Hace unos días taché una casilla más de mi larga lista de cosas que me quedan por hacer: dar un paseo montado en la cesta de un globo aerostático. Y pude hacerlo sobrevolando el Geoparque de Granada, un paisaje muy desconocido – incluso para la gente local – y de belleza estremecedora. Fue en una clara mañana en la que el sol, tras desperezarse vergonzosamente tras las nubes bajas de primera hora del día, nos regaló un espectáculo cromático al bañar con sus rayos las irregulares formas rocosas que se extendían unos 2.000 metros por debajo de nuestros pies.
Os cuento detalladamente una de las experiencias viajeras más bonitas que he vivido hasta ahora. Pero primero, vamos con un poco de información fundamental.
Índice de contenidos
Qué es el Geoparque de Granada
No sé vosotros, pero antes de visitar el de Granada, yo no tenía ni idea de lo que era un geoparque.
En el año 2015, la UNESCO creó el sello de «Geoparques Mundiales de la UNESCO», otorgándolo a los 120 geoparques que hasta ese momento se habían agrupado en una especie de asociación internacional llamada «Red Global de Geoparques». El Geoparque de Granada consiguió ese sello mundial el pasado mes de julio. Y ¿qué es necesario para lograr un honor así? Pues, fundamentalmente, 3 cosas:
- la existencia de un patrimonio geológico de gran importancia, adquiriendo el principal protagonismo del geoparque.
- La puesta en marcha de iniciativas de divulgación y geoconservación.
- La ayuda al desarrollo socieconómico y cultural de la zona en la que se encuentra el patrimonio geológico.
En el mundo hay unos 140 geoparques repartidos por 38 países, mientras que solo en España contamos con 15.
El Geoparque de Granada es un paisaje formado por una serie de valles encajonados entre algunos elevados picos de la Cordillera Bética, en los que existieron una serie de ríos – sin salida al mar, sino a un gran lago – que erosionaron el terreno durante centenares de miles de años, dejando, además, una de las mejores muestras sedimentarias del Cuaternario continental europeo. Aquí, la geología, arqueología, geomorfología y el legado cultural están íntimamente ligados para crear uno de los lugares más interesantes y exóticos de la península ibérica.
Y es que en el Geoparque de Granada encontrarás cañones de hasta 250 metros de altura, cuevas, fisuras, una especie de chimeneas calizas y otras rocas de extrañas formas, en un entorno mayormente árido, que no hace otra cosa que acentuar el dramatismo que emana el lugar.
Dónde se encuentra el Geoparque de Granada
El Geoparque de Granada abarca una superficie de 4.722 km2 que se extiende por 47 municipios pertenecientes a las comarcas de Baza, Guadix, Montes y Huéscar. Se halla en la parte central de la Cordillera Bética, en el norte de la provincia de Granada.
Si vas a visitarlo, puedes encontrar una buena base en las poblaciones de Guadix (a unos 45 minutos en coche de Granada) o Baza (a unos 70 minutos en coche de Granada). Yo tuve la suerte de alojarme en Al-Jatib, uno de los complejos rurales de casas cuevas que se hallan en las cercanías de Baza. Fue toda una experiencia, pues nunca había dormido en una cueva y es un gran lugar para visitar atracciones naturales, tanto de Granada como de Almería.
Si vuelas al aeropuerto de Granada, tendrás que conducir unos 50 minutos para llegar al geoparque.
Cómo es un vuelo en globo
La noche antes de vivir mi primera experiencia en globo estaba nervioso. Sin embargo, esos nervios nada tenían que ver con el miedo, pues había hablado con bastante gente que ya había probado la experiencia y todos la describían como maravillosa y tranquila. Es decir, nada que ver con los sentimientos que tuve una noche, ya muy lejana en el tiempo, en una tienda de campaña junto al lago neozelandés de Taupo. En esa ocasión habíamos reservado la actividad de salto en paracaídas con una agencia de la zona y apenas pude conciliar el sueño. Finalmente, para bien o para mal, a la mañana siguiente suspendieron el vuelo por malas condiciones meteorológicas.
Dentro de la cesta, la tranquilidad es absoluta, tan solo interrumpida por el ruido que provoca la llamarada de gas en combustión que utiliza el piloto para ganar altura. Tú solo tienes que relajarte y disfrutar, pues él se encarga de todo. El piloto no puede hacer girar el globo a su voluntad, ya que no es como un avión o un parapente, sino que debe estar atento, en todo momento, a la dirección y fuerza del viento.
El aterrizaje – a pesar de que en la charla de seguridad nos habían comentado que, en ciertas ocasiones, podía ser algo más brusco y debíamos agarrarnos a la cuerda de la cesta y flexionar las rodillas – fue también como la seda. Apenas noté el impacto de la cesta con el suelo.
Tras haberlo probado en primera persona debo confirmar que la actividad de vuelo en globo no es para aquellos que vayan buscando una gran descarga de adrenalina. Volar en globo fue una experiencia preciosa, en la que te sientes como un pájaro que extiende sus alas y aprovecha las corrientes térmicas para sobrevolar, pausadamente, un paisaje singular.
Pincha aquí para hacer tu reserva.
La experiencia de volar en globo sobre el Geoparque de Granada
Tras un desayuno liviano y arrastrando aún una cara de sueño bastante vergonzosa, a las 7 de la mañana salí desde nuestro alojamiento, cercano a Baza, rumbo a la bella población de Guadix.
Cuando llegamos a Guadix, la ciudad ya bullía de actividad, con los chavales yendo al instituto y los trabajadores comenzando una jornada más en un ambiente en el que ya se sentía la llegada del frío otoñal. Bien abrigados, nos apeamos en un gran aparcamiento cercano al centro de Guadix, donde los chicos de la empresa de vuelos en globo, Glovento Sur, ya se afanaban para tener todo listo para despegar lo antes posible.
Fue un espectáculo ver cómo aquella inmensa lona iba tomando forma al ir llenándose de aire. Así, pasadas las 8 de la mañana, comenzamos a subir a la cesta, siguiendo las instrucciones de nuestro piloto, quien ponía especial cuidado en equilibrar adecuadamente el peso.
Poco después, como si de un barco se tratara, soltamos amarras y comenzamos a ascender con parsimonia. El suelo iba distanciándose de mis pies sin que sintiera ningún tipo de turbulencia, sacudida, vértigo o presión en el estómago. Los chicos de Glovento Sur que se habían quedado en tierra, los coches, las casas… Todo se iba haciendo más pequeño poco a poco. En el cielo, unas nubes bajas impedían que viéramos un sol que se adivinaba anaranjado en su lento despertar.
100 metros, 200 metros, 400 metros… 900 metros. Ascendíamos sin prisa, pero sin pausa, ahora sobre los campos de cultivo, casas cueva, de fachadas blancas, excavadas en los promontorios, fábricas y la autopista. Cada vez más lejos, Guadix era bañada por los rayos rojizos de un sol que aún no calentaba. Así pude maravillarme con su alcazaba y la catedral, que me hicieron apuntar mentalmente una visita futura, a ras de suelo, a aquel lugar.
Pero aunque aquella ciudad se veía bella desde el aire, no podía rivalizar con la espectacular visión que me ofrecían las montañas de Sierra Nevada y las extrañas formaciones rocosas que se expandían a sus anchas por los valles y hoyas – o cárcavas – del Geoparque de Granada. Aquel lugar, visto desde el aire, parecía un paisaje lunar o extraterrestre, y ganó volumen cuando por fin el calor del sol consiguió despedazar las nubes que le habían estado ocultando a primera hora del día.
Los tonos ocres y rojizos de aquel mar de cárcavas contrastaba a la perfección con los escasos brotes verdes de arbustos y algún pequeño pino que se mantenía firme, como el último combatiente de un posible ejército arbóreo derrotado hace largo tiempo. Ascendimos hasta superar los 2.000 metros de altura, apareciendo de nuevo el frío que habíamos olvidado durante los primeros minutos del vuelo y consiguiendo una panorámica impresionante.
Tras permanecer un rato a esa altura, fuimos descendiendo hasta casi rozar las rocas de algunas de las rojizas cárcavas, para volver a ascender ligeramente antes de aterrizar en un liso campo. En total, estuvimos cerca de una hora en el aire.
Recogimos el globo entre todos y nos fuimos a disfrutar de un sabroso almuerzo campero a la preciosa y medieval Almazara de Paulenca. Allí probamos su delicioso aceite – acompañado de rico pan tostado, jamón y tomate, por supuesto -, visitamos su pequeño museo dedicado a este oro líquido y visitamos su magnífico alojamiento rural, ideal para pasar una semana desconectado del mundo y acompañado de familia o amigos.
Una experiencia maravillosa que te aconsejo que pruebes si preparas un viaje a Granada o, incluso, Almería.