He viajado por lugares muy dispares de medio Mundo y siempre he intentado probar, en cada uno, lo que comen los locales. Creo que hacer esto es totalmente necesario si quieres llegar a conocer la cultura del país o región en la que te hayas. La gastronomía dice mucho de las gentes.
Pues podéis llamarme chauvinista pero, de todos los tipos de cocina que he podido experimentar, me sigo quedando con la mediterránea.
Creo que la cocina mediterránea no sólo es una de las más saludables del Mundo, sino que además no es para nada aburrida y, apoyándose en la gran variedad de frutas, verduras, pescados y carnes -acompañados del inseparable e inigualable aceite de oliva- puede llegar a ofrecer un amplio abanico de sabores, colores y texturas que no cansará nunca al comensal.
El Mercado Central de Valencia, oda al modernismo y la gastronomía

Quien tenga algo de imaginación, buen gusto y ame la cocina se sentirá muy a gusto perdiéndose en el Mercado Central de Valencia.
En otras visitas a la ciudad nunca me había parado a entrar a este recinto de estilo modernista cuya construcción se inició en 1914 por Francesc Guàrdia i Vial y Alexandre Soler i March, ambos formados en la Escuela de Arquitectura de Barcelona.
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Esta vez, aprovechando el céntrico alojamiento que me facilitaron desde Turismo Valencia (el Hotel Sorolla Centro, un gran hotel tres estrellas con perfecta localización entre la Estación del Norte, la de Joaquín Sorolla y a 50 metros de la plaza del Ayuntamiento), decidí visitar el Mercado Central.
Lo primero que me impactó al entrar al recinto fue la intensidad visual. Los colores del género expuesto en los puestos de los más de 400 comerciantes que tienen cabida aquí, asaltan tu campo visual. Los principales contribuyentes a este efecto son los puestos de frutas y verduras. Rojos intensos en fresas, pimientos y tomates; verde de alcachofas y lechugas; amarillo de limones y plátanos; las míticas naranjas valencianas… Una policromía que excita al resto de los sentidos.

Pude comprobar que aquí, como en otros mercados que se han puesto de moda en España, también los puestos de frutas ofrecen zumos naturales recién exprimidos. Es un producto que originalmente fue orientado un poco más hacia los guiris pero que ya todo el mundo aprecia.
Tras la vista es el olfato quien entra en juego. Los olores a productos frescos inundan las calles de esta pequeña ciudad dedicada entera y completamente a la gastronomía. Sus puestos son templos de adoración a los dioses de los alimentos y los fieles acuden en romería decidiendo a quién dedicarán sus plegarias en un día cualquiera.
Y cuando lo llamo «pequeña ciudad» no estoy exagerando. El Mercado Central de Valencia ve pasar diariamente a más de 1500 personas que realizan compras para sus familias o negocios. Muchos de los mejores restaurantes de la ciudad -como el Riff de Bernd Knöller, Casa Carmela o La Cigrona– adquieren aquí el género de magnífica calidad que acaba en las mesas de sus restaurantes. Es el mayor centro de Europa dedicado a la especialidad de productos frescos.
Desde hace casi 100 años, en Casa Carmela, restaurante familiar situado en el paseo marítimo de la Malvarrosa, cada mañana se levantan con el sol para ser los primeros en poder elegir las mejores bajoques (judías), pollos, conejos, mariscos, pescados y demás materia prima de primera calidad para elaborar las mejores paellas a la leña de Valencia. Si no lo crees, aprovecha la el Festival Gastronómico Cuina Oberta de Valencia 2020 y compruébalo tú mismo.

Pasé de la zona de las frutas y verduras al género cárnico. Jamones colgando de los techos, salchicas, chorizos, fuets… Los pescaderos asumían, resignados, el característico olor intenso de su género enfundados con sus guantes y hacha de cocina en mano para descabezar aquí y allá.
A mí me maravillan estos lugares. Rebosan vida. Se oyen conversaciones aquí y allá, como un constante murmullo que a la vez dice todo y nada. Los clientes habituales tienen ya sus puestos preferidos y conversan con los vendedores sobre fútbol, cotilleos, el tiempo, las últimas novedades en la familia. «Se me casa mi hijo… ¡Con esa fresca que no hace nada en todo el día!», me pareció oir decir a una señora que sostenía un manojo de espárragos trigueros en su mano mientras fijaba su mirada reprobadora en el verdulero, un hombre canoso y recio al que parecía que le quedaba poco para la cincuentena.
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Es la vida de los mercados.
Tener un puesto en el Mercado Central de Valencia creo que es un gran activo para los comerciantes. Hay puestos totalmente especializados en cuanto a los productos que venden. Vi uno que sólo vendía ajos y limones.
También hay gente que no viene a comprar alimentos para consumirlos en casa sino que se los comen allí mismo. El famoso chef Ricard Camarena -propietario del Canalla Bistro y el Ricard Camarena Restaurant y galardonado con una prestigiosa estrella Michelín- ha puesto el Central Bar en el Mercado Central.
El Central Bar es una barra cuadrada donde se puede desayunar, tapear o comer a precios más que asequibles (entre 8 y 10 euros). Clótxinas al vapor, frituras, boquerones, bocadillos variados, croquetas, pollo al ajillo… Y todos productos fresquísimos, del mismo Mercado. También ofrecen take away.
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Para los amantes de las ostras y los productos del mar, el chef Raúl Aleixandre (propietario del Ca Sento) ha abierto La Cocina del Mar, situado cerca de una de las puertas de acceso al Mercado.
Aunque el edificio tiene ya unos cien años de historia y se comerciaba en ese mismo lugar desde hace unos mil, el Mercado Central de Valencia no está reñido con la modernización y fue el primero del Mundo en abrirse a las nuevas tecnologías. En la web oficial puedes realizar tu compra online y te la llevarán a casa. Lo llevan haciendo desde 1996, cuando yo no tenía ni ordenador que navegase por internet.
Me perdí del grupo y paseé por las distintas calles de aquel laberinto de viandas frescas. Intentaba imaginar lo que podría haber sido aquel lugar en tiempos en los que el árabe era la lengua que se hablaba en Valencia. Calles de arena, regateos entre el polvo, algarabía… Me habría gustado vivirlo, pero creo que incluso ellos se sentirían orgullosos de ver en lo que se ha convertido hoy en día.