Chachapoyas es una ciudad tranquila con una bonita plaza Mayor y enfocada ligeramente al turismo gracias a su innumerable atractivo de ruinas pre-hispánicas en la zona.
Kuelap es sin duda el lugar más emblemático que dejó como legado la cultura chachapoyas. Sin embargo, existen multitud de ruinas alrededor de la zona donde el simple hecho de llegar hasta ellas es ya una aventura por sí misma.
Al segundo día en Chachapoyas, tras visitar las cataratas de Gocta, decidimos ver las ruinas de Kuelap.
Queríamos ese mismo día tomar uno de los autocares que parten desde Pedro Ruiz a Tarapoto por la noche. En ningún lugar nos concretaron la hora de salida así que optamos por madrugar.
A las cuatro de la mañana nos encontramos en la parada de autos Rollers que hacen el viaje hasta María. Acordamos por 15 soles (probablemente a esas horas intempestivas mis aptitudes para el regateo no son las mejores) para llegar hasta Kuelap.
Un camino de carro de unas dos horas nos llevó hasta la entrada de Kuelap. De ahí teníamos un kilómetro andando con un bello escenario de fondo y unas lamas pastando por el camino. Podíamos ya ver las fortificaciones de Kuelap, sus murallas, a lo alto de la sierra.
Al llegar comprobamos que no había nadie. De saberlo, hubiéramos comprobado también que la puerta estaba abierta. Sin embargo, fuimos prudentes y esperamos. Una mujer al rato nos vino a saludar y a ofrecernos desayuno. Nos comentó que las ruinas abrían a las ocho. Esperamos y finalmente llegó el señor de los boletos. 12 soles por barba y la excusa de estudiante sin carné no funcionó.
Kuelap se encuentra a 3,000 metros de altura. Se trata de una espectacular ciudad amurallada pre-inca descubierta a mediados del siglo XIX.
Se construyó entre el 900 y el 1,100 d.C. y según la guía contiene más piedra que la pirámide de Giza en Egipto. La selva se ha comido gran parte de las casas, sus torres defensivas y sus cementerios.
El lugar se divide en tres partes con un torreón de vigilancia, una zona donde habitaba la sociedad que se encuentra en ruinas y una última zona que sirve de fortaleza.
Las casas estaban construidas en piedra de forma circular con techo de paja. Hoy en día puede verse una muestra reconstruida; todo lo demás está en ruinas con la selva creciendo entre las piedras.
Durante las dos horas que visitamos el lugar no apareció absolutamente nadie y fue un placer vagar por este lugar tan misterioso.
A la vuelta decidimos caminar hasta la población de Tingo. Nos separaban dos horas y 10 kilómetros de descenso. Desde ahí existen frecuentes combis que realizan el trayecto hasta Chachapoyas y sin duda era la mejor opción para llegar de vuelta al hostal prematuramente.
Según Lonely Planet el paseo hasta Tingo es maravilloso y no es la primera vez que considero sus observaciones una auténtica exageración. El camino es bastante pesado, el calor agobia y las vistas son repetitivas.
Al cabo de unas dos horas de caminata llegamos al pequeño pueblo de Tingo donde tomamos un combi rápidamente que por cinco soles nos dejó en Chachapoyas en algo más de una hora.
que ganas tengo de conocer este lugar
a ver si el 2013 lo logro :)
saludos desde Chile