
El pasado puente de diciembre fui invitado a conocer la fiesta enogastronómica de la Ardoaraba en Vitoria-Gasteiz, organizada por Gasteizon, la asociación para la promoción del comercio urbano en la ciudad.
No me lo pensé dos veces, cogí el coche en Alicante y recorrí los 800 km que me separaban de una ciudad que ya había visitado en 2012 pero que me iba a ofrecer una distinta explosión de sabores y olores, además de un clima casi increíble para la época del año en que nos encontrábamos.
A las 9 de la mañana una densa neblina cubría la ciudad de Vitoria. Bajé al restaurante del magnífico hotel Sercotel (calle Zaramaga, 3) con cierta desgana y pensé en lo bien que estaría la gente esa mañana en Alicante, preparándose para dar un buen paseo al sol por la playa de San Juan.
Para cuando llegué a la carpa principal de la Ardoaraba, la de la Plaza de los Fueros, el sol lucía sin oposición alguna en el cielo vitoriano y el frío había remitido. Ya no cambiaría la situación en todo el puente y así se me pasó la morriña.
Degustación de queso
Fuimos recibidos por los organizadores del evento y tras una breve charla para ponernos en situación comenzaron las degustaciones y talleres en el Txoko Gastronómico, levantado junto a la carpa principal.
Comenzamos con una degustación de quesos Idiazábal. El queso Idiazábal se elabora a partir de leche cruda (sin pasteurizar) de oveja Latxa. Esta oveja es autóctona de la región vasca.

Aunque la marca no se registró hasta 1987, dicen los historiadores que este queso se lleva elaborando unos 8.000 años. Ahí queda eso. En cuanto a su procedencia y lugar de fabricación, no se reduce al pueblo del mismo nombre sino que existen queserías que venden Idiazábal en toda Vizcaya, Guipúzcoa, Álava y Navarra.
En tantos años de evolución hay grandes diferencias en el proceso de elaboración, como el empleo de utensilios de acero inoxidable en lugar de los de madera y el hecho curioso de que antes todos los Idiazábal eran ahumados y ahora se puede elegir. La razón es que antes se trabajaba en casetas de pastores y se ahumaban solos, con el humo que había en ellas.
Probamos tres tipos de queso Idiazábal y estaban todos exquisitos: blanco joven Aranburu (2015), blanco curado Aranburu (2014) y ahumado joven Ondarre (2015). Ondarre había vencido un premio de quesos y consiguieron subastar 750 g del queso ganador por un valor de 13.000 euros. Todo un honor probarlo.
Comida en el restaurante La Huerta

Tras tomar el primer txakolí del día en una de las carpas de la Ardoaraba, nos dimos una vuelta por el centro histórico vitoriano disfrutando del sol que había decidido acompañar la gran cita.
A la hora de comer nos encaminamos hacia la peatonal y comercial calle Dato y entramos al restaurante La Huerta, en el número 41.
Los pintxos que vimos expuestos en la barra ya auguraban los exquisitos platos que vendrían después, una vez sentados a la mesa.

De su gran cava de vinos, escogimos unos blancos afrutados y dulces para acompañar un menú basado en pescados y verduras. Poseen más de cien referencias en vino de Rioja, Sotomontano, Ribera del Duero, blancos de Rueda y Albariños, cavas catalanes y champagne, además de tintos foráneos (australianos y argentinos, entre otros).
Con la primera copa a punto de agotarse, llegó la ensalada Mirentxu. Mikel Fiestras, chef de esta casa, llamó así a su creación para homenajear a su hermana. Rodajas de tomate sirven de cama a unos espárragos, cebolletas en juliana y sabrosos filetes de bonito desmenuzados. El aderezo se compone de una salsa de bálsamo de vinagre de Módena, aceite de oliva virgen y láminas de sal de Añana. El perfecto entrante.
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Para acompañar nuestra segunda copa de vino llegó a la mesa un revuelto de cantareros, o como son más conocidas por esta zona, «angulas de monte«. De textura suave, estas pequeñas y sabrosas setas pueblan los montes de septiembre a diciembre.

Listos para el plato principal, recibimos con un txakolí Doniene un filete de bacalao a la plancha. Se deshacía en la boca y parecía que lo acababan de sacar del mar.
Aunque nos negábamos a comer más, finalmente nos convencieron para probar la tarta de queso Idiazábal (cómo no). El punto y final perfecto para una comida de diez.
El servicio fue ejemplar y el local tiene un aire tradicional con ciertos toques vanguardistas, como las pinturas realizadas por el padre de Mikel, que es pintor profesional. Una pena que no estuviera abierto el pequeño patio interior donde puedes comer rodeado de plantas en los días en que la temperatura acompaña.
Volveremos para probar algunas carnes y otros platos tradicionales que ofrece su amplia carta.
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Cata de vinos: Txakoli Uno y Eguren Ugarte
Casi sin tiempo para hacer la digestión fuimos a visitar el museo Artium y, tras esto, caminamos por algunas de las calles más históricas del centro mientras una guía local nos relataba historias curiosas sobre algunas de las casas y edificios.
Sobre las 6 de la tarde regresábamos al Txoko Gastronómico para intentar aprender algo sobre vino.
Abrió el fuego la bodega de Amurrio, Txakolí Uno. Relativamente nueva, está llevada por tres jóvenes que hicieron de su afición su trabajo. Degustamos cuatro buenos vinos txakolís de distinta añada. Uno, que es ciertamente novato en ésto, agradeció que explicaran cómo observar olores, sabores, texturas y demás y llegué a la segunda cata de la tarde con algo más de conocimiento.
La bodega de Eguren Ugarte impone cuando la ves en la carretera, cerca de Laguardia. 145 años de historia de esta bodega familiar que posee 130 hectáreas de viñedo a la sombra de la sierra de Cantabria. Hotel, restaurante y dos kilómetros de cuevas hace que la visita a Eguren Ugarte sea algo más que una experiencia enológica.
Sus tintos son de gran calidad.
Tras las catas de vino nos dedicamos a vagabundear por las carpas y probar caldos aquí y allá. Después tomamos algunos pinchos en los bares y restaurantes participantes en la Ardoaraba, como la Malquerida o Sagartoki. El ambiente era tal que se nos hacía complicado llegar a la barra. Vitoria rebosaba de vida ese viernes por la noche.
Tras un largo día de descubrimiento de sabores, olores y esencias, sobre la 1 de la mañana decidimos claudicar y caminar hasta el hotel. Nos quedaba otra jornada en la que disfrutar de todo esto.