Llegué a Grenoble desde Lyon en tren. En teoría el trayecto tarda una hora aproximadamente pero debido a unos problemas en la red ferroviaria tardamos más de dos horas en llegar. Ambas ciudades están comunicadas con trenes casi a cada hora durante el día y parten desde la céntrica estación de Part Dieu en Lyon y desde la única y céntrica estación de trenes en Grenoble.
Cuando llegué a Grenoble era de noche y probablemente estábamos por debajo de los 10 grados bajo cero. Me disponía a quedarme una semana por trabajo en la ciudad y me dirigí al Hotel Ibis que tenía reservado en el centro. Desestimé el tranvía y preferí ir andando. Aunque la empresa lo pagara prefería, como siempre, tener mi primer contacto con la nueva ciudad a pata y en apenas 10 minutos llegué al hotel, preguntando un par de veces por la dirección.
Grenoble es una ciudad relativamente cómoda y pequeña para visitar. Tiene unos 160,000 habitantes y se encuentra enclavada en un precioso valle donde empiezan las montañas de los Alpes franceses. La ciudad cuenta con una buena red de tranvías que surcan las calles de la ciudad. Lo ideal para moverse por Grenoble es caminar o subir al tranvía. Lo mejor es agenciarse con un billete de 10 tickets y validarlos antes de subir al tranvía. Cuesta 13 euros mientras que el sencillo sale por 1,60 euros.
La mejor visita en Grenoble es pasar de la ciudad y explorar las montañas. Lamentablemente, no me dio tiempo a hacerlo y me dediqué a aprovecar las pocas horas libres para explorar la ciudad por dentro.
Una de las visitas más interesantes en la ciudad consiste en subirse al teleférico y contemplar la ciudad desde las montañas. El teleférico se encuentra en Quai Stéphane Jay en el centro de la ciudad. Es un interesante viaje por los aires donde se contempla la ciudad desde unos 260 metros de altura. En el mismo lugar se levanta La Bastille; una fortaleza del siglo XIX y uno puede pasear y contemplar el lugar. El billete de ida y vuelta sale por unos 6 euros.
En el interior de la ciudad se encuentra el parque Paul Mistral. Un enorme espacio verde que tanto cuesta ver en las grandes ciudades. En él veréis a los niños patinando o jugando; da igual que haga frío.
Entre los museos que se encuentran por la ciudad destacan el museo de Historia Natural, la Galería de Arte con piezas de Picasso, una de Miro y otra de Andy Wharhol, el museo Dauphinois que se encuentra en el interior de un bello convento y la entrada es gratuita y el museo de L’Ancien Eveché; también de entrada gratuita y dentro contemplaréis piezas y objetos de la historia de la región de Isère desde la Prehistoria hasta nuestros tiempos. Justo debajo del museo se encuentran las ruinas de la ciudad y puede verse su pasado romano con su antiguo muro.
En Place Saint Andre encontraréis el palacio del Parlamento. Un edificio del siglo XV de carácter sobrio y elegante al estilo parisino.
El pequeño tren de La Mure es una de las visitas que me perdí y, por lo visto, es muy recomendada. Se trata de un viaje en tren a través de 18 túneles con espectaculares vistas al rio Drac y a la presa de Monteynard. El viaje llega hasta Saint Georges de Commiers que está a unos 20 kilómetros alejado de la ciudad de Grenoble. Desconozco los precios pero podéis ir a preguntar a la oficina de turismo de Grenoble que se encuentra en el mismo centro de la ciudad.
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Imagen | Flickr – Siebuhr