este edificio eclesiástico es monumental.
Para los que gustan de la arquitectura religiosa, Burgos es una mina de oro como pocas otras. El Convento de Santa Clara (habitado por las monjas clarisas desde el siglo XIII), iglesia de San Gil de Abad, iglesia de San Nicolás de Bari… Son sólo algunos ejemplos de lo que podéis encontrar. Y si no tenéis suficiente, tomad el coche y recorred los casi 60 kilómetros que separan la ciudad de Santo Domingo de Silos. El famoso monasterio de Silos -con el claustro más conocido de todo el país- aún sigue en funcionamiento y pudimos asistir a uno de los oficios donde los monjes cantaron para embelesamiento del respetable.
Santo Domingo de Silos merece una visita dominguera y doy fe de que allí se puede comer un buen potaje de alubias con chorizo, morcilla y tocino.
Y es que en Burgos se come de lujo. Las calles del casco antiguo esconden un número ingente de bares, restaurantes y tascas donde podéis elegir entre multitud de tapas a precios más que aceptables. En uno de ellos me puse las botas -junto a mis primos- de morcilla de burgos, chistorra, chopitos, pimientos de Padrón, fritura de verduras variadas, pulpo, vino y cerveza. Todo por 9 euros por cabeza. Imposible de igualar en Alicante.
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Después de cenar dimos un paseo -había que intentar bajar toda esa comida- hasta la cercana Plaza Mayor o Plaza del Mercado Menor. Muy cercana al río Arlanzón -arteria fluvial burgalesa- fue el centro de actividad comercial de la ciudad durante largos siglos. Hoy en día la gente pasea en familia o se sienta a contemplar las coloridas fachadas de los edificios antiguos.
Nos faltaba tan sólo un buen postre para redondear un día perfecto. Una pena que la pastelería de mi bisabuelo fuera, en ese momento, un edificio abandonado. Fuimos a la calle San Lorenzo a pagar tributo a nuestros antepasados. Los bajos y las tres plantas permanecían cerrados en espera de un buen comprador… Imagino. En esas tres plantas vivían mi abuela y todos sus familiares hasta que la Guerra Civil rompió sus vidas, como las de tantos otros.
Como bonus track, los amantes de la historia evolutiva no se pueden perder el magnífico museo de la evolución humana. No sólo muestra hallazgos de los famosos yacimientos de Atapuerca sino que trata sobre todas las ciencias relacionadas con la evolución del hombre y desarrolla las distintas teorías sobre el tema en un entorno moderno y con vocación totalmente divulgativa.
Y ésto es sólo una parte de lo que la vieja capital castellana tiene que ofrecer. ¡A qué estás esperando!.