Recibir visitas de amigos o conocidos en la misma ciudad que te acoge vendría a ser algo así como cambiar la graduación de las gafas y observar tu entorno con una perspectiva completamente distinta.
El fin de semana pasado unos amigos se pasaron por Barcelona y nos dedicamos a recorrer la ciudad y visitar algunos de los lugares que en muchos años ni tan siquiera me había preocupado a incluir en la lista de cosas pendientes. Ya se sabe, parece más importante visitar el museo textil de Hannover o el museo local de Tarapoto en Perú que poner los pies en la tan cercana Sagrada Familia.
En esta ocasión nos adentramos al Palau Güell en el barrio del Raval. Uno de esos edificios clásicos de la ciudad por el que había pasado miles de veces por delante, en algunas ocasiones con unas copas de más y otras simplemente paseando por la conocida calle de Nou de la Rambla que cruza el corazón de Barcelona, tan impregnado de historia, entre la Rambla de Cataluña y el Paralelo.
La fachada del Palau Güell ya sorprende por sí misma con su elaborado trabajo con el hierro formando figuras imposibles. Ante ella nos detuvimos y nos pusimos a la cola para comprar las entradas.
La visita cuesta 10 euros por persona (adultos), viene con una audioguía en múltiples lenguas y el recorrido está debidamente señalado con números cosa que evita los encontronazos habituales de turistas caminando en dirección contraria por los pasillos.
El edificio se levantó a finales del siglo XIX y forma parte del Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1984.
Güell sorprende en los detalles que otros arquitectos no pensaron en destacar. Creo que eso es lo que más me gusta de este genio del modernismo. Crear figuras imposibles con el hierro, convertir una chimenea en todo un símbolo o jugar con motivos fantásticos a los pies de una escalera que cualquier otro arquitecto habría obviado por completo.
Empezamos la visita al Palau Güell adentrándonos al sótano destinado a las caballerizas y seguimos por la planta baja donde se hallaba la antigua portería y cochera. La visita prosigue subiendo las elegantes escaleras que presiden la entrada al edificio y se dirige a la planta noble donde habitaba el multimillonario Eusebi Güell y su familia. Me fascinó la originalidad de los colores, el juego con los cuadros y la bóveda estrellada que preside la sala.
En la mayoría de ocasiones, una visita a un edificio de Gaudí termina en la azotea. Y no podía ser de otra manera en el Palau Güell. A lo alto del palacio accedemos al tejado donde nuevamente el juego de colores con chimeneas de formas únicas y frescas nos invitan a una especial panorámica del corazón de la ciudad condal. Desde ella podemos admirar las torres de la Sagrada Familia, el Hotel Vela, la Torre Agbar y algunos patios de interior del barrio del Raval.
Asimismo, conviene saber que la visita al Palau Güell ofrece un servicio de visita accesible con un itinerario adaptado para personas con movilidad reducida, lupas especiales para magnificar la letra en las explicaciones y también aceptan perros guía en el edificio para invidentes.
Realmente Barcelona da para mucho. Tengo que decir que es un placer residir en una esta ciudad tan encantadora. Eso sí, te he de confesar que paso apuros cuando alguien me pide que le recomiende alojamiento en esta vibrante metrópoli. Ya se sabe, en casa de herrero cuchillo de palo.
Sitio Oficial | Palau Güell
Es un sitio genial y la arquitectura es bella. Barcelona es una ciudad maravillosa, estuvimos allí el pasado Agosto y es uno de los destinos turísticos mejores de España, incluso mejor que Madrid, que me disculpen los madrileños. La arquitectura es preciosa y la ciudad muy pintoresca, hay lugares que parecen salidos de una pintura.
Saludos,
Katie
Un sitio precioso!! Estuve el año pasado y me encantó